La policía halla vómitos y pisadas de niño en casa del supuesto pederasta
Una de las menores contó a los agentes que devolvió tras sufrir los abusos La policía detuvo a otros tres pederastas durante la búsqueda en Ciudad Lineal
El supuesto pederasta de Ciudad Lineal, Antonio Ángel Ortiz Martínez, regresó este jueves a la vivienda donde la policía sospecha que cometió al menos una de las cinco agresiones sexuales a menores que se le imputan. Lo hizo acompañado del juez instructor de la causa y de un batallón de agentes que peinaron durante más de doce horas cada centímetro de la casa, ubicada en el barrio de Hortaleza, al noreste de la capital, cerca del domicilio en el que residía junto a su madre y de los descampados donde se llevaron a cabo algunos de los raptos y abusos sexuales a niñas de corta edad.
En el suelo de ese piso familiar, vacío por reformas, los investigadores encontraron restos de vómito y dos huellas de pisadas infantiles. A la espera de que esos vestigios biológicos sean analizados para cotejarlos con el ADN de las víctimas, el hallazgo coincide con el relato de una de las pequeñas agredidas. Contó a la policía que tras ser vejada vomitó en la vivienda y que el hombre que abusó de ella se apresuró a limpiar los restos del suelo. La niña ofreció minuciosos detalles de la casa que encajan con la registrada ayer, según fuentes policiales.
El portero del edificio ha señalado que las visitas del sospechoso a la finca eran habituales en compañía de su madre, pero que nunca vio al presunto pederasta junto a niñas pequeñas. Además, el bloque tiene un acceso directo desde el garaje a las viviendas que no obliga a atravesar la portería y que solo tiene vigilancia nocturna. La mayor parte de las agresiones de las que se tiene constancia —los cuerpos de seguridad indagan si hubo otras no denunciadas— se produjeron por la tarde.
El maratoniano registro también permitió recuperar un bote de crema Nivea. La policía asegura que se trata del mismo que el supuesto pederasta paró a comprar en un Todo a 100 el pasado 22 de agosto, cuando raptó y abusó durante hora y media de una niña de siete años de origen dominicano. Aquel día, una cámara de seguridad tomó la imagen de su coche, el principio del fin del “enemigo público número uno”. La policía ha requisado en ese domicilio además una multa de tráfico que sanciona a un utilitario, marca Toyota, otro de los vehículos que varias de las niñas atribuyeron a su captor.
Los investigadores seguían anoche intentando recabar pruebas incriminatorias contra Antonio Ortiz para ratificar los indicios que llevaron al juez a autorizar su detención. Los análisis de ADN resultarán definitivos. El juez que instruye la causa —para perseguir cinco agresiones sexuales y otras tres en grado de tentativa— ha programado para el lunes y el martes una rueda de reconocimiento que precisará de la participación de las menores, algunas aún muy afectadas por la pesadilla de estos últimos meses. Fuentes de la investigación mostraron su sorpresa por el comportamiento “tranquilo” del presunto pederasta durante las primeras horas de su detención. Cuenta con un dilatado historial delictivo previo: robos con violencia, secuestros, violencia machista y una condena de siete años por violar a una niña de seis.
La última vez que salió de prisión fue el 17 de junio de 2011, tras cumplir una condena por “malos tratos” en la cárcel de Aranjuez. “Su comportamiento era el de un recluso normal, sin destacar por nada salvo por tirarse el día entero en el gimnasio”, según fuentes del centro penitenciario.
Sus llamativas características físicas, con una corpulencia y musculatura inusuales alimentadas con horas de gimnasio y posiblemente también con sustancias anabolizantes, han sido también claves para identificarle. Esos rasgos —junto a una verruga en el rostro— fueron destacados por algunas de sus pequeñas víctimas y diversos testigos.
La investigación, una de las más complejas que recuerdan los mandos policiales, llevó a los agentes hasta Santander. Allí quiso refugiarse en la casa de un tío suyo cuando sintió el cerco policial, tras ser filiado en un control rutinario en Ciudad Lineal. Ignoraba que su coche tenía un localizador que permitía a los agentes seguir todos sus pasos. Lo primero que hizo nada más llegar a Cantabria fue matricularse en un gimnasio, hace 15 días.
Sus compañeros de pesas en Madrid no lo echaron de menos. Describen a un hombre discreto y callado que acudía cada día hacia las tres de la tarde a ejercitarse. “Teníamos conversaciones de gimnasio, nada inusual. Llamaba la atención lo grande que era, estaba ciclado, ese volumen no se consigue solo a base de mancuernas”, asegura Raúl, de 22 años. Estar ciclado, en el argot de los gimnasios, es hincharse con anabolizantes. La policía investiga si, además de consumirlos, el detenido traficaba con ellos.
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