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Una nueva reina, más que consorte

Doña Letizia apoya a su esposo en la idea de que hay que pisar más la calle Quiere tener una agenda propia en su nuevo puesto

Mábel Galaz
SCHIAMARELLA

Solo han pasado 10 años desde que una presentadora de informativos de Televisión Española se convirtió en princesa de Asturias. Una década después, Letizia Ortiz Rocasolano, hija de un ejecutivo de una empresa de comunicación y de una sindicalista, se dispone a dar el salto definitivo: ser reina de España. Nunca Letizia llegó a imaginar que llegaría a tal posición. Ella, que se crio en una familia liberal, nada monárquica —quizá todo lo contrario—, solo se aproximó a los salones de palacio cuando su trabajo como periodista lo requirió. Pero en el camino se le cruzó Felipe de Borbón y Grecia. Letizia, como reina consorte, tiene ante sí la tarea de apoyar el trabajo de su esposo. Pero ella quiere más. Intentará llenar de contenido su nuevo puesto y actuará como una profesional que huye del protocolo innecesario para buscar más diálogo y cercanía.

Doña Letizia siguió el consejo y el ejemplo de la reina Sofía cuando llegó al palacio de la Zarzuela, pero pronto quedó claro que ambas tienen estilos muy diferentes en la forma de ser y actuar. Nuera y suegra mantienen una buena relación, pero no tan estrecha como en sus inicios.

Las tensiones que marcaron el matrimonio de los Reyes en los últimos años influyeron no solo en su relación, sino también en su trabajo para la Corona. Doña Sofía, como don Juan Carlos recordó en el discurso en el que anunció su intención de abdicar, siempre fue una fiel y constante colaboradora, pero hace tiempo que ambos dejaron de actuar como cómplices. La Reina acompañó al Rey cuando así lo dictó la agenda; nada más. Don Felipe y doña Letizia tienen otros planes.

Desde que vive en el palacio de la Zarzuela, la hasta ayer princesa de Asturias se ha dejado oír. Hay incluso quien la critica por ello. Pero doña Letizia está acostumbrada a decir lo que piensa. Esa fue una de las cualidades que a don Felipe más le gustaron de ella. Ahora su voz resuena con más fuerza, sabedora de que ha llegado el momento de Felipe VI, y con él, el suyo.

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En los días en que doña Letizia Ortiz era presentada por don Felipe como su prometida, la pareja frecuentó muchas mesas, en las que coincidió con una amplia representación de la sociedad española, y muchos de sus miembros eran políticos. En esas primeras citas, doña Letizia, que conservaba su sello de periodista y comenzaba a labrarse su carrera como princesa, hablaba sin reservas. Lo mismo opinaba sobre la reforma de la sanidad que sobre educación. Algunos diputados socialistas se sorprendieron al escucharla hablar tan claro y por su postura tan progresista. Pronto alguien debió de recomendarle silencio. Esa fue, en cambio, para otros observadores, la mejor versión de doña Letizia, la misma que mandó callar a su prometido el día de la petición de mano. Entonces era una joven de 31 años sonriente y espontánea. Algunos amigos de la pareja han explicado que ellos no han podido desenvolverse a su manera porque han estado siempre condicionados por el estilo impuesto por don Juan Carlos y doña Sofía. Ahora no habrá más excusas. Sus aciertos o sus errores serán cosa de ellos.

Hasta los más críticos con la nueva reina le reconocen que ha influido positivamente en el carácter de don Felipe. Con él, dicen, se ha ganado a la calle. Es frecuente verles en salas de cine, cenando en pequeños restaurantes del Madrid de los Austrias, comprando en centros comerciales, asistiendo a fiestas infantiles a las que son invitadas sus hijas, o haciendo excursiones en familia cuando llega un puente. Don Felipe de Borbón, cuando se quita la corbata y se pone unos vaqueros, se vuelve más cercano. Hasta la llegada de doña Letizia a su vida, el heredero frecuentaba ambientes de la sociedad española vinculados a hijos de empresarios adinerados o a jóvenes de familias aristocráticas. Ahora, su círculo de siempre se mantiene, pero ha crecido con la pandilla de su esposa. Doña Letizia ha cambiado el ambiente alrededor de su esposo en lo que concierne al ámbito más privado de su vida. Ahora se dispone a dar su opinión como Reina al Rey.

En estas semanas de preparativos para el relevo en la Corona, la voz de doña Letizia se ha escuchado mucho. A las reuniones de trabajo de un muy reducido número de personas conocedoras del gran secreto, la princesa de Asturias asistió, opinó y mandó hacer. A don Felipe siempre le ha gustado la resolución de su esposa. Ella es su mayor consejera, la persona que más influye en él. Por eso nadie duda de que, además de las sesiones oficiales de trabajo, luego ellos en la intimidad de su hogar han seguido preparando su futuro.

Doña Letizia, por ejemplo, ha apoyado al nuevo rey en la idea de que hay que pisar más la calle, escuchar más a la gente. Que hay que relajar el protocolo y ser más cercanos. Una de las anécdotas que se cuentan en La Zarzuela tiene que ver con lo diferente que es un acto si está presidido por doña Sofía o doña Letizia. “Con doña Sofía, muchos saludos y una reunión corta. Con doña Letizia, pocos saludos y una reunión interminable”.

La nueva reina tiene fama de preguntarlo todo, de querer saberlo todo, aunque llega a los actos oficiales muy preparada. Desde que se decide su asistencia a un evento comienza a estudiar. Pertrechada de un cuaderno y bolígrafo, toma notas sin parar. No se le escapa nada. La misma obsesión que tiene por aparecer con una imagen perfecta —ropa, peinado y maquillaje— ante los objetivos de las cámaras la lleva a aprenderse al dedillo los asuntos que debe abordar. La educación, la sanidad y en especial los temas relacionados con las enfermedades raras y el cáncer han sido y seguirán siendo su gran tarea, a la que va a añadir aspectos relativos a la nutrición. Pero su primera gran incursión como reina será en el mundo de la cultura con mayúsculas, una tarea de la que hasta ahora se ocupaba su predecesora en el cargo. El lunes será su estreno. En el Museo del Prado inaugurará El Greco y la pintura moderna, un acto que antes del relevo estaba destinado a doña Sofía.

Pero doña Letizia tiene por delante otra difícil tarea: dar la vuelta a las encuestas. Hasta ahora, en los sondeos que realiza periódicamente el palacio de la Zarzuela era la peor valorada. La pérdida de su espontaneidad, el saberse permanentemente observada, la ha convertido en una persona que a veces puede parecer excesivamente controladora de su imagen. Esa es su mayor asignatura. Tiene que ganarse a la gente como se ganó su sitio en palacio.

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Sobre la firma

Mábel Galaz
Fue la primera mujer en pertenecer a la sección de Deportes de EL PAÍS. Luego hizo información de Madrid y Cultura. Impulsó la creación de las páginas de Gente y Estilo. Ha colaborado con varias cadenas de televisión y con la Cadena Ser. Ahora escribe en El País Semanal.

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