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Columna
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Lo que el poeta le dijo al Príncipe

José Hierro le dijo al príncipe Felipe, cuando tenía 13 años, cuáles hubieran sido las consecuencias del golpe de Estado

Juan Cruz
José Hierro recibe el Premio Príncipe de Asturias de manos de don Felipe el 3 de octubre de 1981.
José Hierro recibe el Premio Príncipe de Asturias de manos de don Felipe el 3 de octubre de 1981.EFE

El poeta José Hierro le dijo al heredero de la Corona, cuando el Príncipe de Asturias tenía 13 años y se estrenaba en un acto público, cuáles hubieran sido las consecuencias del golpe de Estado que España acababa de sufrir y que fue sofocado por la acción de su padre, el Rey que ahora acaba de abdicar. En ese acto se produjo el primer discurso de Don Felipe de Borbón. En un palco estaba su madre, Doña Sofía. La voz ronca y poderosa y la calva rojiza del poeta, que también era agricultor, fueron el centro de un acto que produjo un profundo impacto en aquella ocasión que desde entonces es histórica.

Era el 3 de octubre de 1981, meses después de aquel atentado a la transición política española. Hierro acababa de recibir el premio Príncipe de Asturias de Literatura y era la primera convocatoria de estos galardones que llevan el nombre del título del heredero que ahora va a ser Rey. A Hierro le correspondió hablar en nombre de los premiados.

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El autor de Cuaderno de Nueva York, que había sufrido cárcel en el franquismo y que condujo toda su vida una existencia espartana y comprometida, sintió que era momento para explicarle al príncipe una lección de convivencia democrática y de respeto a la cultura en un país que había sufrido la dictadura. Le dijo: “No soy tan impertinente --ni tan sabio-- como para permitirme dar lecciones. Quiero nada más llamar la atención sobre un acto que, tal vez, cuando sea un descendiente vuestro quien ostente el título de Príncipe de Asturias, quede desvaído en vuestra memoria. Este acto es significativo porque supone un reconocimiento de algo que no siempre los gobiernos toman en cuenta: los valores de la cultura. Las dictaduras”, prosiguió el poeta, “ponen la cultura –una sola, la suya—al servicio de su política. Las democracias se ponen al servicio de la cultura, la aceptan como es. En el fondo es una tarea inteligentemente política. Porque de la misma manera que constituía una torpeza la pregunta de Stalin refiriéndose al Papa, ¿Con cuántas divisiones cuenta?, resulta poco inteligente preguntarse con cuántas divisiones cuenta un investigador, un músico, un poeta”.

El poeta, por ejemplo, parece un adorno del “pináculo de un edificio”, añadió Hierro. “Pero ese objeto considerado poco menos que objeto decorativo, y al que se rompe y arroja al vuelo despiadadamente, puede causar enormes daños en su caída. Pongamos un nombre a esa voluta –Federico García Lorca—y sabremos, desde el punto de vista público, el daño que hizo al ser derribado”.

Tras ese escalofrío que trajo al escenario del Teatro Campoamor de Oviedo uno de las metáforas más terribles del golpe militar de Franco, el poeta se decidió a dar un consejo al Príncipe de Asturias, y fue, como dijo, “al grano”. “Este aire de libertad que respiramos”, explicó Hierro, “el que nos permitirá continuar adelante en la tarea de lograr esa España que anhelamos, tiene una fecha: 24 de febrero. Es decir: Vuestra Alteza no tiene que prestar atención a mis palabras, sino que le basta con mirar alrededor. Señor: si el presente no empezase el 24 de febrero, sino que se llamase tarde del 23 de febrero, no estaríamos aquí. Hemos pasado tantos años oyendo palabras de elogios prefabricados que mucho me temo que alguien puede pensar que son igualmente mecánicas estas palabras que, interpretando los sentimientos de muchos, os van dirigidas. Vuestra Majestad no pregunta cuántas divisiones puede movilizar un hombre de cultura. Sabe que un libro o un cuadro creados libremente, importan. Por eso recibe cada año a escritores y artistas. No necesita convertirlos en escritores o pintores de cámara, al respetarlos y admirarlos ha conquistado su respeto y admiración”.

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Aquella atmósfera, en la que flotaba el reciente recuerdo de la asonada, era la memoria de una herida. En ese ámbito, terminó el poeta mirando al príncipe. Le dijo: “Tal vez un día comprenderéis la importancia que para España ha tenido esta actitud de Vuestro Augusto padre que no ha permitido avanzar un paso más hacia la tiranía. Ha ido hacia la tolerancia, ha ido hacia la democracia, que consiste en que don Santiago Carrillo pueda decir lo que antes no podía, y don Blas Piñar pueda seguir diciendo lo mismo que decía”.

El aplauso fue rotundo, la gente puesta en pie. Los que estaban cerca de ella podían decir que a la madre del heredero se le podía aplicar aquel verso con que termina Réquiem, uno de los grandes poemas de Hierro: “No he dicho a nadie que estuve a punto de llorar”. Terminó la sesión con el primer discurso del príncipe que ahora va a decir su primer discurso de Rey. Empezó así Don Felipe: “He querido que las primeras palabras en público que pronuncio en mi vida tengan precisamente como marco este Principado de Asturias, cuyo título con tanto honor tanto ostento”. Presidía por primera vez, “al obedecer la indicación de mi padre”, un acto de la fundación de su nombre en una tierra “que llevo y llevaré siempre en lo más profundo de mi corazón”. Luego sonó Asturias, patria querida. La patria, por cierto, donde nació su mujer, la futura Reina de España; entonces Doña Letizia tenía nueve años.

Lo que el pasado lunes se preguntaba la gente en Asturias, donde está reunido el jurado del mismo premio que entonces obtuvo José Hierro, es quién presidirá este año el acto en el que el futuro Rey escuchó la lección civil del poeta tras aquel atentado militar contra la Constitución.

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