Elecciones, mejor sin votantes
Después del café sin cafeína, del té sin teína o de la cerveza sin alcohol, ahora nos encaminamos en el caso de las elecciones al Parlamento Europeo, mediante un extravagante consenso forjado entre algunos de los grandes partidos, hacia una nueva modalidad de elecciones sin votantes o con cuantos menos votantes mejor. Desde luego en esa actitud desmovilizadora del electorado parecen estar concordes el Partido Popular, el PSOE y, por ejemplo, Convergència i Unió.
La razón de esa sinrazón procedería del convencimiento anticipado de que las urnas van a depararles por igual un severo castigo con pérdida significativa de papeletas y alguna merma de escaños. Entonces, han dado en pensar que la mejor manera de restar valor a ese resultado adverso sería la de rebajar todo lo posible la participación. Estiman que, cuanto menor resultara ser el porcentaje del censo que acudiera a votar en la jornada del domingo 25 de mayo, más se reduciría el daño recibido.
Hay un consenso entre algunos partidos para desmovilizar al electorado
Con un 80% de votantes sobre el censo, hasta los líderes máximos ajenos a las listas europeas quedarían afectados, mientras que si la participación registrada se mantuviera por debajo del 40% se impondría la argumentación de que las elecciones en modo alguno habían sido consideradas cruciales por el público, que los resultados habían carecido de significación y que por falta de base habían dejado de ser extrapolables a otros escenarios municipales, autonómicos y generales.
El rastro de este proceder de los partidos que desalienta la participación se ha traducido en el retraso descarado del PP a la hora de proclamar sus candidatos, en la renuncia a convocar mítines en lugares de gran aforo, en la negativa a contratar publicidad exterior que ambiente el llamamiento a las urnas, en la desaparición del temario de la campaña de aquellos asuntos de calado europeo, reemplazados por los que se inscriben dentro del penoso perímetro de los hispano-españoles.
Que estemos abrumados por los Bárcenas, los Gürtel, las simulaciones de Cospedal, los sobresueldos, el descaro, el dontancredismo, la espantada, las ruedas de prensa sin preguntas, las comparecencias en plasma, el recurso al “y tu más” y la desvergüenza descarada, a la espera de que caduque la actitud de exigencia cívica acuciante hacia quienes deberían dar cuenta permanente del uso del poder, en absoluto debería desviar de la campaña la definición de la Europa que queremos. Porque es ahora cuando deberíamos hablar del modelo social de educación, sanidad y pensiones desguazado por exigencias del guion austericida; de la opción necesaria entre difundir derechos y libertades o importar esclavitudes; de la función a cumplir por la UE en el ámbito de su vecindad y en toda la esfera internacional. Pero de todo eso, ni palabra. Sólo caña al adversario hasta que hable inglés.
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