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“La izquierda debe olvidar el discurso de clases”

El político socialista presenta un libro en el que apuesta por la autocrítica dentro del partido

Juan Moscoso, diputado socialista por Navarra.
Juan Moscoso, diputado socialista por Navarra. Uly Martín

Mientras apura el café, antes de empezar la entrevista, los tres ocupantes de la mesa de al lado comienzan a increparle: “Es usted político, ¿verdad? Los políticos nos provocan sarpullidos”, dicen, sin saber quién es ni en qué partido milita. Juan Moscoso del Prado (Pamplona, 1966), doctor en Ciencias Económicas y Empresariales, diputado del PSOE desde hace diez años y miembro de la ejecutiva federal del partido, aguanta con una sonrisa, y consigue que al final le devuelvan otra. Esa tensión entre una parte de la ciudadanía y sus representantes políticos, que disparó la crisis —aunque él asegura que ya empieza a suavizarse—, es parte del contexto que inspira el libro que Moscoso presenta esta tarde en Madrid. Ser hoy de izquierdas. Por una izquierda moderna y ejemplar, se titula. Prologado por el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y con epílogo del expresidente Felipe González, de quien Moscoso se declara fan. ¿Ser hoy de izquierdas o ser hoy socialdemócrata?

“Es cierto que no es exactamente lo mismo. Pero para transformar la sociedad hay que gobernar, para gobernar hay que ganar elecciones y para ganar elecciones hay que contar con la izquierda y con los moderados, que inclinan la balanza. Yo formo parte de la izquierda que quiere gobernar”, afirma. Eso, según él, no significa, como podría parecer, llevar al PSOE más al centro; significa asumir que la era de las mayorías absolutas pasó a la historia y que el electorado responde hoy a una palabra: “diversidad”. Moscoso aboga por reducir el peso de la “conciencia de clase” en el discurso socialdemócrata y potenciar el de la “ideología”. Y, a partir de ahí, buscar “grandes alianzas” con otros sectores. Matt Browne, asesor del ex primer ministro británico Tony Blair y que colabora en el libro, lo resume así: “Hay que asumir el hecho de que la época de dominio socialdemócrata ha terminado. Los progresistas en los países desarrollados se enfrentan a un reto de coalición”.

“Las clases, tal y como un día las entendimos, desaparecieron”, prosigue el diputado del PSOE, portavoz en la comisión parlamentaria para la UE. “Los ciudadanos ya no se definen por su situación en el mundo del trabajo. Se definen por muchos otros factores, distintos, y sobre todo por su capacidad de consumo, que se ha convertido en elemento identificador e igualador. Se han creado categorías de consumo, no de clase”. La socialdemocracia, sin embargo, se ha centrado en construir un discurso sobre el modelo productivo y de distribución de la riqueza y ha dejado en muy segundo plano la crítica al modelo de consumo. Una asignatura pendiente, admite el diputado, para el futuro.

Moscoso retoma el argumento: “Hoy hay menos conciencia de clase, de grupo. Los partidos de izquierda tienen que olvidar el discurso de clases y captar apoyos en función de intereses y particularidades ideológicos. Hay que hacer más micropolítica. Dar respuesta a indignaciones concretas: la medioambiental, la social, la de las opciones sexuales...” El espejo en el que mirarse, el ejemplo de esa “modernización”, según el socialista, es Barack Obama.

Moscoso, como Browne, aboga por las alianzas como futuro electoral de la socialdemocracia. En España, no obstante, ve aún “inverosímil” una alianza postelectoral con IU a escala nacional, y echa de menos el escaso peso de los partidos verdes. En cuanto a movimientos sociales como el 15-M, en el libro se felicita de que, “por suerte”, esa protesta no llegara a ofrecer una “alternativa al sistema institucional” actual. ¿Por suerte para quién? “El 15-M se podía haber convertido en un partido antisistema o algo peor. Por suerte, la ciudadanía ha optado por defender sus ideas desde los partidos y las instituciones”, responde. “Movimientos como el 15-M tienen mucho de izquierda, por supuesto. Pero la izquierda democrática está en las instituciones, con la fuerza de las leyes y los votos. La izquierda no rodea Parlamentos, eso lo hace la derecha. La izquierda lo que tiene que hacer es ocupar los Parlamentos ganando las elecciones”, sostiene.

Según Moscoso, lo que falla en la socialdemocracia hoy no son los “principios” ni el “discurso”, sino la traslación de esas ideas a la realidad. “Los de izquierdas, como decía Maravall, somos los que nos indignamos ante la injusticia y la ignorancia. Todo eso está de plena actualidad. En lo que fallamos es en cómo llevarlo a la práctica”, señala. Pero hay un ejemplo, uno de los más significativos de las últimas décadas a la hora de analizar el comportamiento de la socialdemocracia, en el que discurso y praxis se funden: la gestión de la crisis económica y, sobre todo, de la bonanza que la precedió.

En la parte más autocrítica de su libro, Juan Moscoso se pregunta “cómo saldrá la izquierda de esta crisis”. “La más profunda desde hace un siglo y la primera de la que —guste o no— es corresponsable”, dice. Habla de la “embriaguez de la burbuja inmobiliaria”, de “la connivencia y el seguidismo casi totales” con las normas neoliberales que impusieron la desregulación de los mercados, de la economía global de casino frente a la que “los gobiernos socialdemócratas hicieron poco”. ¿Todo aquello fue un accidente, o era también parte del modelo socialdemócrata? Moscoso sostiene que fue lo primero. La izquierda, afirma, “se vio desbordada por la fuerza del paradigma que la derecha impuso”. “Nadie alertó de los riesgos. Nadie lo vio. Fue un tremendo error colectivo”, lamenta.

El diputado cubre de elogios a Felipe González, que según él transformó España, y algo menos a José Luis Rodríguez Zapatero, que “transformó a los españoles”. Anima al PSOE a “romper” con “infinidad de prácticas insostenibles” que se dan, dice, en los partidos de izquierda: el “amiguismo”, el “clientelismo”, el “juego poco limpio” en los procesos internos de elección —aunque los prefiere, afirma, a la “ausencia total de esos procesos en la derecha”—. Y se fija también en otra “asignatura pendiente” de la socialdemocracia española: la creación de un “patriotismo progresista” y el uso de los símbolos nacionales que solo la derecha parece reivindicar. 

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