Banker + gangster = Bankster
Parece que fue Ferdinand Pecora quien acuñó el americanismo bankster, un vocablo que recoge la palabra banker (banquero) y gangster (gánster). Pecora, nacido en Sicilia, terminó la carrera de abogado y trabajó como adjunto en la Fiscalía de Nueva York. En 1933, el Senado buscaba un profesional insobornable y le nombró abogado principal del comité de Banca para interrogar a los banqueros más importantes. Se investigaban las causas del crash de 1929 en Wall Street, antesala de la Gran Depresión.
La Gran Crisis Financiera o Gran Recesión de 2008 catapultó el término banksters a las páginas de diarios y revistas.
Recientemente, a raíz de la manipulación de uno de los tipos de interés más importantes del mundo, el llamado Libor londinense, la palabra banksters fue asociada con las prácticas admitidas por Barclays y realizadas con UBS, Deutsche Bank, Societé Générale, Royal Bank of Scotland, JPMorgan, Citigroup y el broker RP Martin.
¿Adónde nos lleva esta pequeña historia?
A veinte años de la destitución de Mario Conde, conviene recordar por qué fue intervenido el Banco Español de Crédito (Banesto). Y la razón que desencadena la intervención no fue la hipotética sospecha de que los administradores estaban perpetrando el robo del banco. Existían indicios de operaciones irregulares, sí, y así lo hicieron constar la supervisión y el expediente disciplinario abierto en febrero de 1994 y el pliego de cargos del Banco de España del 10 de mayo de 1994.
Pero estos indicios solo pudieron aflorar con mayores evidencias una vez que Conde y su equipo fueron expulsados de la entidad.
Contestada la pregunta sobre qué razón no fue la que motivó la acción del Día de los Santos Inocentes de 1993, la respuesta positiva es que sí determinó la intervención el hecho de que tras una carrera alocada de competencia con el Banco Santander por ganar cuota de mercado, a través de las llamadas cuentas de alta remuneración, Banesto quedó exhausto.
El talón de Aquiles de un banco, vamos, el desencadenante de su posible caída, son sus eventuales problemas de liquidez. Y el mercado interbancario que le daba liquidez a Banesto, para evocar un hecho que, como sabemos, fue uno de los síntomas iniciales de la crisis actual, se endureció, ya desde la primavera de 1992, y le castigó duramente. Con problemas para fondearse en el mercado interbancario y con sus tripas llenas de créditos malos,incobrables, por la mala gestión, una gestión de banqueros aficionados, Banesto se fue convirtiendo en un peligro para el sistema financiero español.
Un peligro que la operación de ampliación de capital más grande de la historia financiera española en tres tramos (130.000 millones de pesetas equivalentes a 812 millones de euros aquel verano de 1993) con el respaldo de J.P.Morgan, cuando Banesto presumía de ser "más que un banco", no pudo disipar.
Los 503.000 millones de pesetas (3.206 millones de euros) de necesidades de saneamiento detectados a 30 de junio de 1993 por la inspección del Banco de España se convirtieron, un vez auditadas las cuentas y balances después de la intervención. en 605.000 millones de euros (3.781 millones de euros).
Bankia ha supuesto, con unas necesidades de saneamiento de 23.465 millones de euros, más de seis veces Banesto.
Fue una conjura, no del poder político, coartada de Mario Conde, sino la conjura de las cifras.
Como era too big to fail, otra similitud con los problemas actuales, es decir, demasiado grande para quebrar a su aire (Lehman Brothers fue dejado caer el 15 de septiembre de 2008 en EE.UU con las consecuencias conocidas), el Banco de España intervino con la intención de sanearlo y venderlo más tarde.
Pero en el proceso de saneamiento, emergieron con mayor detalle datos sobre unas operaciones con indicios de delito. Y fueron puestos en conocimiento de la justicia que ya investigaba, por información aportada desde el Banco de España, posibles hechos delictivos. La fiscalía de la Audiencia Nacional presentó una querella el 14 de noviembre de 1994 por apropiaciones indebidas, estafas y artificios contables.
En total, unos 7.200 millones de pesetas o 43,2 millones de euros.
Estas cifras de 43,2 millones de euros que sumaban las apropiaciones y estafas por las que se acusó y, en gran parte se condenó a Conde y sus amigos, nos devuelven, como en un túnel del tiempo, hasta estos días de 2013.
Por ejemplo, el ex presidente del Gobierno, José María Aznar hizo todo lo que pudo en 2009, sin conseguirlo, para persuadir a su amigo Miguel Blesa, presidente de Caja Madrid, a quien él había nombrado, para que la Fundación de la entidad comprase la colección de un pintor por un valor de 54 millones de euros (8.640 millones de pesetas) como parte de un proyecto que incluía la construcción de un museo, todo lo cual ascendía a 100 millones de euros (16.000 millones de pesetas).
El director de la Fundación Caja Madrid, Rafael Spottorno, actual jefe de la Casa de su Majestad el Rey, rechazó la propuesta. Una tasación alternativa dio como valoración 3 millones de euros.
Blesa tuvo que justificarse ante las críticas de José María Aznar Botella, hijo de Aznar, quien le recriminó que la negativa a comprar la colección era "impresentable" habida cuenta de todo lo que había hecho su padre por él.
"Con los pelos que se ha dejado mi padre por ti y han sido muchos...", le escribió en un correo electrónico.
El entonces presidente de Caja Madrid replicó que la entidad no era su "cortijo".
Aznar no cometió ningún delito con su recomendación, no.
Pero su conducta a lo largo de nueve meses en este asunto de la colección de cuadros ilustra cómo veía su relación con Caja Madrid incluso cuando ya había estallado la gran crisis financiera.
Blesa no pudo decirlo mejor: un cortijo.
Pero en este tipo de relación entre la banca, los políticos e incluso la Corona, Mario Conde se consideraba en aquellos años noventa el rey del mambo.
Conde y sus amigos se comportaron en Banesto más como banqueros de rapiña que como sofisticados ingenieros financieros. Salvo en un caso, la llamada operación de los warrants de la sociedad Carburos Metálicos, diseñada con la colaboración de Jacques Hachuel, donde se evaporaron 1.344 millones de pesetas (8,4 millones de euros), que luego aparecieron en una fundación de Liechtenstein, Mario Conde y Arturo Romaní abusaron del poder, mediante un robo sistemático de la caja de la entidad.
Eso se deduce de operaciones como el pago de 600 millones de pesetas en 1990 (más de 3,7 millones de euros) a Argentia Trust, domiciliada en las islas Saint Vincent, en el Caribe, por motivos inconfesables (aunque no se los quedara Conde en su bolsillo, como puso de relieve la sentencia del Tribunal Supremo de 26 de febrero de 1998), o la extracción de 300 millones de pesetas en 1989 (1,87 millones de euros), en dos tacadas, que, según instrucciones de Conde, fueron entregados en bolsas de deporte a Adolfo Suárez, hecho que el expresidente negó en el juicio oral. O en la operación Cementeras, acometida bajo las órdenes de Romaní con una conexión panameña.
Por otra parte, ya a primeros de junio de 1989, consolidado su poder en Banesto, Conde, Romaní, Mariano Gómez de Liaño y Francisco J. Sitges, crearon la Fundación Melvin, con sede en Liechtenstein, y utilizaron sociedades en Suiza, para canalizar fondos en el exterior, en algunos casos relacionados con actividades irregulares en Banesto y operaciones patrimoniales particulares (Kaneko Holding-Asebur Inversiones)-
Una parte del dinero robado se pudo recuperar.
El mundo al revés. "¡Rápido, dadme el dinero!", dice el cajero a los clientes.
Pero donde Conde exhibió de manera más espectacular su silueta de bankster fue en su operación de chantaje en toda regla sobre el Gobierno de Felipe González en 1995. El exbanquero consiguió tener bajo control las 1.200 microfichas del entonces CESID (Centro Superior de la Información de la Defensa) sobre temas de la guerra sucia contra ETA, robadas por el coronel Juan Alberto Perote. González recibió al abogado de Conde y de Perote, Jesús Santaella, en La Moncloa.
La operación fracasó. Ni el juez Manuel García-Castellón fue apartado de la investigación ni Conde obtuvo los 14.000 millones de pesetas (unos 87 millones de euros) que pedía por silenciar el asunto en concepto de indemnización por lo que calificó como su perjuicio patrimonial ocasionado por la venta de Banesto al Banco Santander.
Una historia de banksters.
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