El asesino del exalcalde Marcial está libre
La víctima murió de dos disparos en su finca de Albacete hace 14 meses 120 personas exigen ante el Ministerio del Interior que la investigación se reactive
Bajo el ardiente sol de 37 grados a la sombra en Madrid, 120 personas embutidas en camisetas negras y provistas de pancartas, silbatos y buenas gargantas rompen el cotidiano ruido de coches del paseo de la Castellana. Son vecinos de La Gineta (Albacete) que reclaman justicia para Marcial Hidalgo, asesinado de dos disparos en su propia finca hace 14 meses. Pese a los seis tomos que acumula el sumario judicial, la identidad del homicida sigue siendo un misterio propio de una novela de Agatha Christie, pero esta vez no existe un Hercules Poirot para desentrañarlo. Existen indicios, declaraciones contradictorias, pistas falsas y hechos no explicados razonablemente, pero faltan pruebas firmes que permitan a la Guardia Civil efectuar detenciones. “La instrucción está estancada”, sentencia Antonio Núñez-Polo, abogado de la familia.
Pese a ello, los Hidalgo siguen buscando al criminal. Consideran que la investigación no se ha realizado correctamente y por eso han viajado durante tres horas en autobús hasta la misma puerta del Ministerio de Interior para realizar una protesta y entregar un escrito al ministro en el que piden que el caso pase al Cuerpo Nacional de Policía. “No es que pensemos que unos son mejores que otros —justifica el abogado— pero la entrada de otros profesionales que estén más especializados podría dar un impulso a la investigación”.
A Marcial Hidalgo le mataron el 23 de abril de 2012 a las puertas de su casa en la finca de 210 hectáreas llamada El Peñón, situada en el linde de Albacete y Cuenca. Su viuda, Josefina Pardo, regresaba del pueblo con dos bolsas de la compra y el periódico que diariamente le llevaba a su marido y se lo encontró en el suelo, inerte. Al asesino le bastó el rato que la mujer tardó en ir al mercado y recorrer los escasos dos kilómetros de ida y vuelta que separaban los terrenos del pueblo más cercano, Casas de Benítez. No había sangre, así que Josefina pensó en que a su marido le había dado un infarto, pero cuando le cogió entre sus brazos, encontró dos pequeñas rosetas rojizas en el pecho y en el cuello: a Marcial le habían descerrajado dos tiros con una antigua pistola del calibre 7,65 de origen francés que el homicida dejó junto al cadáver.
Es la primera vez que los vecinos se reúnen en Madrid y la décimo segunda que se concentran para reclamar justicia
El abogado Núñez-Polo y Alonso Hidalgo, primogénito de Marcial, aseguran tener sobradas razones para pedir un cambio en el mando de la investigación. Llevan desde el pasado enero esperando una serie de informes solicitados por la juez, pero la Guardia Civil aún no los tiene listos. Entre gritos de “Ra, ra, ra, justicia para Marcial” y “Queremos justicia ya”, Núñez Polo explica que gran parte del atasco se debe a que se cometieron errores graves durante las primeras 24 primeras horas posteriores al crimen que han perjudicado las pesquisas. “Cuando la Guardia Civil llegó al escenario ya había 13 o 14 personas allí, y varias habían movido el cadáver y tocado la pistola; no se tomaron huellas dactilares dentro de la casa, que había sido revuelta de arriba abajo, y cuando los agentes acordonaron la zona pidieron ayuda a la única persona a la que posteriormente imputaron”, relata.
Orencio Martínez, arrendatario de parte de las tierras de Marcial, prestó declaración en julio del año pasado y no llegó a ser detenido a pesar de que su testimonio presentaba numerosas contradicciones. La Guardia Civil no halló nada sólido con lo que poder acusarle formalmente. Según el abogado de los Hidalgo, el móvil podría ser económico, ya que entre los papeles que revolvieron dentro del domicilio se echó en falta un libro de contabilidad donde Marcial apuntaba los deberes y los haberes, pero esta tesis se desvanece si se tiene en cuenta que, de momento, el sospechoso lleva al día sus pagos con los Hidalgo.
Para Alonso y el resto de su familia y sus vecinos, el aparcero es culpable, y mencionan numerosos rifirrafes ocurridos entre las dos familias después del crimen, desperfectos que el sospechoso ha realizado en la finca y "las malas compañías" que frecuenta, amen de las conversaciones telefónicas en las que se demostró que Orencio estaba ahogado por las deudas. “En el pueblo se comentan rumores de todo tipo, pero todo el mundo sospecha de él”, murmura Isabel, una vecina presente en la manifestación.
Marcial fue alcalde de La Gineta entre 1987 y 1991 por la Alianza Popular de Fraga, de la que se marchó para fundar el Partido Independiente por Albacete (PIPA), que actualmente gobierna en la localidad en coalición con el Partido Popular. Llevaba años “casi retirado”, dedicándose a sus tierras en El Peñón y a pasar tiempo con sus tres nietos: Alonso, de 11 años, David, de seis, y María, de tres. “Creemos que no tenía enemigos, pero después de su muerte algunas de sus amistades me comentaron que la relación con Orencio estaba tensa, supongo que no nos decía nada para no preocuparnos”, relata su hijo Alonso.
El único sospechoso nunca llegó a ser detenido
En el paseo de la Castellana el sol abrasa, y las camisetas negras con la imagen de Marcial que su hijo Sebastián ha impreso en su tienda de serigrafía no ayudan a aliviar el calor. Esta es la primera vez que se reúnen en Madrid y la décimosegunda que se concentran para reclamar justicia, pero nadie se ha sentado ni un solo minuto durante la hora que ha durado la concentración: ni Mariano, el más anciano del grupo con 88 años, ni María, la nieta menor del fallecido, que con solo tres ayuda a su joven madre a sostener una de las pancartas que reclaman justicia para su abuelo Marcial.
En la cabecera, junto a sus hijos, nueras y nietos, llora con amargura la viuda, que ha adelgazado 14 kilos desde que mataron a su marido. “Eran de esas parejas que iban juntos a todas partes. Marcial no tenía enemigos y su casa siempre estaba abierta para todos”, resalta Remedios mientras una lágrima se desliza por su arrugada mejilla. Remedios es “la primaza”, o así la llamaba Marcial. Pañuelo húmedo en mano, relata cómo la animaba cuando fue operada unos años atrás: “Me decía que no me podía rendir, que me tenía que levantar, y hoy siento como si estuviera aquí mirándonos a todos”.
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