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El martirio del bueno de Óscar

El ‘número tres’ del PSOE ha vivido la peor semana de su carrera “En este partido habría que rescatar el sentido de la palabra compañero”, denuncia

Luz Sánchez-Mellado
Óscar López, secretario de Organización del PSOE y portavoz socialista en las Cortes de Castilla y León.
Óscar López, secretario de Organización del PSOE y portavoz socialista en las Cortes de Castilla y León.Uly Martín (EL PAÍS)

La cámara engorda o los disgustos adelgazan. O las dos cosas. Arrellanado en el sofá de su despacho de número tres del PSOE, en mangas de camisa y jersey de pico, Óscar López Águeda parece un niño grandón pillado en un renuncio. Mucho más joven y flaco que el político enchaquetado que se tragó, en solitario, el sapo del fiasco de Ponferrada. Casi se veía al batracio atravesando su tráquea mientras él entonaba su particular Yo, pecador: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa, ante todo el mundo. Le faltaba golpearse el pecho con el puño. Todavía hoy, López sigue pidiendo perdón por las esquinas. De la calle y de su partido.

También solicita el perdón a los correligionarios que piden su cabeza, que no son pocos, con un matiz que él desea dejar claro: “Estos días he visto mucho ventajista, que aprovecha en su beneficio el error de un colega que se ha equivocado, y lo reconoce, y no ha metido la mano en ninguna caja. Ni que yo fuera Bárcenas. Eso no me gusta. En este partido habría que rescatar el sentido de la palabra compañero, que se está perdiendo”. Hasta el 7 de abril no cumple los 40 años y aún falta para Semana Santa, pero López acaba de atravesar la primera gran crisis personal y política de su vida, y un martirio que él mismo describe así: “Estoy tocado, pero no hundido, y ahora toca remontar. He pasado un viacrucis, pero a todo cristo le llega su Domingo de Resurrección”.

—¿Qué reproche ha sido el que más le ha dolido?

—El mío propio. He fallado, y lo sé. Además en un asunto, los derechos de la mujer, del que este partido, y yo mismo, hemos hecho bandera. Eso me mortifica.

Hijo de informático y secretaria, no ha tenido más oficio que la política

—¿Y no vio el escándalo que se le venía encima por aceptar el voto de un edil acosador?

—No, no lo vi, no caí. Precisamente la condición que puse para aceptar su voto era que el acosador abandonara la política, y pedí pruebas. Llámame inocente, habrá quien no me crea, pero me quedé con eso. Eso me cegó.

—¿Las reticencias de Elena Valenciano no le inquietaron?

—En el partido no hay grandes reuniones. Es más sencillo. Llevábamos dos semanas desbordados, con lo de Galicia y Cataluña. Puede que esto sirva para hacer autocrítica y revisar el mecanismo de funcionamiento.

—¿Cuándo cayó del caballo?

—Cuando el jefe ordenó que rectificáramos.

—¿Fue, entonces, una decisión individual suya?

—He decidido asumir yo solo la responsabilidad. Sé muy bien lo que es ser secretario de Organización. No es un puesto fácil, y lleva implícito aguantar, y callar.

—¿Por qué no presentó su dimisión irrevocable a Rubalcaba?

—Esto es una tarea colectiva. Odio tanto el adanismo como el individualismo. Hubo una reflexión de la dirección, se me pidió seguir y por eso sigo.

López es un fontanero’ criado a la sombra de José Blanco

Si dejara la política, López no podría volver a su oficio de antes, porque ha sido político toda la vida. Hijo de un informático y una secretaria, se recuerda desde niño viendo los informativos y discutiendo la actualidad con sus padres y su hermana pequeña en casa, y con sus amigos del popular barrio de Canillejas, en Madrid, y de Riaza, en Segovia, donde pasaba los fines de semana y los veranos, y donde aún se refugia en cuanto puede escaparse de Madrid con su esposa y sus dos niñas. La primera campaña electoral de Óscar el Largo, como le llamaban sus colegas por su más de 1,90 de altura, fue de adolescente, como candidato a delegado en el Consejo Escolar de su instituto. Lloró la primera y única vez que suspendió matemáticas. Estudió Políticas y Relaciones Internacionales y, recién licenciado, en 1996, “el día después de que Felipe perdiera las elecciones contra Aznar”, quizá con la idea de ayudar a levantar un partido derrotado, este madridista “acérrimo” se afilió al PSOE.

Su carrera fue rodada. Después de formarse en el Instituto Jaime Vera, la escuela de cuadros del PSOE y auténtica cantera de cachorros socialistas como Pedro Sánchez y Antonio Hernando, fue fichado por sus mayores como asesor en el Congreso, primero; y en el Parlamento Europeo, después. Su dominio del inglés y el francés, su sólida formación técnica y su perfil disciplinado fueron bazas para que José Blanco, que ya le había echado cuenta en el Congreso, apostara por él como coordinador cuando Zapatero le nombró secretario general tras ganarle las primarias a Bono en 2000. Desde entonces, López vive en Ferraz, sede del PSOE.

Desde allí fue enviado para concurrir como diputado por Segovia (2004), elegido secretario general del PSOE en Castilla-León (2008) y designado como candidato a presidir la Junta castellanoleonesa (2011), donde, después de perder frente al PP, aún ejerce de portavoz del grupo socialista. Así, cuando, en febrero de 2012, Alfredo Pérez Rubalcaba se fió de Blanco y nombró a López secretario de Organización del partido, este volvió a la calle de Ferraz por la puerta grande.

Pese a haber tenido varios cargos públicos, López es un fontanero. Un hombre del aparato. Mamó lo que es ser secretario de Organización a la sombra de Blanco, del que es íntimo hasta el punto de que los hijos del exministro llevaron las arras en su boda con la periodista Marta Suárez en 2007. Eso, y el hecho de ser un paracaidista lanzado desde Madrid —pese a su vinculación con Riaza, donde su abuelo fue guardia civil— hizo que algunos socialistas castellanos viejos no acabaran de verle como uno de los suyos en una tierra donde a los forasteros no se les pone alfombra roja. Y todo, pese a que Don Abrigón, como le llamaban algunos, de nuevo por su altura, se ha pateado uno por uno todos los pueblos de una comunidad donde las distancias se miden en cientos de kilómetros y se ha mojado hasta el último día en asuntos como el cierre de las urgencias en algunas zonas rurales.

“Desde luego, no soy un cabrón. Eso, Bárcenas. Y así no me ha ido tan mal”

“Al no renunciar a su papel de portavoz en la Junta, eligió tener una pata allí y otra aquí y ha creado una bicefalia inútil con el nuevo secretario general”, dice un diputado castellano. “Ha querido nadar y guardar la ropa por si venían mal dadas en Madrid, y lo que ha creado es una bicefalia con el nuevo secretario general, Julio Villarrubia, que tenía que explotar en algún momento, porque Óscar ni come, ni deja”. La moción de Ponferrada, ha sido la espoleta que ha hecho explotar esa bomba. “Se le tenía ganas”, reconoce ese diputado. “En Madrid le tenían entre algodones, y ha chocado con la realidad”. Todos le consideran “un buen chico”. Todos reconocen su “valía y su preparación”. Pero ya no todos quieren al bueno de Óscar.

—Dice algún compañero suyo que para ser secretario de Organización hace falta un punto de impiedad del que usted carece...

—Que todas las críticas sean como esa. Desde luego, no soy un cabrón. Eso, Bárcenas. Y no me ha ido tan mal siendo como soy.

—También dicen que es usted la encarnación del principio de Peter.

—¿Ese de que todo lo que puede ir mal, irá mal?

—No, el que dice que todo empleado tiende a ascender hasta llegar a su nivel de incompetencia.

—Puede ser. Conozco mis limitaciones. En mi carrera política no ha habido estrategia. Si yo estoy aquí o no, lo tienen que decidir otros, y por lo que parece, sí me consideran competente.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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