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Txapote, condenado a 24 años por tratar de asesinar al diputado general de Álava

El exjefe de ETA ordenó colocar un coche bomba a Ramón Rabanera en 2000

Fernando J. Pérez
Txapote, exjefe militar de ETA, en junio de 2012.
Txapote, exjefe militar de ETA, en junio de 2012.J.L. PINO (EFE)

“El día en que me nombraron diputado general de Álava, en julio de 1999, nada más tomar posesión fui con mi mujer, Concha, a un notario a hacer testamento, y como soy una persona religiosa, todos los días hacía un rezo porque sabía que podía ser el último”. El político alavés Ramón Rabanera, del PP, se sabía en el punto de mira de ETA. Apenas cuatro años antes, los terroristas habían puesto en marcha la macabra estrategia de socialización del sufrimiento con el asesinato del presidente del PP de Guipúzcoa, Gregorio Ordóñez, al que sucedieron las muertes de decenas de políticos, jueces, fiscales y empresarios en toda España.

Rabanera no iba desencaminado en su intuición. En el año 2000, el entonces jefe del aparato militar de ETA, Francisco Javier García Gaztelu, alias Txapote, ordenó a los integrantes del comando Iturren Diego Ugarte, Asier Carrera y Luis Mariñelarena “estudiar las costumbres” e “intensificar la información” sobre el político popular “con la finalidad de acabar con su vida”. Txapote, uno de los terroristas más sanguinarios que ha dado ETA, ha sido condenado a 24 años de prisión por el intento de asesinato del hoy senador por Álava y por tenencia de explosivos.

El día en que tomé posesión fui a hacer testamento

Ramón Rabanera

La Sección Primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, presidida por Fernando Grande-Marlaska, considera probado que Txapote ordenó el asesinato de Rabanera en una reunión en Francia entre los meses de marzo y abril de 2000. Según la sentencia conocida este miércoles, García Gaztelu ordenó a otros terroristas no identificados que proporcionaran a Ugarte, Carrera y Mariñelarena —ya condenados por estos hechos— un Renault 19 robado que estos cargaron con explosivos y un mecanismo de detonación a distancia. Los etarras tenían previsto hacer explotar el coche bomba al paso del vehículo oficial de Rabanera. Por fortuna para el diputado general alavés, el circuito electrónico de la bomba se averió. Ante el fracaso del atentado, los terroristas trasladaron el explosivo a un piso en la calle Federico García Lorca de Vitoria.

Un fallo en el mecanismo de la bomba frustró el atentado

En junio de 2000, la Policía registró ese domicilio, en el que se hallaron, entre otras armas, 10 fiambreras con explosivo, dos cartuchos de dinamita Titadyne, temporizadores, tres pistolas, un subfusil y diversa documentación. Antes del registro, los miembros del comando Iturren habían sentido sobre ellos el aliento de los cuerpos policiales y habían cruzado de nuevo la frontera hacia Francia. Allí se reunieron de nuevo con Txapote. El máximo dirigente etarra los alojó en un piso franco y les preguntó si querían seguir formando parte de la estructura militar de ETA. Mariñelarena y Carrera respondieron que sí, de modo que el jefe les ordenó integrarse en el comando Vizcaya junto a Igor Martínez de Osaba.

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El comando se estableció a finales de octubre de 2000 en el caserío Etxeberri de Fruiz (Bizkaia), facilitado por la también etarra Cristina Goirizelaia. La Brigada de Información de la Policía ya los tenía localizados, y el 9 de noviembre de ese año los detuvo en el caserío y se incautó de numerosas armas y documentación de posibles víctimas.

Rabanera se enteró de lo cerca que estuvo de morir asesinado cuando el comando Vizcaya fue desarticulado. Ahora, el senador, que tuvo que mandar a dos de sus tres hijos a estudiar fuera de Vitoria, está más tranquilo por su seguridad personal. “Me preocupa la amnesia interesada que hay y que las generaciones futuras no se enteren de lo que hemos pasado aquí y de que los molestos seamos nosotros por recordar esto y los buenos chicos sean ellos por haber dejado de matar. También me duele salir a la calle y que ahora todo el mundo me pregunte por Bárcenas y que la gente se olvide del esfuerzo que hemos hecho”, afirma el superviviente.

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Sobre la firma

Fernando J. Pérez
Es redactor y editor en la sección de España, con especialización en tribunales. Desde 2006 trabaja en EL PAÍS, primero en la delegación de Málaga y, desde 2013, en la redacción central. Es licenciado en Traducción y en Comunicación Audiovisual, y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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