José María Otxoa de Txintxetru, un histórico del PNV
El militante nacionalista luchó en la Guerra Civil como ‘gudari’
Fue un gudari, nacionalista vasco de raza convencido hasta la médula. Incluso en sus últimos años, José María Otxoa de Txintxetru, histórico militante del PNV, no cejó en su empeño por poner voz y rescatar de la memoria a aquellos que se entregaron durante la Guerra Civil a la causa de la libertad de Euskadi. Presidente de Euzko Gudarostea y patrono de honor de la Fundación Sabino Arana, murió el 18 de octubre a la edad de 94 años, dejando una estela en su memoria como hombre incansable, alegre, trabajador, metódico, humanista, abertzale y cristiano.
El senador del PNV Iñaki Anasagasti recuerda que uno de los momentos más intensos de su vida y del que siempre se jactaba fue el traslado de los restos del fundador del nacionalismo vasco Sabino Arana. En 1984 siendo secretario del Bizkai Buru Batzar (BBB), ejecutiva territorial vizcaína, se encargó de trasladar los restos de Arana del cementerio de Zalla al de Sukarrieta, donde se encuentran ahora. Para Otxoa fue un hito, ya que nació en el barrio bilbaíno de Begoña en una familia profundamente nacionalista que conoció personalmente al ideólogo del nacionalismo vasco.
Lo de la lucha independentista lo llevaba en la sangre desde bien joven. De estudiante junto a compañeros de clase editó la revista de ideología nacionalista Aberri y trabajó en la administración del periódico Euzkadi. La Guerra Civil le pilló estudiando para perito industrial y se prestó voluntario marchando al frente contra Franco. Fue suboficial del batallón Kirikiño. Perdida la guerra estuvo preso en la cárcel de Santoña donde le rebajaron la pena de 20 años a tres cuando los franquistas empezaron a tener problemas con la cantidad de población reclusa. Muchos años después de su paso por la prisión de El Dueso hizo que se plantara en Santoña un retoño del árbol de Gernika para recordar el fusilamiento de 14 presos de diferentes ideologías. Otxoa solía rememorar con dolor, a pesar de su fe cristiana, que el capellán castrense dijo durante la misa del domingo después de la muerte de los abatidos que estos “no eran hijos de Dios y merecían el infierno por no ser buenos españoles”.
En 1940 quedó en libertad y su vuelta a casa no fue fácil. Trabajó en la empresa Transportes Ochoa de unos primos suyos, pero no pudo dejar de lado su activismo político y terminada la guerra colaboró con el movimiento de resistencia. Hizo de espía para los servicios secretos americanos confiando en que estos ayudarían a los vascos a derrocar a Franco.
Durante los últimos años de la dictadura, Otxoa de Txintxetru, uno de los pocos reductos que quedaban de la vieja guardia nacionalista, colaboró en la reorganización del PNV. Tras encargarse durante años del servicio de mecánica electoral de este partido, el 12 de mayo de 1984 fue elegido secretario del BBB, cargo para el que fue reelegido en 1986. Como presidente de los gudaris vivió con intensidad el proceso de paz abierto en Euskadi tras el anuncio de ETA del fin de la violencia armada. Hicieron pública una declaración en la que recordaron que un gudari luchaba por la paz y no por la guerra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.