¡O nosotros o el caos!
La viñeta de Chumy Chúmez fue publicada en la portada del semanario Hermano Lobo el 2 de agosto de 1975. Representaba un mitin. En el estrado el orador encendido presentaba la alternativa en términos irrechazables a la multitud que se agolpaba debajo y les decía: “¡O nosotros o el caos!”, Y de los congregados salía un fumeti con la respuesta: “¡El caos el caos!”. Y el líder, replicaba: “Es igual, también somos nosotros”. En aquellos tiempos, el franquismo pretendía extorsionarnos presentándose como la única posibilidad, fuera de la cual amenazaban las tinieblas exteriores sin posible salvación. Sin embargo, fuimos capaces de romper las ataduras de esa condena y lograr una salida admirable y admirada de la caverna franquista, superar otros pesares mesiánicos bendecidos bajo palio y caminar de la ley a la ley pasando por la ley, hasta conseguir la recuperación de la democracia y de las libertades.
Por eso y muchas cosas más, es arduo leer, por ejemplo, cómo Artur Mas, presidente de la Generalitat, sostiene que Catalunya no “sobrevivirá sin Estado propio” y escuchar que hará “lo que haga falta” para la consulta, por las buenas o por las bravas. Son actitudes propias del regreso al mesianismo, suponen una identificación abusiva del personaje con Cataluña, porque esa supervivencia para nada está en liza si mantuviera sus lazos con el resto de España. Poner a Cataluña como parapeto de defensa personal es una pretensión fraudulenta. Aquí la única trayectoria futura que ha quedado vinculada al llamado Estado propio es la de Artur Mas, a tenor de sus palabras cuando el debate en el Parlament que terminó con la convocatoria a las urnas el 25 de noviembre. Dice Más que aquí no explicamos la España “una, grande y libre” y hay que añadir que, al otro lado del Ebro, tampoco. Pero cuidado con acuñar otro lema paralelo, del tenor de la Cataluña una, grande y libre para volver al “todo por la patria” siempre que sea catalana.
Aquí la única trayectoria futura que ha quedado vinculada al llamado Estado propio es la de Artur Mas
Veamos cómo la Iglesia permanece atenta a las expectativas de poder. Así el señor obispo titular de Gabii y auxiliar de Barcelona, Sebastiá Taltavull, emprende la defensa, el pasado domingo, en los micrófonos de Catalunya Radio del principio de autodeterminación de los pueblos y de la opción independentista. Cuidado, no vaya a ser que después de recuperarnos del nacional catolicismo, ahora vayan a prepararnos una nueva edición catalanista del mismo fenómeno, orientada hacia el poder, igual que la pintoresca doctrina Rouco pero en sentido contrario. Porque, quienes se opusieron a la asignatura de “educación para la ciudadanía” ¿van a subirse al púlpito para educar a la feligresía en la militancia catalanista? Eso sí, los pastores van a esmerarse en el cuidado de sus ovejas pero distinguiendo bien las churras de las merinas, según ha señalado un buen amigo periodista en el informativo de Hora 14 de la Cadena SER. Además, cuando entran en erupción estos volcanes nacionalistas conviene advertir a sus administradores sobre la necesidad de reaccionar, evitando dar la impresión de que todo es aceptable con tal de que aproveche para el convento de la “construcción nacional”. Porque hay adhesiones que no deben recibirse de la misma manera que algunos deudos rechazan ciertas condolencias en atención a su procedencia.
Contra el pronóstico de los especialistas en estigmatizar a quienes no han dado los gritos de rigor para sumarse al gran designio, el 12 de octubre se ha celebrado sin estridencia alguna. La exaltación ha cambiado de lado. La parada militar en el paseo del Prado fue un ejemplo de austeridad y contención. Disciplina y adiestramiento de las unidades. Reconocimiento al servicio que prestan como referente de la soberanía y respaldo a la política exterior, del sacrificio que supone su despliegue en las misiones internacionales donde han guardado un comportamiento ejemplar. El público, estuvo a tono. Ningún patrioterismo de vítores o aplausos exaltados. Sin ortopedias de tribunas, que solían destinarse a indeseables. Dos o tres hileras de espectadores flanqueaban la calzada central al paso de las unidades. Un nublado respetuoso contribuía a una british atmosphere, la misma que se observa en White Hall cuando la reina en su carroza y con su guardia a caballo acude a Westminster para pronunciar el discurso de la corona.
Sepamos, de todas maneras, que si llegara a formularse una pregunta, la respuesta estaría cargada de consecuencias, incluida la salida de la UE. Iniciar ahora una revisión para tomar a todos la temperatura y la tensión patriótica es demoledor. Ni hay un futuro idílico de una Cataluña del más puro sentimiento ni vale contraponerlo al estereotipo amañado de una España que no es. “¡O nosotros o el caos!” es una alternativa tramposa, dígalo Agamenón o su porquero. Continuará.
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