La intención de González es tomar posesión la semana que viene
Su idea es llegar ya investido a la conferencia de presidentes del 2 de octubre
La dimisión de Esperanza Aguirre como presidenta de la Comunidad de Madrid y diputada regional del PP pilló a contrapié a sus propios consejeros. Obliga a una remodelación del Gobierno autonómico, de entrada porque el vicepresidente Ignacio González —el único de los cinco consejeros y tres consejeras que conocía los planes de la lideresa— es el elegido por Aguirre para que le suceda. “Las fichas tienen que correr, la cuestión es cuántas se moverán y quién se comerá a quién”, reflexionaba ayer un alto cargo. “Nos quedamos sin una grandísima referente, por lo que el melón se ha abierto. No solo en el Gobierno, también en el PP de Madrid”, intervenía otro peso pesado.
Aguirre había madurado la decisión de anunciar su cese hacía semanas. Pero quería hacerlo despejándole el horizonte a su delfín. Haciéndole la vida lo más cómoda posible, consciente de las guerras por el poder que sacudirán al Partido Popular regional. “Ignacio me parece la persona con más experiencia y mejor dotada, conoce perfectamente la Administración municipal y la Administración general del Estado... Creo que es una persona enormemente trabajadora y un gran jurista”, piropeó a su número dos Aguirre, que de momento seguirá siendo la presidenta del PP madrileño. Lo hará, “sin bicefalias”, para seguir llevando los mandos del partido y controlar los primeros pasos del posaguirrismo. “Los madrileños no van a notar ninguna diferencia, sino que lo hará mejor”, terminó de ensalzar Aguirre a González, el único miembro del Ejecutivo madrileño que aterrizó con la dirigente en el Gobierno de 2003 y que, nueve años después, todavía seguía en el Consejo.
Lo primero que hará González, que también ostenta el cargo de secretario general del PP regional, es reforzar su posición —no está en la onda del presidente del Gobierno, Mariano Rajoy— y pasar el trámite lo antes posible. Como ya prevé el artículo 182 del Reglamento de la Asamblea de Madrid, una vez que el presidente del hemiciclo tenga constancia de la renuncia de Aguirre, se abrirá un plazo de 15 días para proponer a un diputado como candidato a presidir la Comunidad. Formalizada la propuesta, la sesión de investidura se producirá entre el tercer y séptimo día siguiente y se convocará un pleno para ese fin (hasta entonces, González será presidente en funciones). “Eso son tres semanas; si puede ser menos, mejor”, observaron en el Gobierno regional madrileño. La idea de González es celebrar el debate de investidura el martes y miércoles de la semana que viene y tomar posesión el jueves. Las prisas tienen su lógica: el 2 de octubre hay convocada una conferencia de presidentes autonómicos, “y Madrid no va a ir con un presidente en funciones”, razonan en el Ejecutivo.
Antes se tendrá que resolver si se mantienen o varían los integrantes del Gabinete actual. Los consejeros fueron los primeros sorprendidos, por más que corriera desde hace tiempo la certeza de que Aguirre no concluiría su tercer mandato al frente de Madrid. La más afectada fue la consejera de Educación y Empleo, Lucía Figar, que en su tiempo sonó para suceder a Aguirre. A la de Presidencia y Justicia, Regina Plañiol, también se le vio afligida. Ana Isabel Mariño, responsable de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, y Javier Fernández-Lasquetty, de Sanidad, llegaron a la sede del Gobierno autonómico en la Real Casa de Correos de Sol cuando Aguirre ya había concluido su intervención. Una comparecencia de la que se informó a las 13.08 vía sms y que comenzó a las dos de la tarde, en un ejemplo más de que nadie, absolutamente nadie —salvo un núcleo de confianza absoluta formado por González, la directora general de Medios Isabel Gallego y el jefe de gabinete de Aguirre, Regino García-Badell—, conocía los planes de la presidenta. “Llevaba tiempo diciendo que quería ver más a sus nietos, pero no sabíamos que se despediría justo este lunes”, reconocían varias voces del Gobierno.
A falta de perfilarse el Gobierno, el consejero de Economía y Hacienda, Percival Manglano, suena como uno de los que no seguirán. La gestión que hizo del tijeretazo de 1.045 millones de euros que el Ejecutivo de Aguirre aprobó el pasado julio en los presupuestos de 2012 le granjeó pocas simpatías entre sus propios colegas de gabinete. El propio González, en su calidad de portavoz, tuvo que dar la cara en varias ocasiones a pecho descubierto, mientras se retrasaban varias semanas los nuevos presupuestos.
Frente a los cuestionados, Regina Plañiol es respetada por sus colegas por su gestión y búsqueda de consensos —Madrid fue la única región que tuvo servicios mínimos en la huelga general del pasado marzo, tras acordarlo con los sindicatos—. Otro de los mejor valorados es el consejero de Asuntos Sociales, Salvador Victoria, como Plañiol, de la cuerda de González. Victoria podría suceder a Plañiol y esta, a su vez, ascender a la vicepresidencia. Hasta bien entrada la noche, los componentes del Ejecutivo se mantuvieron reunidos haciendo sus cábalas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.