“No es solo la crisis, es la reforma ideológica”
Los ‘blancos’ y ‘naranjas’ llevan la voz de enfermos y dependientes en la columna sociosanitaria
Una estruendosa batucada anunciaba a las 10 de la mañana la salida desde el Ministerio de Sanidad de las batas blancas y las camisetas naranjas de los servicios sociales. La columna sociosanitaria, como casi todas, tiene una doble protesta, por los derechos laborales de los trabajadores del sector y por las reformas que afectan a las familias, a los enfermos, a los dependientes, a los parados sin recursos, a los desahuciados, porque de todos ellos se encargan los servicios sociales públicos. “No es solo por la crisis, sino por las reformas ideológicas y las muchas mentiras que nos están contando: ni los inmigrantes se han cargado la sanidad, ni la educación, ni la sanidad es cara ni sostenible, nada de eso es verdad”, defendía Pasión Morón, de 57 años, auxiliar de enfermería.
En efecto, los manifestantes, aunque han lucido camisetas distintivas han recordado que su presencia en las calles de Madrid era un gesto de protesta por todos los sectores que están sufriendo recortes, no solo por el suyo. Miguel, también sanitario, llevó camiseta blanca y expuso las quejas propias: “Es una vergüenza que quieran cobrar a los inmigrantes que no tienen dinero tarifas por algunas intervenciones médicas, es, además, absurdo, porque no lo van a poder pagar”. Pero este profesional de la prevención sanitaria bien podía haber lucido la camiseta verde de la enseñanza: “Yo creo que es lo más grave que están haciendo, la educación no se puede tocar, hombre”, decía.
Entre los ‘blancos’ había de todo porque son muchos los profesionales que se desempeñan en un hospital. Jesús es uno de los cocineros de La Paz, en Madrid. En los últimos tiempos ha notado que “el género que entra es de peor calidad y eso repercute también en la calidad del servicio que se presta a los enfermos. Hoy están ingresados ellos y mañana seremos nosotros”, se quejaba. Así es, y así se lo cantaban a la presidenta de Madrid: “Esperanza, paciencia, nos vemos en Urgencias”.
Por lo que hay y por lo que vendrá ha salido a la calle Andrés, un estudiante de la Autónoma de Madrid de 19 años, en tercero de medicina. “Son muchos años los que estudiamos para que luego tengamos las condiciones laborales que están dejando, tantas horas de trabajo, salarios escasos”. De nuevo, la protesta, en su caso, tampoco se paraba en las dificultades laborales que vendrán, sino en “lo indignante que es ver cómo les quitan las cartillas sanitarias a los inmigrantes, eso es pura xenofobia”.
Junto a los sanitarios partieron los ‘naranjas’, cuya camiseta defiende los servicios sociales públicos, también recortados en los decretos anticrisis. Marcharon en un perfecto desorden, había camisetas aquí y allá en busca de una cabecera a la que sumarse. Difícil encontrar nada, porque se lucía más de un color en el mismo grupo familiar y, finalmente, salvo la marea verde, algo más compacta y visible, las blancas y las naranjas estaban mezcladas con las rojas de los sindicalistas. Las quejas, en todo caso, también eran compartidas. Laura no llevaba distintivo alguno, ni tampoco su hija, que iba por primera vez a una manifestación: solo tenía dos meses de vida y su madre le daba el biberón mientras marchaba a paso tranquilo. “Cuando estaba en la barriga ya ha ido a alguna más: la del 1 de mayo, la huelga general…”, recordaba.
Como en todas las protestas, cabe el ripio simplón (“a bancos salváis, a pobres robáis”) y la queja incontestable. “Los trámites para conceder una ayuda de reinserción a alguien sin recursos están siendo de 10 meses en la comunidad de Madrid, cuando deberían ser tres”, lamentaba una trabajadora social que ponía cara de esto es intolerable.
Entre la marea naranja, los trabajadores sociales, los terapeutas, psicólogos, también negaban la crisis: “No es crisis, es estafa”, rezaban sus pancartas de corte casero. Y los retrasos, impagos y falta de servicios para la atención a los dependientes encontraban gran eco en boca de todos. Es un colectivo que difícilmente puede acudir a una manifestación, muchos de ellos ancianos o personas afectadas de graves dolencias. Sí se veían, sin embargo, algunas sillas de ruedas. Y estaba Pilar Cardo, de Alcorcón, que vio morir a su hijo, paralítico, hace años sin recibir una ayuda. “Yo vengo por todos ellos, porque sé que ellos no pueden venir”.
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