La mujer de un minero tras 50 días de encierro: “No me canso de mirarle”
Los siete mineros encerrados en dos pozos de Asturias dejan su protesta 50 días después Salen de los pozos para evitar problemas de salud más graves Varios compañeros deciden relevarles y recluirse en tres pozos
A Nieves Álvarez, la mujer del minero Cecilio Antuña, encerrado en el pozo minero de Santiago de Aller (Asturias) desde hace 50 días, no le avanzaban hoy las agujas del reloj. Desde que por la mañana le avisaron de que su marido iba a salir –por fin– hoy del pozo, no sentía el tiempo pasar, ansiosa como estaba por reencontrarse con él. Casi dos meses después, Cecilio ha vuelto a casa, aunque sin haber conseguido el objetivo por el que se encerró, que el Gobierno recupere las ayudas al carbón que ha recortado en un 63%. Los siete mineros que permanecían bajo tierra en los pozos asturianos de Santiago de Aller y Candín abandonan hoy la protesta para "salvaguardar su integridad física", según ha informado el sindicato SOMA- FITAG- UGT. Nieves y su hija de 10 años han ido a recibir a Cecilio a la puerta del pozo, del que ha salido pasadas las seis de la tarde. Mientras Cecilio se da una ducha, al otro lado del teléfono, a la mujer del minero le tiembla la voz: "No puedo parar de mirarle".
Cecilio, de 43 años y 16 de trabajo en la mina, no ha tenido problemas graves de salud, más allá de un dolor fuerte de rodilla y de espalda, catarros y una gastroenteritis. El sindicato explica que ninguno de los siete trabajadores encerrados ha sufrido una dolencia de gravedad, pero que ante las posibles secuelas que tantos días bajo tierra podían acarrearles, han decidido que pongan fin al encierro. Los tres mineros del pozo de Santiago de Aller han salido a la luz del día pasadas las seis de la tarde, los de Candín estaba previsto que lo hicieran a las siete y media. Llevan bajo tierra desde el pasado 28 de mayo.
Nieves y su hija de 10 años han ido a recibir a Cecilio a la puerta del pozo. "Nunca podré estar más orgullosa de nadie", dice ella
En el pozo de Santa Cruz del Sil, en León, aún permanecen cinco mineros encerrados, aunque llevan desde el pasado 12 de junio, cuando dieron el relevo a los siete trabajadores que permanecían allí hacía 52 días, y que salieron por recomendación médica. Hoy también habrá relevo: a la salida de los mineros de Santiago, el secretario general de SOMA- FITAG- UGT ha anunciado que varios trabajadores han decidido encerrarse hoy en los pozos asturianos Candín de Langreo, San Nicolás de Ablaña (Mieres) y Montsacro de Morcín para relevar a los siete que salen hoy.
Los de Santiago han salido de la mina por su propio pie, con gafas de sol. Sus primeras palabras han sido para agradecer a todas las personas que les han apoyado, así como a sus compañeros que han estado en las barricadas. Su salida ha estado acompañada por el himno de Santa Bárbara, patrona de los mineros, tocado con gaitas, y por vítores de "son nuestros héroes", entre aplausos y cohetes. Nieves, de 42 años, ha encontrado a su marido "un poco impresionado" aunque físicamente bien. Apenas ha podido decirle muchas cosas: "Solo me ha salido decirle que le quiero".
La decisión de abandonar la protesta la ha tomado la Comisión Ejecutiva del SOMA- FITAG- UGT y los delegados de la federación en los pozos Candín y Santiago, y se la han comunicado a los mineros encerrados por teléfono, porque la empresa a la que pertenecen las instalaciones, Hunosa, no ha permitido a los delegados sindicales el acceso al interior de los pozos, según el sindicato.
Los mineros no han tenido problemas físicos graves, pero psicológicamente ya estaban tocados. "Los últimos días se les notaba en la voz más cansados, como leían la prensa diaria y veían que no se conseguía nada...", explica Nieves, que hablaba con su marido por teléfono dos veces al día. Esas llamadas de la familia y la visita diaria de los compañeros que les llevaban la comida y del médico que seguía su evolución eran su único contacto con el exterior. En el pozo de Santiago, a 500 metros de profundidad, donde hacían vida los tres mineros, la temperatura ronda los 25 grados y la humedad puede superar el 85%. El tiempo lo han pasado jugando a las cartas o al parchís; paseaban por las galerías para tratar de hacer algo de ejercicio, como les recomendó el médico.
Ellos lo han pasado mal, pero sus familias han compartido el sufrimiento. "Ha sido la peor experiencia de mi vida", lamenta Nieves. Cecilio y ella tienen una hija de 10 años que animaba a su padre porque sabía que no debía contribuir a que él estuviera triste. Y al pesar emocional se ha unido el problema económico: desde ese 28 de mayo, el salario de Cecilio no ha entrado en casa. Nieves trabaja a media jornada en una empresa de limpieza, sus padres han tenido que ayudarles. "Las letras del banco no preguntan si él está encerrado en una mina".
Ahora toca recuperar el tiempo perdido. "No sabemos cómo reaccionarán, después de tanto tiempo...Cambias de la noche al día", reconoce con inquietud Nieves. Aunque salvando las distancias, a los 33 mineros de la mina chilena de San José que permanecieron 70 días atrapados bajo tierra los psicólogos les prepararon para afrontar el regreso, sobre todo por los posibles desencuentros con las familias. A aquellos hombres les prepararon con el método que la NASA emplea con los astronautas que vuelven de una misión en el espacio; en el manual una de las recomendaciones decía que el principal mensaje que les debían transmitir las familias es que estaban orgullosos de ellos. Sin haberlo leído, Nieves lo tiene claro: "Nunca podré estar más orgullosa de nadie que como lo estoy de mi marido".
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