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Rubalcaba busca su espacio político

Un año después de asumir la candidatura a las generales, el líder del PSOE explora el grado de dureza apropiado en su oposición con encuestas adversas

Alfredo Pérez Rubalcaba junto a José Luis Rodríguez Zapatero, en el acto en que se proclamó candidato, el verano pasado.
Alfredo Pérez Rubalcaba junto a José Luis Rodríguez Zapatero, en el acto en que se proclamó candidato, el verano pasado. ULY MARTÍN

Alfredo Pérez Rubalcaba empezó hace un año su dura travesía, su largo y tortuoso camino. Pasó de ser el miembro destacado de un equipo y el número dos del Gobierno a ser el líder, aunque entonces no tuviera aún cargo orgánico. Asumió la candidatura del PSOE para las elecciones generales de noviembre de 2011 con una intervención ante su partido que preparó minuciosamente y en la que quiso incluir su ideario y su guion para la campaña electoral y para el previsible largo calvario en la oposición.

Rubalcaba escribió su discurso después de hablar con destacados socialistas, como Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, y colaboradores como Elena Valenciano, pero sobre todo con José María Maravall, exministro de Educación y con gran influencia intelectual sobre él. Fue un discurso largo, ante un partido destrozado después de ocho años en el Gobierno, tras una derrota sin precedentes en las autonómicas y municipales. No había en la alocución ni una sola alusión al PP, y entonces fue vista como un giro a la izquierda, porque, por ejemplo, hacía autocrítica de la eliminación del impuesto de patrimonio y hablaba de tasas a las transacciones comerciales y a las grandes fortunas. En ese discurso estaba también su rechazo actual a los recortes en sanidad y educación.

Anticipaba además la impresión de que toda la actuación de Rubalcaba, la de los meses previos a su candidatura y toda la posterior, estaba muy condicionada por las circunstancias, por lo que había hecho el Gobierno de Zapatero. “No nos puede pasar lo que le va a pasar a Grecia. Porque si nos pasa, serán generaciones y generaciones de españoles los que lo van a sufrir”, dijo ese día, citando una frase que le había dicho el entonces presidente del Gobierno para justificar su gestión.

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La frase orteguiana del “yo soy yo y mis circunstancias” es más aplicable a Rubalcaba que a nadie, porque la sombra del rescate y el contexto han determinado su forma de actuar. Sus circunstancias eran también las de un partido muerto y un rechazo popular creciente que le lastra todavía. Las circunstancias del final de un Gobierno que, según su expresión, se diseñó para Vacaciones en el mar, cuando debía ser para La tormenta perfecta, pero del que él formó parte y participó de sus decisiones y las compartió y apoyó sin crítica pública alguna.

Esas circunstancias le mantienen en un duro calvario de oposición que busca el grado justo de dureza y que, en todo caso, difícilmente puede tener reconocimiento popular inmediato. “Si soy duro con Rajoy en un debate y voy luego a un bar, el camarero me dirá que cómo hago eso en esta situación, y si soy blando, el mismo camarero me afeará que sea complaciente”, asegura estos días el líder socialista.

Su tesis es que echarse al monte y hacer una oposición implacable sería “irresponsable, increíble e inmoral”. Irresponsable porque las circunstancias le obligan a moverse con pies de plomo, observado por Europa y los mercados; increíble porque acaba de salir del Gobierno y las encuestas muestran que los ciudadanos mantienen el reproche al Ejecutivo anterior, e inmoral porque le obligaría a llevar al país al límite y no tener en cuenta el estado de ánimo de los ciudadanos. “No es razonable incendiar España”, resume. Por eso hizo gestiones hace un mes para que los sindicatos renunciaran a la idea de iniciar una campaña a favor de un referéndum sobre el rescate bancario. Estos días busca una solución al conflicto de los mineros que pueda asumir el Gobierno, y antes forzó al máximo para cerrar un acuerdo con Rajoy sobre la cumbre europea. Esa voluntad, como otras muchas cosas, estaba en el discurso de hace un año cuando pedía que “la crispación y el sectarismo pasen definitivamente al baúl de la historia”.

Los mensajes

“No me vais a oír nunca prometer algo que no me sienta capaz de llevar adelante”.

“Que los votos sean más importantes que los mercados. Es la política la tiene que resolver los problemas, siempre la política”.

“Hagamos unos bonos europeos... Más democracia, más política, más Europa”.

"Construimos viviendas a un ritmo frenético, completamente desequilibrado”.

“Pedir a las cajas y bancos que de sus beneficios dejen una parte para la creación de empleo”.

“Es posible, no es descartable, que alguna vez el Estado tenga que aportar capital para sanear alguna caja... Si el Estado pone dinero tiene que estar ahí para gestionar bien ese dinero”.

“La sanidad y la educación son de las pocas cosas sagradas e intocables”.

Augura dos años más muy difíciles para el partido socialista

Pero visto en negativo, podría decirse que el PSOE con él tiene demasiadas hipotecas o que las circunstancias determinan en exceso su labor de oposición.

En este año, Rubalcaba ha estado más condicionado desde el exterior que desde el interior del partido, porque, con el paréntesis del congreso de enero, no ha tenido apenas contestación interna. Unos días antes de que asumiera el liderazgo del PSOE, Carme Chacón había renunciado a dar la batalla en unas primarias y también se había frenado la posibilidad de un congreso extraordinario. Las primarias las paró Rubalcaba porque entendía que en ese clima hubiera sido un error lanzarse a una batalla entre el ministro del Interior y la ministra de Defensa, y el congreso extraordinario lo evitó por petición expresa de Zapatero, que se hubiera quedado tres meses como presidente pero sin liderar el partido. Chacón sucumbió a la presión de destacados socialistas y también de otros, como el propio Cándido Méndez, secretario general de UGT. Zapatero había trasladado a Rubalcaba desde hacía tiempo que quería que él fuera el sucesor, pero al entonces presidente se le fue de las manos el proceso sucesorio, como un muñeco diabólico con vida propia.

Hace justo un año ese proceso terminó con el discurso de Rubalcaba. El candidato firmó entonces un armisticio con las federaciones para afrontar en paz las elecciones generales. Luego vivió en diciembre y enero la tensión del congreso del partido que ganó a Chacón, y ahora su oposición provoca algunas incipientes críticas muy localizadas de líderes impacientes. Dirigentes del PSOE consideran que las críticas de Tomás Gómez pidiendo más dureza tienen que ver con la voluntad del líder socialista madrileño por dar el paso para presentarse a unas primarias para las próximas generales, con el vértigo y el espejismo del desgaste de Rajoy y la impresión de que este PSOE no despega ni rentabiliza el malestar ciudadano, según encuestas como la de ayer de Metroscopia para EL PAÍS. Para eso, Gómez tendría que forzarlas para antes de las autonómicas de 2015. Las circunstancias determinarán si Rubalcaba repite entonces como candidato; cuando llegue ese río lo cruzará, pero antes augura tres años muy duros para que el PSOE pueda quitarse el lastre, en medio de convulsiones sociales inevitables.

En el relato del año de liderazgo de Rubalcaba, las circunstancias económicas han hecho su largo camino aún más sinuoso. Su discurso de asunción de la candidatura lo hizo en un momento en el que se aventuraba una recuperación de la economía, pero luego llegó agosto y la recaída. Rubalcaba, desde fuera del Gobierno y sin cargo orgánico, asumió la gestión de la reforma constitucional contra el déficit, negociando con el PP y con su propio partido. Fue el momento en el que tuvo que vencer la resistencia de su grupo y cuando moduló su discurso para incluir las referencias al crecimiento, junto a la austeridad.

Surgen las primeras críticas internas

Todo le llevaba a una derrota electoral segura, en la que a lo más que podía aspirar era a evitar una mayoría absoluta del PP. Pero la recaída de agosto le llevó al desastre del 20 de noviembre, el peor resultado de la historia del PSOE. Ahora, en la dura travesía, navega entre el pacto y la crítica frontal a las medidas de recorte de Rajoy y busca espacio político para moverse. Para otoño prepara una conferencia política en la que se estudiarán propuestas de regeneración que sintonicen y den respuesta al creciente malestar ciudadano contra las instituciones y sus gestores.

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