_
_
_
_

“¿Por qué murió mi hija?”

La familia entierra, cinco meses después, a la congoleña que falleció en el CIE Un juzgado de instrucción de Madrid investiga los hechos

Mónica Ceberio Belaza
Entierro de Samba Martine.
Entierro de Samba Martine.GORKA LEJARCEGI

““Yo te traje al mundo; yo te vi crecer… y ahora no puedo verte ni abrazarte; no me puedo despedir de ti. ¿Para esto has venido a España, hija mía?”. Clementine se inclina, llorando a mares, sobre el féretro de su hija Samba. La acompañan su hijo, dos de sus hermanos y una decena de allegados. Están en la sala de despedidas B del Tanatorio Sur de Madrid. Son congoleños, pero han venido desde distintos continentes para el entierro, celebrado el pasado viernes. Clementine vive en Canadá, su hijo en Francia, otro familiar en Dinamarca… la necesaria y habitual dispersión familiar producto de la pobreza y la situación política en el Congo. Samba murió a los 34 años el pasado 19 de diciembre en el Hospital Doce de Octubre, adonde fue trasladada desde el Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) de Aluche. Llevaba semanas enferma. Su madre no lo entiende. “No veo claro lo que pasó. Todo está oscuro. ¿Por qué murió mi hija?”, se pregunta entre sollozos. Un juzgado está investigando si hay responsabilidades penales. Por eso se han realizado dos autopsias. Por eso el entierro se ha demorado cinco meses. Por eso el féretro estaba cerrado. Por eso Clementine no ha podido abrazar a su hija por última vez.

Aún no hay una decisión definitiva sobre si existió o no alguna negligencia u omisión en el trato que recibió Samba Martine. El juzgado de instrucción número 38 de Madrid investiga los hechos. A través de dos autopsias se ha podido, al menos, determinar el motivo de la muerte: una “criptococosis sistémica”; una enfermedad rara causada por un hongo que suele darse en personas con las defensas muy bajas. Samba era portadora de VIH, pero la autopsia no establece una relación directa entre este dato y la causa de la muerte.

Lo que angustia a la familia de la congoleña es no saber qué pasó, si se podría haber evitado, por qué una mujer sana —a pesar del VIH, nunca había estado enferma— murió de repente, sola, en un hospital en el que había sido ingresada tan solo seis horas antes. Su madre asegura que llevaba semanas quejándose de que no se encontraba bien, pero que, como no sabía hablar español y no le ponían intérpretes, no la entendían.

El primer informe forense que ha solicitado el juez exime de responsabilidad al Estado. La familia no está de acuerdo con estas conclusiones, va a pedir otras opiniones médicas y a seguir exigiendo que se aclare lo ocurrido. Porque tanto su madre como su tío aseguran que hablaron con Samba varias veces en las semanas previas a su muerte y que ella decía que no podía respirar, que estaba mal y que, ante sus quejas, solo le daban analgésicos. “Cuando la fui a ver escribí en español lo que me decía para que lo entregara a los médicos”, afirma su tío materno, Dina Mbala, que vive en Madrid desde hace 10 años.

Judicialmente ha quedado acreditado que la mujer acudió en diez ocasiones al servicio médico del centro de internamiento entre el 12 de noviembre, cuando ingresó, y el 19 de diciembre, el día de su muerte. Solo en una consta que hubiera un intérprete para ayudarla a expresar lo que sentía. La coordinadora de la Cruz Roja que trabaja en el CIE relató más tarde a la policía que sabía que Samba “estaba enferma desde hacía tres semanas”. Pero nadie lo consideró lo suficientemente grave como para llevarla a un hospital o a un centro de salud hasta seis horas antes de fallecer.

Dina habló con ella varias veces cuando decidió venir a España con su hija de nueve años, Bijoux. “Su marido se había marchado unos meses antes a Francia y se iban a reunir con él”, dice, aunque la madre asegura que estaban medio separados. Samba viajó con su pequeña en avión a Mauritania, y desde allí las dos hicieron un largo camino en autobuses y camiones de Nuakchot a Melilla, adonde llegaron el pasado agosto. A la niña la metió más tarde en un avión destino París para que se reuniera con su padre, y ella se quedó en Melilla. Según su familia, había pedido asilo político, pero no consta en ningún lugar.

En Melilla residía en el centro de estancia temporal de inmigrantes (CETI), de donde pueden salir y entrar libremente. Pero tras el aumento, en los últimos años, de la inmigración que entra por Ceuta y Melilla, cuando los CETI se saturan, las autoridades trasladan a los inmigrantes a centros de internamiento de la Península, que sí conllevan privación de libertad. Fue lo que le ocurrió a Samba, que fue internada en el CIE de Madrid el 12 de noviembre. No tenía antecedentes, pero carecía de papeles para entrar y residir en España.

Un mes más tarde, murió. Su entierro se ha pospuesto varias veces. La última, a finales de mayo. La madre de Samba ya estaba en España, y el marido y su hija iban a llegar poco después desde Francia. Pero el juzgado lo canceló a última hora y el marido no volvió a conseguir permiso en el trabajo para viajar. Bijoux no asistió al entierro. Clementine, vestida de blanco, la despidió en su nombre.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Mónica Ceberio Belaza
Reportera y coordinadora de proyectos especiales. Ex directora adjunta de EL PAÍS. Especializada en temas sociales, contó en exclusiva los encuentros entre presos de ETA y sus víctimas. Premio Ortega y Gasset 2014 por 'En la calle, una historia de desahucios' y del Ministerio de Igualdad en 2009 por la serie sobre trata ‘La esclavitud invisible’.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_