_
_
_
_
_

"Hemos aprendido nuevas acrobacias para poder pagar el piso y la comida"

"En solo tres meses, nuestro sueldo familiar se ha reducido a la mitad"

Mi marido y yo compartimos la desdicha que el nimileurismo ha creado en nuestras vidas. Hasta hace bien poco, ambos disfrutábamos de sueldos que nos permitían vivir con relativa comodidad: viajábamos, salíamos a cenar entre semana e incluso nos permitimos casarnos hace dos años.

Él, argentino (34 años), ingeniero mecánico, huyó de la crisis en su país atraído por una beca de doctorado para estudiantes de élite en la UPM. Cuando los cuatro años de beca (1.200 euros al mes) se han cumplido y aún no ha defendido su tesis, le han hecho un pseudo-contrato-beca de menos de 900 euros hasta junio y sin posibilidad de solicitar el paro cuando la beca finalice. Entonces, será doctor en ingeniería mecánica, título no valorado por las empresas españolas, pero enormemente apreciado fuera de nuestras fronteras.

Yo, española (32 años), soy filóloga, con un máster y a punto de finalizar otro, y tres idiomas. Trabajaba en una empresa ganando un buen sueldo hasta que me quedé en el paro debido a una enfermedad hace tres meses, exactamente la misma fecha en la que a mi marido se le acabó el contrato. Actualmente, estudio el doctorado en la UCM y no tengo posibilidad de optar a una beca por mi edad y porque las que existen, son escasísimas. La UCM solo puede ofrecerme pequeñas becas de corta duración y un salario que no puedo aceptar, porque tendría que renunciar al paro (900 euros).

En solo tres meses, nuestro sueldo familiar se ha reducido a la mitad. Ya no podemos permitirnos ningún lujo y nuestros finales de mes se han convertido en retos muy entretenidos donde hemos aprendido nuevas acrobacias para poder pagar el piso, los gastos y la comida. Al menos hemos añadido emoción a nuestras vidas. Sin embargo, después de tantos años estudiando y preparándonos para ser los mejores en nuestro campo, estamos cansados de estos quebraderos de cabeza que no nos merecemos porque, además, ni siquiera podemos aspirar a tener hijos.

Ambos hemos entendido que este país no tiene sitio para nosotros por más que nos esforcemos. En septiembre nos vamos a EE UU, donde una universidad nos permitirá vivir con dignidad y desahogo. Espero, en unos años, poder volver a España, que es la tierra en la que deseo vivir, pero por ahora, supongo que tengo que agradecer a un país que sí nos quiere dar una (buena) oportunidad, mientras España prefiere dejar volar a los jóvenes que el mismo Estado ha preparado. ¿Para qué sirven la educación y las becas, entonces? ¿Para ofrecer jóvenes preparados a otros países mientras ves al tuyo derrumbarse?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_