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Morenés evita hablar de “guerra” en su primera visita a las tropas en Afganistán

El ministro dice que la misión es “la más dura” y conlleva “elevados riesgos”

MIGUEL GONZÁLEZ (ENVIADO ESPECIAL)
El ministro de Defensa, Pedro Morenés (con traje), junto a los soldados españoles desplegados en la base de Herat, en Afganistán.
El ministro de Defensa, Pedro Morenés (con traje), junto a los soldados españoles desplegados en la base de Herat, en Afganistán.MINISTERIO DE DEFENSA

El programa electoral con el que el PP ganó las pasadas elecciones se comprometía a “reconocer la verdadera naturaleza” de las misiones que realizan las Fuerzas Armadas en el exterior. Durante los últimos ocho años, el PP ha reprochado al Gobierno socialista que no dijera que las tropas españolas están inmersas en una guerra en Afganistán. La anterior ministra de Defensa, Carme Chacón, solo llegó a admitir que los soldados actuaban en un “escenario bélico”. Ni un paso más.

Pero, en su primera visita al contingente español en Afganistán, el nuevo ministro de Defensa, Pedro Morenés, también evitó utilizar las palabras guerra o combate. Solo habló de “operaciones tácticas” en una “zona de operaciones”. Y subrayó, en términos similares a los que empleaba Chacón, que la misión en Afganistán es “la más dura de todas las que España ha participado” y que “conlleva, en muchas ocasiones, elevados riesgos”.

Morenés, un independiente ajeno a la polémica partidista, no parece inclinado a criticar al anterior Gobierno por no llamar a las cosas por su nombre. El nombre de las cosas, además, no es el mismo cuando se habla desde la libertad de estar en la oposición que cuando se hace desde la responsabilidad sobre la seguridad de los soldados. Más que a impartir lecciones, el nuevo ministro llegó a Afganistán dispuesto a escuchar a los militares que están sobre el terreno y sacar sus propias conclusiones.

En las dos arengas que dirigió a los soldados, en la base de apoyo avanzado de Herat y en la base principal de Qala-i-Naw, se limitó a glosar su trabajo y a subrayar que no solo “contribuyen de manera importante a reforzar el papel de España en el orden internacional y a fortalecer nuestra imagen en el mundo”, sino que“también colaboran de forma activa y directa en la seguridad de nuestros compatriotas”. Según sus palabras, “España se hace allí [en territorio español] y se hace aquí [en suelo afgano]”.

No hizo ninguna alusión pública a los diez años que llevan las Fuerzas Armadas en Afganistán, con un coste total de 2.500 millones de euros. Ni siquiera citó el calendario de retirada anunciado por el anterior Gobierno. En teoría, Defensa mantiene el plan de reducir en un 10% el contingente de 1.521 efectivos este año, pero sin prisa. No en el primer semestre, como dijo Zapatero, sino a lo largo de todo el año. En todo caso, se compensará con la incorporación de casi 300 militares procedentes de los cuarteles generales de Bétera (Valencia), Retamares (Madrid) y el Eurocuerpo (Estrasburgo) al Estado Mayor de la OTAN en Kabul en dos turnos de seis meses.

La tarea que tiene aún por delante el contingente español en Afganistán es ardua. La conclusión del tramo de la Ring Road –la única carretera asfaltada del país-- que recorre la provincia de Badghis, bajo control español, está pendiente de que la empresa turca a la que se han adjudicado las obras las inicie la próxima primavera. Y la retirada de las fuerzas de EEUU de Badghis cuestiona la viabilidad de un proyecto que implica limpiar el valle del Burghab, bastión de talibanes y narcotraficantes.

Como alternativa, el Ejército español y el Nuevo Ejército Afgano (ANA) se centran en mantener abierta al Ruta Lithium, que une la capital, Qala-i-Naw, con el norte de la provincia. Los militares españoles mantienen dos bases avanzadas en Ludina y Darra-i-Bum, mientras que los afganos se han instalado en Golojirak, al norte. Si se cumplen los plazos, la ruta estará pavimentada, y despejada, a final de año. Pero sería la primera vez que en Afganistán se cumple algún plazo.

La retirada de las tropas españolas, que debería acelerarse en 2013 para culminar en 2014, depende en buena parte de la formación de la 207 brigada del ANA, a la que el Ejército español apoya con siete Equipos de Monitorización y Enlace (OMLT) militares y policiales, para que se haga cargo cuanto antes de la seguridad de Badghis. La brigada ya tiene unos 2000 de sus 3000 futuros efectivos en Badghis, pero su grado de formación, adiestramiento y equipamiento es mucho más discutible. Como lo es el carácter irreversible del paso dado por 1.200 insurgentes que han entregado sus armas en la provincia de Badghis.

Morenés rindió homenaje a los 97 militares españoles muertos en Afganistán. En la placa conmemorativa aún falta el último: el sargento Joaquín Moya Espejo, muerto en un ataque de los talibanes el pasado 6 de noviembre. 

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Sobre la firma

MIGUEL GONZÁLEZ (ENVIADO ESPECIAL)
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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