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ANÁLISIS
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Gallardón no mira la foto de Bilbao

Gallardón le ha venido a decir a la izquierda 'abertzale' que sin arrepentimiento todo seguirá igual

La multitudinaria manifestación celebrada el sábado en Bilbao.
La multitudinaria manifestación celebrada el sábado en Bilbao. SANTOS CIRILO

Tenía razón la izquierda abertzale cuando el pasado sábado, bañada todavía por la euforia de una multitidunaria manifestación, advertía de que les aguarda un largo recorrido para situar a los presos de ETA más cerca de su libertad. El ministro de Justicia les acaba de confirmar sus temores al desgranar la hoja de ruta que aplicará “con firmeza” el Gobierno de Rajoy, muy alejada, sin duda, de las reivindicaciones que contenía el Acuerdo de la Conferencia de Paz de San Sebastián. En esencia, Alberto Ruiz-Gallardón les vino a decir lo que tanto temen escuchar: si no hay arrepentimiento ni perdón a las víctimas, todo seguirá igual que hasta ahora.

Así las cosas, podría interpretarse de inmediato que Madrid no ha reparado siquiera en la fotografía de la reciente manifestación. O, tal vez, que el silencio suponga su significativa respuesta al elocuente mensaje que se desparramó por las pobladas calles de Bilbao. En todo caso, se antoja concluyente que el nuevo Gobierno no va a mover un dedo en la política penitenciaria si antes no aprecia un guiño desde las cárceles. Y lo hará por encima de las renovadas pretensiones del lehendakari, Patxi López, y del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, que han vuelto a actualizar su conocido posicionamiento a favor de una mayor flexibilidad de la ley porque entienden que así se facilitaría a los presos etarras la ansiada reinserción a la democracia.

Pero Rajoy, desde luego, no tiene la misma prisa. Muy al contrario, está haciendo de la dilación la esencia de su estrategia política ante el nuevo escenario que supone en Euskadi la ausencia de la violencia. Y, claro, ahí no encontrará el apoyo de López y de Urkullu, convencidos ambos de que esa mano dura así solo contribuye a alimentar el victimismo abertzale, esencia de buena parte de la actual fortaleza electoral de Bildu y Amaiur. Ahora bien, tampoco esta incomprensión incomodará en exceso al presidente popular porque sabe que así seguirá teniendo la adhesión de ese amplio sector de su partido instalado aún en el convencimiento de que solo a partir de la desaparición de ETA se podrá hablar de que existe un nuevo tiempo de democracia en el País Vasco. No obstante, mirar demasiado tiempo hacia otro lado no deja de ser un ejercicio de peligroso escapismo.

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