Diferencias en los estilos de hacer política
Lo que se va a dirimir en el 38 Congreso es una cuestión de poder Los puntos fuertes de Rubalcaba son los débiles de Chacón y viceversa
Lo peor que le podía ocurrir al PSOE en esta tesitura es que celebrara su 38 Congreso sin competición por su secretaría general. La sensación de ausencia de futuro sería demoledora. De ahí que la confirmación, el viernes, de que la ex ministra de Defensa, Carme Chacón, competirá con el ex vicepresidente, Alfredo Pérez Rubalcaba, por la secretaria general del partido, aunque previsible, no ha dejado por ello de ser un alivio para la militancia socialista.
Dicho esto, resulta difícil encontrar diferencias ideológicas, e incluso políticas, de calado entre ambos contendientes. No sólo han formado parte del mismo Gobierno en puestos muy importantes sino que, además, han gozado de una confianza especial y han tenido un acceso privilegiado con el ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero. En los más de cuatro años de convivencia gubernamental no se les conoce ninguna disputa política e ideológica.
Lo máximo que se puede decir de ambos y de lo que se conoce de sus candidaturas es que Rubalcaba ha desarrollado más la renovación del modelo socialdemócrata como alternativa al reto de la recesión económica y que Chacón ha sido más avanzada en la renovación orgánica del PSOE.
Pero hasta esa primera diferencia se difumina en las últimas horas. Así, Chacón en su presentación como candidata el sábado en Olula del Río (Almeria) se esforzó por desarrollar su alternativa socialdemócrata mientras la candidatura de Pérez Rubalcaba presentó, el miércoles, en Madrid un texto de renovación orgánica, “38 propuestas..y más”, que cubría su vacio en este terreno.
En todo caso, el debate ideológico y político no va a ser crucial en el 38 Congreso del PSOE porque necesita tiempo. La gravedad de la recesión económica y los cambios políticos que está generando a escala global y nacional empujan a que sea un debate que se irá dirimiendo en los próximos meses al hilo de los acontecimientos internacionales y nacionales.
A escala nacional tampoco se va a dirimir de una tacada el tipo de oposición que ejercerá el PSOE al Gobierno de Rajoy. Tanto Pérez Rubalcaba como Chacón apelan a la oposición útil que Zapatero esgrimió ante el Gobierno de José María Aznar. Pero no resulta fácil combinar esa “oposición útil” con la firmeza en la defensa de los derechos sociales de los ciudadanos a los que también apelan ambos.
La ambiguedad de la ponencia-marco del 38 Congreso, aprobada en la reunión del Comité federal del PSOE de ayer, es el mejor reflejo de que el debate ideológico y político estará abierto entre los socialistas por un largo tiempo, que trascenderá con mucho a su Congreso de febrero.
Así es que lo que se va a dirimir en el 38 Congreso del PSOE es una cuestión de poder: quién va a dirigir el primer partido de la izquierda española. Y lo que sí se presenta ante los socialistas es una encrucijada entre dos opciones, con sus puntos fuertes y sus puntos débiles.
La gran baza de Pérez Rubalcaba es su solvencia y experiencia política, con éxitos sonados en materia educativa y, sobre todo, en un punto crucial como es la política antiterrorista. Haber contribuido de forma decisiva a la resolución del problema político más grave, pendiente desde la Transición democrática española, el terrorismo de ETA, le avala como un candidato propicio para situaciones tan difíciles como la que se le presenta al PSOE en estos momentos, hundido en el poder nacional y territorial.
Y lo que es la gran baza de Rubalcaba se convierte en el punto más vulnerable para Chacón que, aunque nadie discute su capacidad de trabajo demostrada en las tareas que le asignó Zapatero en la Vicepresidencia del Congreso, Vivienda y Defensa, aún está por demostrar su capacidad de liderazgo ante situaciones tan complicadas como las que se han presentado en este país.
Chacón, a su vez, aporta a su favor un gran entusiasmo político que, unido a su juventud, encarna mejor la imagen de renovación frente a un veterano político, de 61 años, como es Pérez Rubalcaba. Lo refleja, también, en su estilo mitinero frente al didáctico de Rubalcaba. Y ese punto fuerte de Chacón es precisamente el más débil de Rubalcaba.
Esta baza, la de la imagen renovadora, es la que tratará de explotar Chacón para ganarse el apoyo de los delegados frente a Rubalcaba en una votación mucho más abierta como es la que propicia un Congreso y cuyo resultado, por tanto, está abierto a grandes incertidumbres.
Pero Chacón, al tratar de encarnar la renovación y el cambio de modo más convincente que su rival, Rubalcaba, ha profundizado en la autocrítica y en el desmarque de la gestión del Gobierno Zapatero de la crisis económica, lo que ha sorprendido en los ámbitos cercanos al ex presidente. Su primer manifiesto, Mucho PSOE por hacer, sorprendió por sus duras críticas a la gestión de la crisis por parte de Zapatero y por su apelación a la “lealtad mal entendida” por no habérselo hecho notar. Y sorprendió porque a Chacón, muy próxima a Zapatero, también en el terreno de la amistad, no se le conoció ninguna crítica a la gestión del entonces presidente.
También sorprendió un segundo manifesto, el martes, en el que criticaba la insuficiencia de la respuesta a la corrupción por parte del Gobierno Zapatero, atribuido a otro miembro de su equipo, Cristina Narbona.
Esta actitud de Chacón ha empujado a Rubalcaba, que durante la campaña electoral también tuvo desmarques respecto de Zapatero, a convertirse en el defensor de la gestión del Gobierno anterior esgrimiendo la bandera de la coherencia política.
Y es precisamente en los estilos de hacer política en los que se están apreciando diferencias entre los candidatos. Rubalcaba, que lleva ventaja de unos días a Chacón en su andadura como candidato declarado, ya ha señalado que la salida a esta encrucijada del PSOE no está en las autocríticas profundas —en referencia al texto de Chacón— ni en las refundaciones ni en los grandes gestos sino en la adaptación de los contenidos de la socialdemocracia a los nuevos retos económicos y sociales. Con ello trata de fijar un terreno de debate a su rival: el de los estilos de hacer política.
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