Un error político
La negativa a autorizar que Amaiur forme grupo responde a inercias anacrónicas del PP
Con independencia del sentido del informe de los servicios jurídicos de la Cámara, el PP, que tiene mayoría en la Mesa del Congreso, pudo haber dado luz verde a la petición de la coalición Amaiur de formar grupo parlamentario propio. Hizo lo contrario porque su política respecto a la izquierda abertzale sigue siendo la de la máxima dureza dentro de lo que la ley permita. La prueba de que se trataba de una decisión política es que sigue a la de Rajoy de excluir a Amaiur de la ronda de contactos previos a su investidura, porque “persigue objetivos que no contempla la Constitución”.
El dilema era político, y el PP ha cometido un error que también lo es: primero, porque la renuncia de ETA al terrorismo ha dejado sin sentido la estrategia seguida para que la izquierda abertzale forzase esa retirada; segundo, porque favorece las posturas contrarias a la participación normalizada en las instituciones, tema sobre el que la coalición está dividida; tercero, porque es posible que el recurso que ayer presentó prospere (o que llegue hasta el Tribunal Constitucional convertido en una cuestión de derechos políticos conculcados), lo que colmaría las aspiraciones de los más radicales.
Un error, además, con dudosa fundamentación jurídica, porque (aparte de que, según Bono, había otro informe que avalaba la pretensión de Amaiur) el ahora conocido resulta contradictorio con numerosos antecedentes e incluso con la simultánea decisión de autorizar la estratagema de UPyD de integrar provisionalmente a un diputado de otro partido para alcanzar, no menos provisionalmente, el porcentaje de votos requerido por el reglamento para formar grupo propio. No se entiende por qué esa operación sería aceptable y la de formar grupo solo con los escaños obtenidos por Amaiur en Euskadi no lo sería. El informe apenas entra en el fondo de la cuestión, que podría simbolizarse en la paradoja de que el PNV, con cinco diputados en el País Vasco, pueda tener grupo, y Amaiur, con seis en esa comunidad, no.
Además, es poco inteligente. La historia está llena de ejemplos de partidos que sin ser en su origen democráticos se democratizaron en el ejercicio de la política parlamentaria. Por supuesto que a la izquierda abertzale actual, eje de Amaiur, le falta un largo camino para poder ser considerado un partido como los demás. Pero su evolución hacia la democracia es clara, y no se ve cuál sería la ventaja de ponerle trabas a su participación institucional, una vez que se ha producido el cese de la violencia.
Ni siquiera es cierto que al privarle de grupo se reduce el riesgo de una utilización demagógica de las instituciones para atacarlas. Son precisamente decisiones como la adoptada ahora lo que alimenta el discurso de quienes buscan, antes que nada, darse la razón retrospectiva sobre su rechazo de una democracia a la que acusan de seguir dominada por la “intransigencia española de siempre”.
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