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Rajoy, sobrado en el papel de presidente

El líder del Partido Popular considera que la campaña es demasiado larga

Mariano Rajoy se fotografía con una simpatizante en Oviedo.
Mariano Rajoy se fotografía con una simpatizante en Oviedo.MIGUEL RIOPA (AFP)

“Voy a empezar diciendo unas cosas y luego voy a decir otra cosas”; “a estos señores del Gobierno solo puedo decirles buenos dias, buenas tardes y buenas noches” y “hoy dormí poco porque me acosté tarde y me levanté pronto”. Mariano Rajoy hace caso omiso a los papeles que le preparan sus colaboradores y repite en cada mitin lo mismo, sin incorporar novedades y repitiendo frases tan obvias como las citadas.

“A lo mejor las campañas duran mucho”, confesó ayer a los periodistas con tono de hastío. Se le ve sobrado, se siente presidente y ni siquiera pone en duda las encuestas, ni se molesta en hacer la salvedad de que aún tiene que ganar las elecciones, por muy óptimas que sean la expectativas.

A Alfredo Pérez Rubalcaba ni le menciona. No existe el candidato socialista. Cuenta que su hijo, que le acompañó el domingo, cree que su rival es Zapatero y el día del debate preguntaba quién era ese otro señor calvo.

Rajoy tuerce el gesto, encoge los hombros y contesta con tono despectivo cuando se le pregunta por la decisión de Rubalcaba de incrementar el número de mítines. Eso no vale para nada, viene a decir, descreído de la eficacia de este tipo de actos y lamentando que desde el mes de julio tenga que estar protagonizándolos por toda España.

Lo que se discute aquí es si vamos a seguir arrastrándonos. Si le damos a Europa el mensaje de que somos un gran país y que queremos estar en la primera división o si nos hemos rendido

En el manual de las campañas está que el candidato lleve elaborado un texto base que va readaptando en cada mitin, introduciendo nuevos asuntos cada día y buscando el corte que le interese en los directos de la televisión. A Rajoy esta vez le da eso lo mismo, habla de “unas cosas y luego de otras cosas”. Y ayer dijo que no piensa cambiar en los cuatro días que le quedan de trámite.

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Se ve presidente, le sobra la campaña electoral, habla de su Gobierno y de sus planes y hasta explica cómo las elecciones por sí solas nos evitan una intervención como la de Italia.

Rajoy, relajado, se esfuerza en cada mitin en intentar transmitir confianza en la economía española y sostiene ante los periodistas que se ha encargado de trasladar a la canciller alemana Angela Merkel y al primer ministro francés Nicolas Sarkozy que después de las elecciones él cumplirá con sus compromisos. Considera un disparate pedir, como ha hecho Rubalcaba, una demora de dos años en los plazos de la UE para reducir el déficit.

Se le nota que está metido en el traje de presidente del Gobierno porque lo que que más le preocupa es la imagen de España en Europa. Confianza, confianza, confianza, repite sin parar.

De hecho, como si ya cayera sobre sus espaldas el peso de la situación económica, el candidato popular revela que habla habitualmente con José Luis Rodríguez Zapatero y con Elena Salgado. Le dicen que se cumplirán las previsiones de déficit para este año y él comenta resignado que tiene sus dudas, pero que no tiene más remedio que creerlo.

Detalla planes de presidente como la revalorización de las pensiones, que hará en todo caso, porque sostiene que es cuestión de prioridades y él tiene claro que la suya es ésa. Otra cosa son otras medidas como el sueldo de los funcionarios o la reducción del impuesto de sociedades que quedan condicionadas a lo que se encuentre, según su propia expresión. Se siente presidente porque habla de su Gobierno, aunque no salga de las obviedades. En los mítines promete un “Gobierno serio”, lo cual es bastante obvio porque nadie ofrecería lo contrario, y a los periodistas nos dice que habrá independientes en su Ejecutivo, lo cual tampoco es mucho decir porque no ha dejado de haberlos desde 1978.

Y se nota que se siente presidente porque no quiere someterse a ruedas de prensa durante la campaña. Lo más parecido fue ayer un encuentro de 15 minutos con los periodistas, amable, pero sin micrófonos ni cámaras, de tal forma que sus palabras no le comprometen.

Está tan sobrado que ya reparte invitaciones a La Moncloa y a los jóvenes que en Oviedo le gritaban “¡oa oa oa, Mariano a La Moncloa!”, les dijo anoche: “Os voy a invitar para que vayáis a verme allí”.

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