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En las calles de Euskadi impera la cautela

La sensación de los vascos ante el comunicado es agridulce

Un grupo de personas en la playa de la Concha (San Sebastián).
Un grupo de personas en la playa de la Concha (San Sebastián).JESÚS URIARTE

La sensación en la calle es agridulce e impera la cautela. Los donostiarras reciben la noticia del cese definitivo de la violencia de ETA con una mezcla de escepticismo y satisfacción. Maite, agente inmobiliaria, de 60 años cree que los partidos tienen que ponerse firmes y estar unidos: “Todos tendrán que ceder un poco para lograr acuerdos definitivos. No basta con que cada uno tire por su lado”.

Jesús, camarero de 57 años, cuenta al otro lado de la barra que la noticia está muy bien. Acaba de verlo por la televisión: “Esta vez sí me lo creo”, señala. Una joven que pasea por la calle afirma que era lo esperado. Ane, responsable de márketing de 37 años cuenta que hace unos minutos lo acaba de escuchar por la radio: “Se me ha puesto la carne de gallina”. Una pareja de malagueños, Isabel y Paco, de vacaciones en la capital guipuzcoana dice con rotundidad: “Es mentira. El tiempo lo dirá”. Acaban de leerlo en Twitter. “Lo han dicho muchas veces, aunque no parece tan probable como ahora. Pero nos suena raro”, añaden.

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Paco e Iban toman unas cañas fuera de un bar mientras fuman. Paco opina que es una buena noticia: “Ojalá sea la definitiva”. Su compañero de poteo no se fía. “También han estado de tregua y han hecho lo que han querido”. Ambos amigos coinciden en que puede haber un sector de la banda terrorista que se escinda y opte por seguir con las armas. “Puede surgir un grupúsculo, sería lo más probable”, asegura Iban. En los bares la gente habla con mucha prudencia.

En la Parte Vieja todo está tranquilo, bastión durante años de la kale borroka. La gente pasea ajena a la decisión de ETA. El tiempo marcará los ritmos para digerir la noticia porque los ciudadanos manifiestan que todavía hay mucho camino por recorrer en el proceso de paz. Maribel, jubilada de 62 años, describe el día como el “más esperado por toda la sociedad vasca” y añade “que diga que deja las armas es vital, ahora falta que diga que desaparece. Los políticos tienen que colaborar en el camino que empieza y que será duro hacia la reconciliación entre los vascos”.

Paula, de 38 años, que ha conocido en su familia lo que ha sido llevar escolta y estar amenazado por ETA, valora con sorpresa la noticia: “Tienen que ser más explícitos y decir no solo que dejan las armas sino que desaparecen para que me lo crea. Además, como ciudadana me cuesta olvidar los muertos que quedan en el camino pero entiendo, y admiro a quienes están dispuestos a sentarse a negociar con los etarras”. Luis, párroco euskadún de una iglesia donostiarra cree es un paso definitivo hacia la paz pero no le ha gustado los términos en los que se expresa la banda. “No tienen derecho a hablar de diálogos, tienen que cerrar el chiringuito y luego veremos cuáles son las reivindicaciones políticas”. El sacerdote opina que la sociedad espera que tengan la entereza suficiente para hacer una seria autocrítica. “Durante 32 años han hecho muchas barbaridades, han sido la mayor desgracia de Euskal Herria y deben retractarse”, añade.

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Son muchos años esperando la noticia y el cuento de que viene el lobo ha calado entre los donostiarras y vascos en general. Así lo ve Álvaro mientras se toma un vino. “Ahora, si ésta es la definitiva, bienvenida sea”.

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