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Un grupo de indignados ocupa un hotel en el centro de Madrid

Tras la asamblea de anoche en la Puerta del Sol, un grupo de activistas decidió instalarse en un edificio abandonado en la calle Carretas

Gloria Rodríguez-Pina

La idea de ocupar un espacio en Madrid planeó anoche en varias ocasiones durante la asamblea celebrada en la Puerta del Sol tras la multitudinaria manifestación del 15-O. Llegaron noticias de que en Barcelona los indignados habían ocupado varios hospitales y la sede de la televisión autonómica, TV3, y en Madrid algunas voces pidieron ocupar Telemadrid o el pirulí de RTVE. El plan se concretó finalmente a pocos metros de la puerta del Sol, en el hotel Madrid de la calle Carretas.

“La idea es liberar espacios para el uso común”, explicaba una joven. Un compañero añadía que se trata de “hacer pública la propiedad privada”. El tema de la falta de espacios comunes y la cantidad de edificios abandonados se ha debatido ampliamente en asambleas de barrios, aseguran, pero la decisión de ocupar este edificio, que sabían que estaba abandonado, fue espontánea. No tienen decidido aún qué uso darán al inmueble ni cuánto tiempo se quedarán, pero barajan entre otras ideas mantenerlo para alojar a familias desahuciadas por el impago de hipotecas. En todo caso, afirman, “se le dará el uso que la gente quiera, el que las asambleas de barrio decidan”.

Como cuentan varios indignados –prefieren no identificarse- que han pasado la noche de guardia ante el edificio para tratar de impedir cualquier posible intento de desalojo, “un grupo de personas que quería hacer algo más dinámico, poner un colofón al día festivo”, decidió tomar el hotel sobre las doce y media de la noche. Antes, se acercaron a la sede de la cadena SER, en la cercana Gran Vía, para pedir que emitiesen un manifiesto que hasta el momento no ha sido difundido. Aproximadamente a las tres y media de la mañana, los ocupas leyeron un comunicado en el que han anunciado su intención de permanecer y mediante el que se declararon no violentos.

Tras una ocupación, las 72 horas siguientes son críticas. Si la policía no interviene durante ese espacio de tiempo para desalojar a los nuevos inquilinos del lugar abandonado, según relatan, podrán quedarse hasta que el dueño del inmueble presente una denuncia y esta siga su curso legal, y eventualmente, un juez emita una orden de desalojo. Para tratar de evitar la intervención policial en esas 72 primeras horas, unas 50 personas han pasado la noche en las aceras, ante el hotel. Desde una ventana del primer piso del edificio, quienes estaban dentro les han lanzado mantas y sábanas para protegerse del frío, que ya empieza a dejarse notar en Madrid.

La policía no ha intervenido durante la madrugada. Solo cerca de las ocho de la mañana, cuando comenzaba a amanecer, un grupo de municipales se ha acercado al lugar para informarse sobre sus intenciones y pedirles, tranquilamente, que despejasen la acera para que los peatones que circulan por el céntrico lugar pudiesen transitar sin problemas. “Han sido muy majetes y muy educados”, relataba un joven que ha pasado la noche en vela antes de irse a trabajar. Apuntaba, sin embargo, que otros dos agentes que pasaron en coche ante ellos les gritaron “¡guarros!, como llaman los nazis a los hippies”.

Preguntados sobre si el Movimiento 15-M respalda la ocupación, los jóvenes indignados aclaran que “el 15-M no es un autoridad, sino personas que salen a la calle a luchar”. Las asambleas si quieren apoyan las acciones o si no, se desvinculan, recuerdan. “Para muchos esta acción es una respuesta legítima, aunque hay gente dentro del movimiento que no lo ve”, reconocen. Subrayan, no obstante, que en el 15-M “no todo son espacios cerrados de decisión”, y que en los inicios, allá por el mes de mayo, se decidió que se podían emprender individualmente acciones pacíficas. “Esto es un acto de desobediencia civil”, declaran. Por la mañana les han llegado noticias sobre otra ocupación ocurrida durante la noche en una calle perpendicular a la Gran Vía.

Cuando se iban acercando las diez de la mañana, el número de jóvenes que hacían guardia ante el hotel se había reducido considerablemente, y los que quedaban esperaban el relevo –“y cualquier aportación voluntaria, como comida, café…”-. Dada la espontaneidad de la ocupación, el cambio de turno no estaba completamente asegurado. Confiaban, eso sí, en que sus mensajes a través de la red social Twitter consigan a llevar hasta allí “a los que no estén aprovechando la mañana del domingo para dormir”. Lo que tenían claro los de dentro, y los de fuera, es que de ahí no piensan moverse. Al menos no voluntariamente.

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