La tía Pepica también está indignada
La marcha del 15-M que partió de Valencia rumbo a Madrid recaba las quejas de los pueblos Los vecinos piden suprimir el Senado, "revisar" la monarquía y la democracia participativa
Lleva veinte días caminando, soportando el calor, y haciendo malabarismos para sortear la falta de recursos. “Es la experiencia más bonita de mi vida”, afirma Pau, estudiante de magisterio musical de 30 años, y portavoz de la marcha de 70 indignados que partió de la plaza del Ayuntamiento de Valencia rumbo al epicentro de las protestas, la puerta del Sol de Madrid, donde el próximo día 23 confluirá una riada humana procedente de toda España para clamar contra el Pacto del Euro. Pau, como todos sus compañeros de viaje, evita dar su apellido para no romper el carácter horizontal del movimiento.
La comitiva recorre 15 kilómetros diarios (de un total de 500), duerme de prestado –unas cinco horas de media- en casas, frontones y polideportivos municipales y come gracias a la generosidad de los vecinos. “Estoy alucinado con la buena acogida que tenemos: los coches nos pitan y la gente sale de los bares para aplaudirnos”.
Son las dos de la tarde y Pau ultima los preparativos de la asamblea diaria. El grupo ha recalado en Moixent (La Costera, 4.700 habitantes) para escuchar las inquietudes de los vecinos de este municipio a la orilla del río Cañoles. La asamblea mantiene el tono que envuelve al movimiento -horizontal, sin líderes- y arranca con la lectura de un manifiesto que reclama la democracia participativa y vías alternativas de participación en el sistema. Se completa con aportaciones locales, como la supresión de las Diputaciones, la implantación de los presupuestos participativos o la “revisión de la monarquía”. La poesía Indignats de les Ènoves de Vicent Andres Estelles cierra la convocatoria.
La marcha integra a parados, trabajadores y estudiantes de entre 20 y 30 años (algunos desaparecieron para la selectividad o los exámenes universitarios). Pretende sumar compañeros de viaje en cada destino. Salvador, de 67, es el verso suelto. Se unió para “reclamar la verdadera democracia”. El grupo asegura que su indignación es universal. “Los políticos no nos representan y los causantes de la crisis siguen en la calle”, resume.
“Si yo fuera Franco, os fusilaba”. La amenaza de un octogenario en la calurosa plaza de San Antonio de Requena (2.100 habitantes), a 70 kilómetros de Valencia, les descolocó. “Fue solo un encontronazo en medio de la marea de solidaridad que estamos recibiendo”, afirma Montse Viana, técnica en salud ambiental, de 45 años, y “cabeza de ruta” de un grupo de diez indignados, que en los próximos días se fundirá con la comitiva de Pau a la altura de Utiel.
Su grupo, de entre 25 y 45 años, ha entablado el primer contacto con los vecinos de Los Pedrones (286 habitantes). “Organizamos una asamblea, les escuchamos y después añadimos las sugerencias al manifiesto, explica esta mujer de tono afable, que en 1996 se enroló en una ONG para participar en la reconstrucción la devastada Bosnia.
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