_
_
_
_
Desarrollo en África
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La paz está de moda en África

Pese al estereotipo, el continente tiene arraigada una cultura de no violencia y, por suerte, cuenta también con poderosas tradiciones a sus espaldas que la refrendan, reinventan y vindican

Retrato de mujeres sudanesas que forma parte de la exposición ‘En sus manos: Mujeres haciéndose cargo de la paz’.
Retrato de mujeres sudanesas que forma parte de la exposición ‘En sus manos: Mujeres haciéndose cargo de la paz’.UN Photo/Maimana El Hassan

“¿Cómo nos sentiríamos nosotros, los europeos, si el mundo solo supiese cómo morimos, pero nada de nuestras vidas?”, Henning Mankell, El cerebro de Kennedy

¿Sabía usted que ubuntu es mucho más que un software libre? Más aún: el nombre del famoso sistema, como tantas otras cosas, como el propio ser humano, hunde sus raíces en África.

Los conflictos bélicos crecientes asociados a la globalización constituyen un problema de máxima relevancia en África. Junto a las consecuencias directas de las descolonizaciones mal hechas, nuevas y viejas formas de contienda convierten muchos lugares del continente en escenarios recurrentes de guerras y masacres, palabras estas, además, que suelen ocupar los noticiarios habituales y que contribuyen, una vez más, al nefasto estereotipo del África intrínsecamente problemática y violenta, atrasadamente no moderna, inexplicablemente primitiva.

Esta reflexión propone, desmarcándose de lo anterior y partiendo como marco teórico de los estudios sobre la paz, traer a colación experiencias africanas que muestren su gran dinamismo en, precisamente, lo opuesto a las diversas formas de violencia: el amplio y necesario campo de la resolución de conflictos, del restañamiento de profundas heridas sociales y humanas a través de la no violencia.

La cultura de la no violencia

Curiosamente, el Día Internacional de la Paz (el 21 de septiembre desde 2001, aunque reconocido desde 1981) y el Día Internacional de la No Violencia (desde 2007, el 2 de octubre, en la poderosa efeméride del nacimiento de Mahatma Gandhi), son dos días distintos. ¿Dos cosas distintas? ¿Es solo una cuestión de interés puramente dialéctico que no violencia y paz sean dos conceptos diferentes –aunque evidentemente muy relacionados y confluyentes–? ¿Importa solamente a los científicos sociales, en sus garitos intelectuales –elevados y tantas veces inútiles–, o que le importe también a las Naciones Unidas significa que engendra una relevancia social y que le pueda, así, importar a la gente normal –esa gente común y, por lo tanto, rebelde–?

Celebraciones del Día de la Paz en Darfur, Sudán.
Celebraciones del Día de la Paz en Darfur, Sudán. UN Photo/Albert Gonzalez Farran

El concepto específico de no violencia alude a todo un campo de estudios, aplicaciones e intervenciones sobre lo que hoy llamamos “cultura de paz”, como prospectiva necesaria para trabajar en formas alternativas de habitar y resolver conflictos en el mundo globalizado.

Por otro lado, hablar de no violencia en África significa llamar la atención sobre, precisamente, lo que suele escamotearse en el discurso público más generalizado sobre el continente: su potencial en materia de resolución pacífica de conflictos (anclado en numerosas tradiciones, valores y prácticas sociales), en lugar de su supuesto (tan reseñado) potencial violento.

Así, encontramos variadas prácticas tradicionales africanas que sirven para la paz, desmarcándonos con ello de la vieja dicotomía entre tradición y contemporaneidad. Por más que muchos de estos valores o prácticas posean raíces tradicionales, el hecho es que constituyen hoy una realidad, y ello los torna, pues, como mínimo tradiciones constantemente contestadas y reeditadas, puramente actuales.

El ejemplo sudafricano

En las últimas décadas, resultan esencialmente paradigmáticos los ejemplos de justicia reconciliadora (no punitiva) tras el apartheid sudafricano y el genocidio ruandés (con la justicia transicional gacaca). Nos dedicaremos aquí solamente al primero.

Viajemos al 15 de abril de 1996, día en que la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica dio comienzo a las primeras audiencias públicas sobre las violaciones de los derechos humanos cometidas durante la época del apartheid. Su objetivo principal era fomentar la unidad nacional y la reconciliación, o lo que el pueblo sudafricano llama ubuntu. Como lo afirmara Mandela: “Construyamos una unidad nacional. Quizá no nos sea posible olvidar, pero podemos perdonar”. Con el propósito de infundir ese espíritu, el pueblo sudafricano acordó examinar el pasado, porque para poder mirar hacia delante habían de conocer lo que sucedió antes.

Cuántas otras Áfricas hay de las que nada se ocupan los medios, porque lo bueno no es noticia y no vende periódicos

La Comisión se dedicó a examinar los crímenes cometidos durante un período de treinta y tres años con tres objetivos primordiales: investigar los delitos, ofrecer compensación a algunas de las víctimas y otorgar amnistía a algunos de los transgresores a cambio de confesiones veraces. Dio prioridad a la rehabilitación, es decir, promovía que la comunidad acogiera a quienes regresaran a ella tras confesar sus delitos y mostrar remordimiento. Ello era expresión pura del espíritu ubuntu, que toma en cuenta la totalidad de la humanidad de la persona y su relación con la comunidad, en lugar de considerar solamente los actos de transgresión de la ley cometidos por el individuo.

Marcha de 'Ubuntu Conscious South Africa', en 2013.
Marcha de 'Ubuntu Conscious South Africa', en 2013.Katlholo Maifadi

La justicia ubuntu constituye ejemplo notorio de tantos acervos culturales africanos que habrían de ser considerados por su enorme potencial de cultura de paz y no violencia, por sus posibilidades en materia de resiliencia y cohesión sociales; prácticas y epistemologías africanas que pueden constituir alternativas de construcción ciudadana no violentas, de gran calidad democrática.

Conclusiones

El ubuntu seguramente sea uno de los ejemplos más paradigmáticos, hasta cinematográficos, del asunto que nos ocupa aquí. Sin embargo, podríamos citar tantas otras prácticas de no violencia, en el pasado y el presente africanos, que nos inspirarían igualmente: la orientación clásica sufí pacifista en los orígenes de la tariqa Muriddiya en el Senegal colonizado por Francia; el Consejo de Justicia Anuak en Gambella (Etiopía), el movimiento ecofeminista de la mujer árbol Wangari Muta Maathai en Kenia o, incluso, el movimiento Y’en a Marre, creado en 2011 por raperos y periodistas senegaleses, como ejemplo no violento de intervención ciudadana con gran potencia transformadora en lo político.

En esta reflexión me desmarco, una vez más, de la difusión del África infame que muestran los medios, violenta y conflictiva, exenta de recursos propios para solucionar problemas a menudo de generación externa o, al menos, donde el concurso internacional posee un peso específico crucial.

Recurramos también en Occidente a sus amplios potenciales y prácticas [de África] para inspirarnos en alternativas no violentas, justas y equitativas

Cuántas otras Áfricas hay de las que nada se ocupan los medios, porque lo bueno no es noticia, no vende periódicos o, dicho de modo más escolar, las estrategias socialmente adaptativas y sostenibles no representan un atractivo para los medios de masa.

Sin renunciar nunca a la denuncia, necesaria, de los profundos males que el continente negro está viendo agravados por (y en) la globalización, recurramos también en Occidente a sus amplios potenciales y prácticas para inspirarnos en alternativas no violentas, justas y equitativas, de vida colectiva en el mundo contemporáneo.

Pese a lo que se esfuerzan en contarnos, la paz está de moda en África y, por suerte, cuenta también con poderosas tradiciones a sus espaldas que la refrendan, reinventan y vindican.

The Conversation

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_