El abrazo de respeto a los derechos humanos
Abdou, el senegalés cuyo abrazo con una voluntaria de la Cruz Roja se volvió viral, fue devuelto irregularmente a Marruecos por España, según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado. Su directora general cuenta que la demanda que presentaron en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha sido admitida a trámite
Los tribunales ya habían negado en una ocasión que aquella persona a la que se aludía en la demanda presentada hubiese pisado territorio español. No figuraba en ningún registro. No había rastro de su presencia. No les constaba, por tanto, no procedía la demanda por “devolución irregular en frontera”, donde no se había prestado asistencia legal y de intérprete, vulnerando la normativa internacional y nacional.
El argumento era perfecto: no había constancia de la entrada de esas personas, en consecuencia, no existía la posibilidad de recurrir las llamadas “devoluciones en caliente”.
Pero aquel 17 de mayo de 2021 se abrió una ventana de visibilidad.
Ante la entrada de miles de personas por la frontera de Ceuta, pilotada estratégicamente por Marruecos, asistimos a cientos de circunstancias dramáticas. Mientras, las autoridades españolas trataban de gestionar aquella pirueta de nuestro socio del sur que, una vez más, utilizaba a los más vulnerables para poner a España y a la Unión Europea contra las cuerdas, dejando claro quién tenía la sartén por el mango.
Entre las muchas escenas que contemplamos con impotencia, a cuál más compleja, a todos se nos quedó en la memoria el abrazo de una voluntaria a pie de playa consolando a un joven subsahariano. Este, desesperado y derrotado, lloraba al ver a su hermano desfallecido sin poder acercarse a él para constatar si estaba vivo o muerto, y recibía aquel abrazo como un gesto necesario, humano e instintivo.
Abdou llevaba cuatro años en Marruecos buscando la oportunidad de llegar a Europa. Escondido y malviviendo en los suburbios donde podía encontrar un cobijo, su mayor anhelo era poder vivir como cualquier persona. Ser tratado como un ser humano y no como un animal. Sentir que podía tener una vida sencilla y sin miedo, sin maltratos de la policía, sin tener que esconderse, sin tener que mendigar para poder comer algo caliente cada día: una pretensión que se ha convertido en “casi inalcanzable” en estos momentos para cualquier negro, pobre, procedente del África subsahariana, porque las fronteras de Europa están cada vez más alejadas de la propia Europa, y van acorralando y disminuyendo las posibilidades de que estas personas, con “ambiciones tan ilógicas”, puedan llegar.
Unos días antes de ese martes 17 de mayo, se corrió la voz de que el reino marroquí iba a abrir su frontera con Europa. En un acto de desesperación, Abdou caminó junto a su hermano desde Tánger hasta Castillejos, en la frontera con Ceuta, para cumplir su sueño, que no perdió en el mar, sino cuando ya había pisado una playa española.
Su abrazo nos conmovió a todos. Todos queríamos abrazar a Abdou aquel día, pero fue devuelto sumariamente, sin ninguna garantía, sin ningún procedimiento.
Desde la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) aquellos días estuvimos asistiendo en Ceuta a todas las personas que pudimos, tratando que se garantizara el acceso al procedimiento de protección internacional. Sin embargo, no siempre lo conseguimos, y cientos de personas fueron devueltas en frontera sin protocolo alguno.
Todo el mundo había visto que Abdou había pisado territorio español, y contábamos con el material gráfico necesario para demostrar que allí se había producido una devolución ilegal, sumaria, irregular, sin garantías, sin procedimiento.
Días después de aquel episodio, la periodista de Radio Televisión Española Ana Jiménez entrevistaba a Abdou en Casablanca, y vimos claramente que nadie podía negar aquel caso, como se había hecho en ocasiones anteriores. Todo el mundo había visto que Abdou había pisado territorio español, una voluntaria de Cruz Roja le había consolado con aquel abrazo que se hizo universal, y contábamos con el material gráfico necesario para demostrar que allí se había producido una devolución ilegal, sumaria, irregular, sin garantías, sin procedimiento. Podíamos documentarlo. Era un caso entre muchos, pero este nadie podía negarlo y podía servir para sentar un precedente.
Esto nos hizo buscar a Abdou, y lo logramos. Estaba enfermo y su estado de salud era delicado después de todo lo vivido. Mostraba mucha inquietud por el destino de su hermano, del que todavía no tenía noticia.
Nuestra misión como organización de defensa del derecho de asilo nos exige velar por el cumplimiento del derecho en esta materia, y después de 43 años haciéndolo, tratamos de reponer, por medio de la justicia, lo que en repetidas ocasiones las políticas migratorias y de control de fronteras vulneran.
Ojalá el caso de Abdou abra un abrazo definitivo al cumplimiento y respeto de los derechos humanos en las fronteras
Conseguimos presentar una demanda al Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Estrasburgo, que el pasado mes de junio nos comunicó el estudio del caso, una suerte de admisión a trámite que nos reafirmaba en que aquel caso presentaba indicios de lo que estábamos denunciando.
Abdou es solo un ser humano más entre los muchos que –en este universo donde el norte global pisotea y domina el sur– son considerados una “amenaza para nuestro bienestar”, “insaciables que aspiran a tener las mismas oportunidades que el resto de seres humanos” y que, encima, “tiene la osadía de presentar una demanda frente a un tribunal de una Unión Europea, exigiendo que se cumplan sus derechos fundamentales”.
Ojalá el caso de Abdou abra un abrazo definitivo al cumplimiento y respeto de los derechos humanos en las fronteras. Ojalá los Estados sean conscientes de que, sea en las circunstancias que sean, hay que cumplir las mínimas garantías que exige el derecho internacional y que las fronteras no pueden seguir siendo espacios al margen de la ley donde se actúa impunemente contra los seres humanos.
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