Cuatro gráficos para entender cómo los recortes globales amenazan avances históricos en la lucha contra el sida
El despliegue de nuevas terapias como el lenacapavir convive con el parón de programas estadounidenses de ayuda y la reducción de fondos de cooperación, que amenazan décadas de progreso
La batalla contra el VIH se encuentra en un punto de inflexión: la ciencia ha puesto al alcance de la humanidad herramientas capaces de cambiar el curso de la epidemia, pero las decisiones políticas, que han dejado sin fondos programas de lucha contra el virus en decenas de países, amenazan con desandar lo logrado. Si nada cambia y no se revierten los recortes, ONUSida alerta de que en 2029 puede haber 6,6 millones de infecciones adicionales y 4,2 millones más de muertes relacionadas con la enfermedad.
En 2024, los datos confirmaron progresos históricos, con un descenso del 40% en nuevas infecciones y del 56% en muertes relacionadas con el sida respecto a 2010, según ONUSida. Además, la comunidad científica celebró la llegada de una innovación revolucionaria: el lenacapavir, un antirretroviral inyectable desarrollado por la farmacéutica Gilead, lanzado en 2021 para tratar casos multirresistentes y que el año pasado se abrió paso como la herramienta de prevención más eficaz conocida. Su administración semestral ha demostrado una protección del 99,9%, superior a los preservativos o a la profilaxis preexposición (PrEP) oral. Por primera vez, la posibilidad de reducir drásticamente los contagios hacía imaginable el fin de la epidemia.
“La respuesta contra el sida ha sido posiblemente la operación multilateral concertada entre países y donantes más exitosa que se recuerde, porque hemos pasado de una pandemia con una mortalidad altísima que dejó esperanzas de vida en algunos países por debajo de los 50 años a otra con una trayectoria descendiente, que en la mayoría de países está cerca del control epidémico descrito por la OMS [Organización Mundial de la Salud]”, afirma en una entrevista por teléfono Jaime Atienza, director del departamento de Prácticas de financiación equitativa de ONUSida.
Sin embargo, recuerda que la meta de 2030 —lograr que el VIH deje de ser una amenaza para la salud pública— ya estaba lejos el año pasado: “En 2024 se registraron 1,3 millones de nuevas infecciones, cuando el objetivo era bajar de 500.000. Hay avances, pero no al ritmo necesario”. ONUSida estima que el horizonte deseable sería alcanzar el denominado “95-95-95”: que el 95% de las personas que viven con el virus conozcan su estado, el 95% de ellas reciba tratamiento y el 95% de las tratadas logren suprimir la carga viral. Aunque se ha progresado, los porcentajes aún distan de cumplirse.
“El momento actual es una encrucijada, es un momento clave en el que deben tomarse decisiones importantes para sostener los avances que hemos hecho en los últimos 20 años, ir salvando vidas pese a las turbulencias y aprovechar las oportunidades que nos dan las nuevas herramientas, especialmente el lenacapavir”, corrobora Françoise Vanni, directora de Relaciones Exteriores y Comunicación del Fondo Mundial de Lucha contra el sida, la tuberculosis y la malaria.
La expectativa creada en torno al lenacapavir, recientemente autorizado por Estados Unidos y Europa, aumentó exponencialmente la semana pasada, cuando Unitaid, la iniciativa internacional que trabaja por el acceso a los tratamientos en países de bajos recursos, y la Fundación Gates anunciaron sendos acuerdos con dos laboratorios indios para reducir el precio del medicamento. La versión genérica estará disponible a 40 dólares (34 euros) por año y por persona en 120 países de ingresos bajos y medios a partir de 2027. En Estados Unidos, por ejemplo, el lenacapavir tendría un precio de 28.000 dólares (23.700 euros) por persona y por año. Esta “democratización del acceso al medicamento”, ha sido celebrada como un “acto de justicia” por Vanni, ya que, según los estudios de Unitaid, normalmente los medicamentos tardan años en llegar al Sur Global.
Y mientras los genéricos llegan, también ha habido iniciativas positivas para acelerar la llegada del lenacapavir al Sur Global. Concretamente, el Fondo Mundial llegó a un acuerdo con Gilead a mediados de este año para suministrar este medicamento a un precio que no se ha hecho público, a hasta dos millones de personas en países de ingresos bajos y medios. Este plan está cofinanciado por el Pepfar (Plan de Emergencia del Presidente de EE UU para el Alivio del Sida), que reafirmó parcialmente su compromiso con esta iniciativa a principios de septiembre, sin que esté claro el alcance, y otros socios e iniciativas públicas y privadas, como el Fundación del Fondo de Inversión para la Infancia (CIFF).
“El objetivo de enviar a algunos países africanos las primeras dosis a finales de este año o inicios de 2026 se mantiene”, afirma Vanni, explicando que la entidad ha identificado 10 países con los que va a empezar a implementar este acuerdo, entre ellos Mozambique, Nigeria, Uganda, Kenia o Zimbabue. Según Vanni, todo el sistema “debe desplegarse para una implementación exitosa del lenacapavir”. Eso incluye la financiación y el compromiso creciente de algunos países para colmar en parte los recortes de fondos, como es el caso de España, que a finales de junio anunció que contribuirá con 145 millones de euros al Fondo Mundial para el periodo 2026-2028.
“Cruel ironía”
Sin embargo, a pesar de que la ciencia multiplica las oportunidades, la política puede multiplicar los obstáculos. “Es una cruel ironía que, justo en este momento, que contamos con una innovación revolucionaria como el lenacapavir, estemos viendo una retirada mundial de la financiación, lo que amenaza con borrar décadas de progreso. La ciencia no nos está fallando; son las decisiones políticas las que lo hacen”, estima Carmen Pérez Casas, responsable estratégica de VIH y pandemias en Unitaid.
A comienzos de 2025, el Congreso de EE UU dejó en suspenso la continuidad de Pepfar. “La nueva estrategia plantea priorizar medicamentos, recursos humanos y la implementación temprana del lenacapavir”, explica Atienza, que lamenta que el resto de la respuesta contra el VIH está en riesgo. “No sabemos cuánto va a ser el total de los recursos que EE UU invertirá en 2025, pero todo parece que va a estar por debajo del 50% del año anterior”, aclara.
Además de la incertidumbre sobre la continuidad del Pepfar, el cierre de USAID, la agencia de cooperación estadounidense, paralizó de golpe salarios de sanitarios y programas de prevención y tratamiento en decenas de países, especialmente en África subsahariana, donde se concentra el 50% de las nuevas infecciones y residen dos tercios de las personas portadoras del virus.
Los resultados son ya catastróficos. “Las infecciones de VIH han pasado de 3.500 por día a 5.800 desde enero”, afirma Byanyima. Y, si no se cubre la brecha que ha provocado la retirada de los fondos estadounidenses, ONUSida calcula que en 2029 puede haber 6,6 millones de infecciones adicionales y 4,2 millones más de muertes relacionadas con la enfermedad.
“El impacto ha sido muy fuerte”, advierte Atienza. “En África subsahariana, el 60% de la respuesta al VIH dependía de donantes, y el 73% de esa financiación provenía del gobierno americano”, afirma. Según explica, las organizaciones comunitarias han sido “de las más golpeadas”. Son las que llegan a colectivos estigmatizados —hombres que tienen sexo con hombres, prostitutas, consumidores de drogas— que a menudo no acuden a los sistemas públicos de salud. La interrupción de su trabajo supuso que miles de personas dejaran de ser diagnosticadas, tratadas o acompañadas. “Aunque los medicamentos seguían en los almacenes, desapareció el servicio que los hacía llegar a quienes los necesitaban”, señala el experto de ONUSida.
Por ejemplo, hasta ahora, la prevención más eficaz y asequible frente al VIH son las píldoras diarias de profilaxis previa a la exposición (PrEP), pero según estudios científicos recientemente publicados, un 41% de las personas que seguían este tratamiento lo dejaban en los primeros seis meses, y el porcentaje aumentaba en los países del sur de África, donde rozaba el 50%. No obstante, tras los recortes de la administración de EE UU, el consumo de la PrEP se ha desplomado en varios países africanos, como Nigeria y Kenia, según los datos recopilados por ONUSida.
“El costo de la inacción ya es evidente: las iniciaciones de PrEP oral han caído hasta un 65% en algunos países, mientras que las interrupciones del tratamiento van en aumento debido a la inseguridad del suministro y a la limitada atención fuera de los centros centralizados, dejando a las comunidades más vulnerables expuestas a un empeoramiento de los ciclos de transmisión”, estima Pérez Casas, de Unitaid.
Pero el daño no se limita a la asistencia. También se ha visto comprometido el seguimiento epidemiológico. En varios países africanos, los sistemas de recogida y almacenamiento de datos, esenciales para planificar la respuesta, funcionaban gracias a fondos de EE UU. Con su retirada, se ha perdido información crítica sobre quiénes estaban bajo tratamiento, cuáles eran las zonas con más contagios o cómo evolucionaba la epidemia.
Nunca antes la humanidad había estado tan cerca de doblegar al virus. “Si detenemos las nuevas infecciones, acabaremos con el sida”, subrayaba recientemente la directora de ONUSida, Winnie Byanyima, en una entrevista con este diario, en alusión a la llegada del lenacapavir. Sin embargo, coinciden los expertos, esa oportunidad solo se materializará si la comunidad internacional responde con la misma determinación política y financiera que mostró en los últimos 20 años.
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