El PP y Mr. Bean
Ningún Gobierno de nuestro entorno se lo ha puesto tan en bandeja a la oposición, pero los populares se agotan con todo


El PP es como Mr. Bean: tiene una capacidad inagotable de estropear todo lo que toca. La diferencia es que la torpeza del PP no hace reír a la audiencia. Y dudo que tenga un final feliz.
El capítulo más delirante ha sido la gestión de Mazón, que, desde su precipitado pacto con Vox en los albores de las generales hasta su premeditado adiós de este lunes, lleno de acusaciones en vez de arrepentimientos, ha sido el principal incordio de Feijóo. Por encima de Sánchez o Ayuso. Pero, en lo que llevamos de legislatura, el PP no desaprovecha ocasión para meter la pata.
Ningún Gobierno de nuestro entorno se lo ha puesto tan en bandeja a la oposición. El Ejecutivo no consigue aprobar leyes, con la excepción de una (la amnistía) contraria a la opinión pública y a la del propio Gobierno hasta julio del 23. Y las sospechas de corrupción emergen de todos los rincones como sombras en un atardecer otoñal. Exsecretarios de Organización, maletas, prostitutas, sobres, chistorras. Algunos asuntos son serios. Otros, triviales. Todos supondrían un terremoto en cualquier democracia.
Los gobiernos electos son frágiles al escándalo, pero Sánchez no es que sea resiliente, sino, como diría el pensador Nassim Taleb, es antifrágil: se fortalece con las adversidades. Como un sistema inmunológico expuesto a patógenos. A Sánchez la oposición no lo está (políticamente) matando, sino engordando.
Para el PP, la política no es un maratón, sino un sprint. Y se agota con todo. A la amnistía bastaba con criticarla en sí misma: por impopular, incongruente, injusta u otro fundado motivo. Pero en Génova no era suficiente, y desarrollaron la tesis de que el PSOE y el independentismo habían iniciado un irreversible proceso disolvente del orden constitucional. Al no concretarse tal amenaza —¿Quién podía imaginar que Sánchez y Puigdemont no llegarían a un acuerdo para eliminar a España del mapamundi?—, el PP malgastó esa bala.
Y el PP dilapida toda la munición anticorrupción. En lugar de explotar las dudas legítimas —¿Cómo es que Sánchez no conocía las andanzas de Cerdán, Ábalos y Koldo?—, habla de “capo” y “mafia”. En vez de preguntas factuales (sobre el “trío tóxico” o los familiares del presidente), lanza imputaciones concretas. La semana pasada en el Senado todo fue improcedente: de fijar la comparecencia el día después del aniversario de la dana, que debilitó al PP al quedar como manipulador del timing, a la ráfaga de preguntas atropelladas del senador Miranda. El problema del PP no es el parecido con Torquemada, sino con Mr. Bean.
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