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COLUMNA
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Poner el cuerpo

Toda mi vida he temido por la libertad de algunos amigos, pero nunca hasta ahora había temido por sus vidas, como dos muy queridos en Israel

Marta Peirano

Que lo personal es político es un viejo lema feminista que la gente repite mucho pero mal. No significa que nuestra vida privada o nuestro cuerpo constituyan una forma de activismo político. Ser trans o ser homosexual puede parecer un acto de resistencia en aquellos lugares donde se enfrenta a la discriminación o la violencia, pero nadie elige serlo por razones ideológicas o políticas. Es una identidad. Lo personal es político quiere decir que las experiencias que a veces vivimos como faltas personales, como la incapacidad para ascender por encima de determinado puesto, o recibir el sueldo y el reconocimiento que merecemos, pueden ser consecuencias de una condición de clase. “Lo que pasa en la casa, en la cama o en el cuerpo no es neutro, sino que está moldeado por el poder, las normas y la cultura”, decía Carol Hanisch en su ensayo de 1969. Ponte traje de chaqueta, córtate el pelo y fuma puros con los pies sobre la mesa, pero te pasa lo mismo que a Ray Liotta en Goodfellas: si no eres italiano, no puedes ser uno de los nuestros. Yo no había entendido lo que significa poner el cuerpo hasta hoy.

Tengo dos amigos muy queridos en Israel. Los dos son judíos. Mushon Zer-Aviv es diseñador, vive en Tel Aviv, y es miembro de la junta directiva de A Land For All, una organización binacional que propone la coexistencia entre israelíes y palestinos bajo la idea de “dos Estados, una patria”. David Adler es un economista norteamericano, coordinador de Progressive International, y está detenido en Ketziot, la cárcel más grande de Israel, por intentar llevar comida y medicamentos a Gaza. Hace tres días que no sabemos nada de él.

Hace meses que discuto con Mushon porque quiero que tenga un plan de huida. Le recuerdo que lo imposible puede ocurrir de la noche a la mañana. Le digo: preso no ayudas a nadie. Piensa en tus hijos y tu mujer. Peleamos, por primera vez en 20 años, porque no quiere ni hablar del tema. Dice que los palestinos no pueden huir, y que sólo las personas con privilegios pueden defender su derecho a ser tratadas como seres humanos, antes de que ese derecho desaparezca con ellas. David dice que perseguir la justicia es imperativo de todo judío porque lo manda la Torá, y el suyo especialmente porque “el Estado de Israel pervierte esta sagrada obligación, supervisando el holocausto del pueblo palestino” con “la misma furia genocida que persiguió a mis ancestros”. Toda mi vida he temido por la libertad de algunos de mis amigos, pero nunca hasta ahora había temido por sus vidas. Eso es lo que significa poner el cuerpo. Yo lo había entendido mal.

Para mí poner el cuerpo quería decir transformarse en obstáculo. Bloquear un desahucio; boicotear una fábrica; ocupar una mina o una central nuclear para impedir una crisis medioambiental. Ahora sé que significa ampliar la cadena de distribución del miedo, porque Israel ya no es un problema abstracto para mí. Abrir el círculo de la empatía y la solidaridad que el fascismo trata de cerrar con violencia, burla y propaganda. Pero, sobre todo, significa establecer un punto de contacto con una experiencia que sólo admitimos cuando ya es demasiado tarde. La posibilidad de que un diseñador y un politólogo sean encerrados o asesinados por imaginar una solución pacífica entre vecinos, o impedir la muerte de miles de niños por inanición.

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Sobre la firma

Marta Peirano
Escritora e investigadora especializada en tecnología y poder. Es analista de EL PAÍS y RNE. Sus libros más recientes son 'El enemigo conoce el sistema. Manipulación de ideas, personas e influencias después de la economía de la atención' y 'Contra el futuro. Resistencia ciudadana frente al feudalismo climático'.
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