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COLUMNA
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Los otros europeos

Para quienes necesitan encontrar un chivo expiatorio contra el que dirigir su ira, no importan las ideas, las creencias o el comportamiento de los inmigrantes

Trabajos forenses en el automóvil del detenido por atentar contra un mercadillo navideño en Alemania.
Trabajos forenses en el automóvil del detenido por atentar contra un mercadillo navideño en Alemania.Hendrik Schmidt (Associated Press/LaPresse)
Najat El Hachmi

Cuenten ustedes cuántos millones de europeos habrá con origen extranjero. Nacidos ellos mismos o sus padres o sus abuelos en otros continentes. Millones de personas que viven y trabajan no deseando otra cosa que la paz y un futuro mejor para sus hijos. Nosotros, los otros europeos, no vinimos aquí con ningún oscuro objetivo. Y aun así, cada vez que hay un atentado nos vemos en la obligación de dar explicaciones. Cuando los terroristas eran islamistas, porque compartíamos con ellos un origen religioso, a pesar de que lo suyo ha sido siempre pura y simple ideología que nada tiene que ver con la fe que practican nuestras familias. Es una obviedad esta que hay que repetir una y otra vez, aunque tal insistencia tenga poco efecto.

Ahora se da la ironía de que en Alemania un hombre ha arrollado un mercado navideño y, dado que es de origen saudí, la extrema derecha germana sale a las calles a expresar su animadversión hacia sus vecinos con raíces en otras latitudes. Con todo el cinismo del mundo, obvian el hecho de que el radicalismo del terrorista en este caso no es islamista, sino que parece beber, según su perfil en redes sociales, de la retórica de la derecha excluyente y xenófoba.

Así, nos damos cuenta de que para estos ciudadanos que necesitan una y otra vez encontrar un chivo expiatorio contra el que dirigir su ira no importan las ideas, las creencias o el comportamiento de los inmigrantes. Es decir, los hechos no cuentan. Hay que buscar un culpable de todos los males, hay que tener a alguien contra quien dirigir las peores pasiones.

Yo no soy alemana, pero muchos hombres de la zona del norte de Marruecos de la que vengo pasaron buena parte de su vida trabajando en el país de Angela Merkel. Incluido mi abuelo materno, que fue durante 32 años un “trabajador invitado”. Por eso la ropa que yo llevé de pequeña era alemana, y para sus nietos yeddi Mohamed era “el abuelo alemán”.

Pero no sé para qué cuento esto, dado que quienes no se dejan influir por ideologías del odio saben perfectamente que la contribución de los inmigrantes a la construcción de esta Europa es fundamental y que nosotros, sus descendientes, somos tan europeos como el resto.

Y para los que nos odian no hay nada que decir, no hay argumentos, no hay datos, porque su profunda animadversión nada tiene que ver con nosotros, su odio tiene raíces profundas en su propio ser y ni siquiera necesita que la realidad lo justifique.

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