De la Fuente y quien la sigue
El seleccionador ha dicho que los Reyes Magos existen, un discurso que la mayoría de los padres quiere para sus hijos hasta que se quedan sin dinero, y hay que decirles la verdad
Hace años un joven embarcó a varios amigos de sus padres en un negocio de dos millones de euros que fracasó. ¿Saben qué hizo? Se levantó, sacó fuerzas de flaqueza, resistió contra viento y marea; empezó de cero otra vez. Habló con la misma gente, convenciéndola, y esta vez la inversión fue el triple. ¿Saben qué hizo? Triunfó. Les hizo ganar a todos muchísimo dinero. Me sigue poniendo la piel de gallina cada vez que lo cuento.
Este joven puede decir, sin mentir, que quien la sigue, la consigue. Hay gente que pierde dos millones y no hay cunetas para encontrarla, y otra a la que se le frunce el ceño y se le da otra oportunidad. Las oportunidades que tiene uno es algo digno de estudio: puedes tener una bala o puedes tener varias pistolas. En general, la bala es de goma. Puede rescatarse, con trampa, lo de Dostoievski en El jugador cuando su protagonista se acerca a la ruleta: hay dos clases de juego, una para caballeros y otra plebeya. “Un caballero puede apostar hasta mil francos, si es muy rico, pero solo por jugar, solo por divertirse”.
Las declaraciones de Luis de la Fuente, campeón de Europa. “A toda persona que se deja la piel, yo siempre he dicho que la vida te da recompensa. Si trabajas y eres honesto, si das todo lo que tienes, la vida siempre te devuelve algo bueno”. No me parecen tan bien como a mis amigos rentistas, pero tampoco creo que sean para organizarle un juicio. De la Fuente ha dicho que los Reyes Magos existen, un discurso que la mayoría de los padres quiere para sus hijos hasta que se quedan sin dinero y hay que decirles la verdad. La verdad, en general, es barata: lo que agota el presupuesto es la ficción. Es un discurso por tanto que yo quiero para los niños, pero me temo que De la Fuente hablaba para un público adulto bajo una premisa fatal: como me ha pasado a mí, le puede pasar a todo el mundo. Y por fortuna para quienes les pasa, casi nunca es así.
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