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EDITORIAL
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ataques al Corán

Los actos de islamofobia en Suecia y Dinamarca, la mayoría protagonizados por ultraderechistas, reabren el debate sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a la fe islámica

Ejemplares del Coran
Una manifestante alzaba el 30 de julio un ejemplar del Corán en una protesta ante el Consulado General of Suecia en Estanbul.SEDAT SUNA (EFE)
El País

Los gobiernos de Suecia y Dinamarca tratan de contener la ola de actos islamófobos de las últimas semanas en Estocolmo y Copenhague que ha deteriorado profundamente sus relaciones con el mundo musulmán. Las decenas de actos públicos en los que se han quemado —o profanado de diversas maneras— copias del Corán han situado a los dos países escandinavos en una situación excepcional y han reavivado el debate público sobre los límites de la libertad de expresión.

La quema de coranes en Escandinavia no es algo novedoso. Aun así, a finales de junio, un iraquí refugiado en Suecia logró acaparar la atención internacional al pegar fuego al libro sagrado frente a la mayor mezquita de Estocolmo. Irán, Pakistán y más de una decena de países árabes reaccionaron a la provocación con una rotunda condena y varios embajadores suecos fueron convocados para dar explicaciones. Tras el incidente, las acciones blasfemas se multiplicaron por Suecia y se extendieron a Dinamarca. Los dos países repatriaron a su personal diplomático destinado en Bagdad, donde han tenido lugar los sucesos más violentos. La Organización para la Cooperación Islámica instó la semana pasada a sus 57 miembros a degradar sus relaciones bilaterales con los dos países nórdicos. Y el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó a mediados de julio una polémica resolución de condena al odio religioso. Por su parte, Josep Borrell, el alto representante de la UE para Política Exterior, reprobó los incidentes y destacó que “no todo lo que es legal es ético”.

Los mandatarios de ambos países han criticado con vehemencia los actos islamófobos —la mayoría protagonizados por simpatizantes de extrema derecha—, pero han reiterado que son legales y que no pueden frenarse inmediatamente mientras exploran vías para impedir este tipo de acciones denigrantes cerca de templos o sedes diplomáticas. La policía sueca ha denegado varias veces los permisos para la quema de un Corán en público, pero la justicia ha revertido esa decisión cuando el solicitante ha interpuesto un recurso.

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Los dos gobiernos aprobaron la semana pasada unas medidas de urgencia para reforzar los controles fronterizos y la seguridad en sus embajadas y consulados. Y Estocolmo ha alertado de la “extrema gravedad” de la situación y ha denunciado que sufre una campaña de desinformación financiada por el Kremlin para evitar que Turquía finalmente ratifique la adhesión del país escandinavo a la OTAN.

Los incidentes han reabierto en Suecia y Dinamarca el debate sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a la fe islámica, a la vez que han vuelto a dañar su imagen entre millones de fieles, casi dos decenios después de las multitudinarias y violentas protestas que provocaron las publicaciones de varias caricaturas de Mahoma en revistas y periódicos daneses y suecos.


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