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Tribuna
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La causa ignorada del autoritarismo

El “ordeno y mando” que tantas tragedias ha provocado en la historia no piensa retirarse y está contagiando todos los ámbitos. Cada vez hay más personas con este perfil en los puestos de decisión

El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en un acto con seguidores en noviembre de 2022.
El expresidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en un acto con seguidores en noviembre de 2022.Bruna Prado (AP)
Sara Berbel Sánchez

El autoritarismo, que tantas tragedias ha provocado en la historia de la humanidad, no piensa retirarse. Al contrario, está aumentando paulatinamente en el ámbito internacional en la última década. De entre todas las causas, una está siendo persistentemente ignorada: la psicológica. La llamada “tríada oscura de la personalidad”, definida por los psicólogos Paulhus y Williams en 2002 —denominada así por su contenido hostil y cruel hacia las personas—, conforma un tipo de liderazgos altamente perjudiciales para la sociedad. Existen, además, condiciones sociales que lo impulsan, y, ciertamente, no estamos en un buen momento: según el Instituto Internacional para la Democracia IDEA, el número de países que se dirigen hacia el autoritarismo se acrecentó por quinto año consecutivo en 2022, superando al número de aquellos que están en proceso de democratización.

El auge del autoritarismo responde a diversos factores. Uno de ellos es la “atracción de los hombres fuertes”. Cuando la población se mueve entre la incertidumbre y el miedo, desconoce el futuro y percibe augurios negativos, en un contexto de globalización y desigualdad, existe una tendencia general a volcarse en líderes que, aparentemente, saben qué hacer, con recetas simples y contundentes. Sabemos que esa supuesta fortaleza no es tal, sino que, por el contrario, está aposentada sobre una frágil autoestima pero, de entrada, puede resultar atractiva cuando no sabemos a qué abrazarnos. Hombres como Putin, Trump o Bolsonaro son apoyados por gran parte de las poblaciones de sus países.

El lenguaje bélico y agresivo utilizado es también origen y síntoma de un mayor autoritarismo. El filósofo Josep Ramoneda advertía de que este tipo de vocabulario refuerza las posiciones autoritarias y disminuye el nivel de la democracia. Ejemplos recientes son la descripción de las últimas elecciones municipales en España, jalonadas de expresiones bélicas tales como “Asesinato a sangre fría”, “Al suelo, que vienen los nuestros”, mientras en la Francia de Macron amenazaban violentamente a un alcalde con una sierra eléctrica al grito de “Te voy a arrancar la cabeza”.

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Esta situación proclive al autoritarismo en el contexto mundial tiene también su reflejo en el ámbito organizacional, el más cotidiano y próximo a nosotros, afectando a empresas, entidades, espacios de ocio. También ahí vemos un repunte de liderazgos autárquicos, con figuras unipersonales de tendencia dictatorial y lenguaje agresivo. ¿Dónde quedan los estudios que muestran que nuevos liderazgos empáticos, horizontales y compartidos son imprescindibles para abordar los peligros que nos acechan? La London School of Economics ha identificado los factores que resultan útiles para afrontar emergencias complejas como la covid o la crisis climática en que estamos inmersos. Comprobaron la necesidad de un nuevo tipo de liderazgo: “gobernanza por empatía”, compuesta por la necesidad de colaboración, de cocreación y de cuidados (el universo de las “3 C” a las que yo sumaría una cuarta, la comunicación, aspecto clave en situaciones complicadas).

Sin embargo, resulta muy difícil implantar nuevos estilos de dirección en organizaciones pensadas tradicionalmente desde el “ordeno y mando”, fórmula identificada por el feminismo como patriarcal por excelencia, ya que se trata de un modelo de dominación que se perpetúa promocionando a otras personas similares y minusvalorando o arrinconando a quienes traen nuevos aires flexibles y democratizadores.

Lo más preocupante son los datos que indican el incremento de personas con perfiles autoritarios en los puestos de decisión. El patrón psicológico llamado “tríada oscura” consiste en un tipo de personalidad compuesto por características maquiavélicas, narcisistas y psicopáticas. No estamos hablando de una patología ni de delincuencia, pero sí de rasgos del carácter que facilitan el acceso a puestos directivos y que pueden ser muy nocivos para las personas, las organizaciones y el mundo, en definitiva.

El maquiavelismo se define por la utilización de los demás para conseguir los propios fines. Se trata de aquella persona que no tiene apenas escrúpulos ni sensibilidad, y usa la manipulación y la explotación para lograr sus intereses. El narcisismo consiste en sentirse el centro del universo y no tener ojos más que para uno mismo, de modo que predomina el egoísmo y las demás personas son minusvaloradas y empequeñecidas. La psicopatía, por su parte, maneja bien las relaciones e incluso se disfraza de cordialidad, pero esconde una enorme frialdad emocional, gran impulsividad y capacidad para herir sin remordimientos de conciencia. Alguno de estos elementos o los tres juntos conforman líderes que maltratan a sus equipos, provocan acoso, no respetan las condiciones sociolaborales, consiguen un clima de tensión y temor y pueden acabar arruinando o destrozando la organización (o al país).

En la población general la psicopatía se encuentra en torno al 1%, pero en la dirección de organizaciones alcanza hasta el 5%, y en los últimos años está creciendo, especialmente en contextos políticos, empresariales o directivos, tal como apuntan todos los estudios. El peligro de no identificar estos rasgos y condiciones sociales es enorme ya que no hacerlo pone en manos de este tipo de personas las riendas de nuestro destino.

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