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Columna
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Ultras

No tienen el título asegurado mas que quienes discrepan de la vulgata dominante: ideología de género, idolatría LGTBI, alarma catastrofista ante el cambio climático o panteísmo animalista

Yolanda Díaz y Agustín Santos Marave
Yolanda Díaz participa en el acto ‘La España que merecemos’ acompañada de Agustín Santos Marave en Espacio Rastro, Madrid, el 18 de junio.Claudio Álvarez
Fernando Savater

Ser ultra significa ir más allá de lo acostumbrado, de lo normal, de lo prudente, quizá de lo aconsejable. El ultra salta las barreras que respetan los demás. En principio, ser ultra no tiene por qué ser malo, depende del campo por el que se va demasiado lejos. Los santos, por ejemplo, son siempre ultras en lo suyo: la piedad, la caridad, la proclamación de la fe. Los procesos de beatificación consisten en indagaciones para probar que alguien fue tan ultra como parecía, un ultra sin trampa ni doblez. Y los héroes también son ultras, porque hacen más de lo que deben o lo que deben en condiciones casi imposibles. El héroe es el que sigue en su puesto mientras los demás escapan. Cuando uno está en peligro o grave necesidad quisiera la compañía de un santo o un héroe, es decir, un ultra. Los hay dañinos, claro: el ultra que corta la cabeza para curar la jaqueca o el que dice que la letra con sangre entra y lo pone en práctica. En resumen, hay ultras indispensables pero otros son sólo inaguantables.

Los medios de comunicación han decidido que ser ultra siempre es malo y que sólo hay ultras de derechas. Si alguien es calificado de ultra, sin más, den por descontado que será próximo a Vox o que rechaza la ley trans. Ya sé que ustedes conocen muchos más ultras de izquierdas que de derechas, yo también, pero esos no cuentan. Abascal será siempre calificado de ultra aunque nunca tipos como Santos Maraver, el diplomático número dos de Sumar, un ultra de manual. ¡El periodismo seleccionador de ultras! No tienen el título asegurado más que quienes discrepan de la vulgata dominante: ideología de género, idolatría LGTBI, alarma catastrofista ante el cambio climático, panteísmo animalista, etc… Que te llamen ultra, como fascista o negacionista, es buena señal. Yo admiro a ultras como Carlos García, el edil de Durango cuyo voto ha birlado la alcaldía a Bildu. El único que siempre me parece rechazable es el ultratonto. Y mira que hay...

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