A ojo de virus
A un año del brote contagioso, ha cambiado el mapamundi geopolítico, el poder se ha desplazado y se ha encogido la economía
Un año después, al menos habrá que revisar el mapamundi. No es nuevo el desplazamiento del poder hacia Asia, pero la pandemia ha diluido las dudas. Lo percibimos en cuanto nos quedamos sin mascarillas, equipos de protección y pruebas. También a la vista de las cifras de contagios, ingresos hospitalarios y muertes, disparados en Europa y América y mucho más controlados en Asia.
Pronto surgieron las dudas sobre nuestros sistemas de Gobierno, especialmente los más descentralizados, en comparación con la capacidad resolutiva de la China autoritaria, la superpotencia emergente de donde surgió el contagio, pero también la que mejor ha exhibido la eficacia para combatirlo. El año de la covid-19 es el de la caída de Donald Trump, del éxito de Xi Jinping y del desconcierto de Europa.
Con este visitante invisible cambia la época. Los ciudadanos quieren gobiernos que les protejan. El Gobierno ya no es el problema como decía Reagan, sino la solución. Momento de endeudarse y no de preocuparse por los déficits públicos, sino por las personas, su atención médica, los puestos de trabajo, la vivienda y la pobreza. Regresan las políticas industriales, orientadas ahora a la energía verde y a la inteligencia artificial. Incluso la derecha se hace keynesiana.
Concluye la globalización desgobernada y asoman nuevos proteccionismos. Poco sabemos sobre el doble circuito que China ya propugna para la economía global y menos todavía de los enfeudamientos geopolíticos que seguirán. La seguridad de cada uno condicionará la reconstrucción de las cadenas de suministros en un mundo dividido.
Una pista es el mapa de fabricación y distribución de las vacunas, en el que no aparecen 130 países, los más pobres. Como ha sucedido con las tecnológicas, algunas farmacéuticas se han revelado más poderosas que muchos gobiernos y sin duda que la Comisión Europea. China y Rusia han mostrado su músculo científico, pero más todavía Estados Unidos, no tan solo por su paleta de vacunas y medicamentos, sino por su capacidad resolutiva ya con Biden en la presidencia. Habrá ganadores, como India, gran fabricante farmacéutico; perdedores, como Brasil, diezmado y desgobernado; y otros, nosotros quizás, de incierto futuro.
El virus dejará un mapa geopolítico irreconocible. Ha encogido la economía. También la demografía, con caída de los nacimientos y disminución de las expectativas de vida. No puede decirse que la política haya pasado la prueba satisfactoriamente. De la siembra de dolor y descontento, para colmo, todavía cabe esperar sorpresas inquietantes.
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