Voluntaria
La gente es buena, arrima el hombro y todo es precioso, pero después, cuando enfermemos y vayamos a los hospitales públicos y no nos atiendan porque estén devastados, pensamos si no habría sido mejor que se nos comieran la nieve y la mierda
Como casi todas las familias, la mía también ha formado un grupo en una red social. Le hemos puesto un nombre que fusiona el comienzo del nombre de la abuela y el final del nombre del abuelo. Como en esas perfumerías llamadas Crisfer, porque la dueña se llama Cristina y el dueño Fernando. También hacemos las cosas habituales que se hacen en los grupos. Sobre todo, en tiempos confinados. “Cumpleaños feliz”. “Qué tal tu piedra en el riñón”. “Huy, qué guapos”. Aplausos. Carita con beso o con lágrimas saltadas de la risa. A veces empezamos con un “Cumpleaños feliz” y acabamos discutiendo sobre el turbocapitalismo. Estamos un pelín zumbaos, pero progresamos adecuadamente en el dominio del registro y los temas del género chat familiar. “Buenas noches”. “Preciosa puesta de sol”. El otro día un “Qué tal los niños” nos hizo volver a las andadas. Nos acordarnos de la parentela de la presidenta y el alcalde de nuestra Comunidad. Consejeros y consejeras. Concejales y concejalas. Allegadas, allegados, simpatizantes.
Todo empezó con la nieve y un meme de Martínez Almeida: en una calle invadida por el hielo y la basura, él apunta con su dedito hacia las bolsas y de sus labios sale un bocadillo de texto: “A ver, un voluntario ahí”. Entonces mi prima escribe: “Me revienta el voluntariado”. La opinión no es popular, pero mi prima tenía razones que transcribo en esta columna-testimonio: “… el colegio público al que va mi hija ha sufrido desperfectos por el tema del arbolado. El director se puso en contacto con la Junta y la Comunidad el lunes. El martes la empresa de mantenimiento estuvo troceando ramas que dejaron en la acera obstruyendo el paso. La Comunidad comunicó al colegio que contratase otra empresa para retirar los residuos. Como no hay tiempo ni dinero, la AMPA pide, entre sus filas, voluntarias y voluntarios. Que traigan palas, sierras, vehículos y se organicen por turnos. Es la leche (aquí, mi prima introduce una cara roja cabreadísima). ¿Y el dinero que pagamos en impuestos dónde está?, ¿no se van a gastar ni un duro? (carita que resopla por las narices y carita de desesperación máxima). Parece que no tenemos bastante, madres, padres, abuelas, abuelos y demás personas cuidadoras con las clases no presenciales y el teletrabajo, como para tener además que ir a retirar nieves, cortar ramas o arreglar tejados”.
Al final, la AMPA no actuó porque se retrasó el inicio de las clases y el Ayuntamiento, aplicando su lógica externalizadora, contrató otra empresa privada para retirar nieve, no ramas. Hoy veo a padres y madres, docentes, que limpian patios de colegio. Es imprescindible, pero yo reflexiono sobre la paradoja del voluntariado y la solidaridad en tiempos de neoliberalismo y catástrofes: la gente es buena, arrima el hombro y todo es precioso, pero después, cuando enfermemos y vayamos a los hospitales públicos y no nos atiendan porque estén devastados, porque el personal de enfermería haya sido incapacitado por negarse a su traslado al Zendal, o no hayamos leído la letra pequeña del seguro privado de salud y nuestro mal no este cubierto por la póliza contratada, entonces, ya pensamos si no habría sido mejor que se nos comieran la nieve y la mierda. Por aquello de agudizar las contradicciones. Esta noche lo comento en el apartado leninista del chat familiar.
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