_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Lo que no hice

Me considero afortunado porque mis noes han sido de una dimensión llevadera, aunque quizá mi mente y alguna que otra provincia de mi cuerpo proteste o me lo nieguen

Vicente Molina Foix
Dos niños miran por la ventana de su dormitorio durante el confinamiento, en Madrid.
Dos niños miran por la ventana de su dormitorio durante el confinamiento, en Madrid.Andrea Comas.

Ha sido el año del no, pero solo le quedan 48 horas. En febrero (y ya hace un siglo) parecía que ese mal deplorable y remoto no nos llegaría, o lo haría tarde y esporádicamente; su velocidad de asentamiento y su desparramada proliferación nos trajo las primeras renuncias, las prohibiciones. Y la cuenta de víctimas con nombre y apellido. No sé de nadie que no tenga a un enfermo en su entorno o lo haya enterrado sin verlo morir. La privación era el único antídoto. No toser cerca del prójimo, y mucho menos besarlo. No ir al cine, al café. Y el peor no de todos: no saber el remedio a corto plazo. Ni las secuelas. Por eso si hay un grupo de gente que se me atraganta es el de los sabihondos negacionistas; la vanguardia de la desconfianza, que ya otea la vacunación como el nuevo engaño. Yo de la covid-19 sólo sé que no sé nada.

Me considero afortunado porque mis noes han sido de una dimensión llevadera, aunque quizá mi mente y alguna que otra provincia de mi cuerpo proteste o me lo nieguen. Me faltó lo que no pude ver, lo que no pude decir ni siquiera en privado, lo que se interrumpió o canceló y está en duda que se reanude. No salí de mí mismo, y no pude, por primera vez en mi vida, ir al mar, que al meterme en él los veranos me sirve de segundo bautismo o última thule.

Escribí y leí, con ansiedad esto último: como si el libro ligero no supiera darme alegrías y el denso su saber. Me permití caprichos en mi menú soltero, sin padecer pero sin ignorar el hambre que esta crisis ha producido. No hice el amor, aunque dediqué algún tiempo a pensar en él. ¿Empieza el año del sí o es una tregua? De nuestros nos depende que los síes ganen.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_