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Columna
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Para la libertad

Martínez Almeida tararea lo de la libertad, como si no hubiera mandado que quitaran a Hernández su placa

Jorge M. Reverte
Pablo Casado, junto a Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, durante una protesta contra la nueva ley de educación.
Pablo Casado, junto a Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez Almeida, durante una protesta contra la nueva ley de educación.Eduardo Parra - Europa Press (Europa Press)

Hay barrios de Madrid, y seguramente de muchas capitales autonómicas, en los que salir no ya por la noche sino al mediodía, se ha convertido en una tarea de las que Alfred Zinnemann solo le encargaba a Gary Cooper (High Noon, 1952). Cooper tenía que liquidar a Frank Miller y su banda para que el pequeño pueblo, repleto de habitantes trémulos, pudiera acceder a los beneficios del capitalismo.

Hoy, María le ha pedido a Carlos que no salga solo por las inmediaciones del estadio Bernabéu, uno de los lugares donde la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, le disputa a Rocío Monasterio, de Vox, el liderazgo de la extrema derecha. Carlos se ha quedado impresionado al ver a tanta gente con sus banderas españolas, balanceando las caderas, de forma algo inapropiada, es verdad, al ritmo de unos versos que le resultarían familiares en otro contexto: … para la libertad… A Carlos, no se sabe muy bien por qué, esa letra le suena a izquierdista, como si proviniera de Miguel Hernández o alguien de ese estilo, acompañada, además, por la voz ligeramente tremolosa de Joan Manuel Serrat.

La respuesta no tarda en hacerse carne: primero aparece una moto de gran cilindrada. El asiento de atrás lo sobreocupa un hermoso ejemplar de la raza humana armado de una casulla que alterna con el casco, que algún Gobierno social-comunista ha hecho obligatorio. El corpulento copiloto aprovecha un semáforo en rojo para explicarle al respetable el contenido de la ley Celaá: “Esto es un comunismo”.

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Una de sus variantes —imagina Carlos—, y se dirige con paso enérgico hasta el séptimo piso del ático que comparte con María, sin importarle los muchos peldaños que aún le separan de su amada. Sus timbrazos son tan enérgicos que ella le abre la puerta sin atusarse las rubias guedejas. Carlos tarda en recuperar el resuello. Las palabras acaban por abrirse paso, con la ayuda de un vaso de agua de Lozoya que ella le suministra enseguida:

—María. Lo de Frank Miller es una bobada. Abajo hay miles de personas de la derechona que exigen libertad.

—Eso ya lo sabías antes, mi Gary Cooper.

La respuesta pone los pelos de punta: en un coche conducido por Pablo Casado, departen Ayuso y el alcalde Almeida. El alcalde tararea lo de la libertad, como si no hubiera mandado que quitaran a Hernández su placa.

—Hernández es un apellido muy español.

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