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Columna
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El misterio de Bildu

Pedro Sánchez ha conseguido, con la inestimable ayuda de Pablo Iglesias, hacer que una buena parte de los socialistas, aún heridos por las balas etarras se revuelvan contra su jefe

Jorge M. Reverte
El diputado de EH Bildu en el Congreso Oskar Matute durante la rueda de prensa tras la Junta de Portavoces del Congreso celebrada el martes.
El diputado de EH Bildu en el Congreso Oskar Matute durante la rueda de prensa tras la Junta de Portavoces del Congreso celebrada el martes.MARISCAL (EFE)

Al principio todos, menos ellos a sí mismos, los veíamos como unos grupos con el pelo cortado a hachazos, que ladraban antes que hablar. Antes de eso, una buena parte de la sociedad vasca biempensante —la que por ejemplo se anuda la corbata amarilla mucho antes de decidir a dónde va a mirar la próxima vez— se contentaba con despreciar a esa desagradable cuadrilla que mostraba su contento cuando quemaba autobuses municipales. Era fácilmente reductible a cifras. Pero llegó el tiempo en que los chicos y las chicas de esa generación buscaron otra estética. Y no hay ética sin estética, como afirmaba el profesor José Luis López Aranguren. Algunos un poco tarde, y seguro que todos más tarde de lo debido, fueron apartándose de la repugnante costumbre de recibir a los héroes del tiro en la nuca como Josu Ternera entre grandes festejos.

Poco a poco, en un proceso que ha sido escasamente reconocido por los anteriores depositarios de los lugares donde reposan los cadáveres de la Guerra Civil, los herederos políticos de ETA han ido pidiendo perdón por sus más que reprobables conductas. La extrema derecha española ha hecho difícil el sueño de Alfredo Pérez Rubalcaba de incorporarlos a la política. Porque eso es lo que quería Alfredo. Lo demás ha venido solo. Salvo un reducidísimo grupo fiel a la estúpida y sin salida estrategia de Txapote y compañía, todos han ido pidiendo perdón por la burrada del pasado. Todos han seguido la línea marcada por Alfredo, que curiosamente no fue asesinado por ETA sino por alguien tan traidor como la organización, un ictus.

Los militantes de Bildu, elegidos democráticamente por sus votantes, llegan a duras penas a sumar cinco parlamentarios. Cinco es muy poco para cambiar la Constitución Española. Son 10 veces menos que los representantes de Vox, que también quieren cambiar la Constitución. Les parecen muchos a los del PNV. El misterio de Bildu reside no solo en su capacidad para multiplicar su presencia en el Parlamento español, sino en amplificar, gracias a la extrema derecha, representada por Vox y algún espontáneo completamente ajeno a las directrices marcadas por alguien como Pérez Rubalcaba.

Aparte de todo, está Pedro Sánchez, capaz de vender un coche viejo a cambio de un puñado de votos nuevos. Pedro Sánchez ha conseguido, con la inestimable ayuda de Pablo Iglesias, hacer que una buena parte de los socialistas, aún heridos por las balas etarras, se revuelvan contra su jefe. Ese es el misterio de Bildu.

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