CaixaBank-Bankia y el futuro de la banca
Las fusiones no resuelven los problemas de fondo de un sistema que precisa de reformas radicales como el dinero soberano al que puedan acceder ciudadanos y empresas, y que reduzca la inestabilidad financiera
Casi todo el mundo piensa que la anunciada, y aún no aprobada, fusión por absorción de CaixaBank y Bankia es algo inevitable. Inevitable por los problemas que vive el sector. Y una vez más, como en las últimas décadas, las fusiones parecen ser la solución.
Pero si reflexionamos, la inquietud brota. ¿Por qué parecen inevitables las fusiones bancarias en estos momentos? Añoro un poco más de decoro en las explicaciones a los ciudadanos. Los más de 20.000 millones de euros que pusimos para rescatar a Bankia, y los sacrificios en sanidad y educación que la acompañaron, lo exigen.
La situación de la banca es muy difícil. Lo era antes de la pandemia y esta lo agrava. Los mercados lo reflejan: el índice bursátil de los bancos europeos está en mínimos históricos desde que se creó la serie en 1999; y la ratio precio/valor contable está en 0,5 para el conjunto de la banca. Esta ratio nos dice que los mercados piensan que el valor de los bancos, su patrimonio neto (la diferencia entre sus activos y pasivos), es la mitad del que reflejan sus balances oficiales. Los mercados no siempre aciertan, pero es un indicador inquietante.
Los ingresos de los bancos están presionados: los tipos de interés negativos (para mí un error del Banco Central Europeo) hacen casi inviable su negocio tradicional; la demanda de crédito es baja (lógico, dado el alto endeudamiento acumulado por hogares y empresas); las comisiones de fondos de inversión y pensiones bajan por la competencia, etcétera.
En los gastos también hay problemas: la morosidad está al alza y los préstamos dudosos netos de provisiones suponían el 10% sobre patrimonio neto a finales de junio. Y pueden aumentar según evolucione la pandemia. Aumentan los gastos por la ingente y farragosa regulación, y por los inevitables procesos de digitalización. Esperemos que esta digitalización mejore la calidad de los servicios bancarios, presionados por las decenas de miles de despidos de los últimos años, y que aumentarán.
Así, los bancos españoles perdieron 11.000 millones de euros en el primer semestre del año. Inquietante, dado que el nivel de capital de los bancos es bajo, aunque dentro de los límites legales, comparado con el de otras empresas no financieras. La ratio de capital sobre el total de activos (ratio de apalancamiento) de los bancos españoles a junio era del 5,7%. En Telefónica la ratio es 11,5%, en ACS del 10,3%, en Inditex del 51,6%, en AENA del 37,5%.
Esta difícil situación se desarrolla en un entorno de desconfianza y baja valoración de los bancos por sus clientes tras la larga lista de rescates, ayudas, irregularidades y malas prácticas de los últimos años. Además, se cierne la amenaza de nuevos competidores, las llamadas fintech y bigtech (Amazon, Apple, Facebook, etcétera).
Si las fusiones son inevitables, sería mejor que fueran transfronterizas, pero la unión bancaria europea sigue incompleta dificultando las fusiones. La ausencia de un fondo de garantías de depósitos europeo es el principal obstáculo. Son los Estados nacionales los que siguen garantizando en gran parte la seguridad de los (mal llamados) depósitos en los bancos (hasta 100.000 euros), una garantía por la que los bancos no pagan nada al Estado.
Otra inquietud surge del tamaño. Después de la Gran Crisis de 2008 se dijo que el tamaño de los bancos era un problema, que eran demasiado grandes para caer. Pues bien, una década después, y tras muchas fusiones bancarias, ahora los bancos son mucho más grandes. Además del riesgo sistémico que suponen, esto hace más difícil la supervisión y regulación. La mayoría de los bancos son conglomerados financieros con múltiples conexiones y servicios: de crédito, de gestión de ahorros y patrimonios, de servicios de pagos, de seguros, etcétera. Cuanto más grandes y complejos, más difíciles de supervisar desde aspectos como la solvencia, los mercados, la competencia y la estabilidad financiera.
Aunque en esta fusión no se prevén grandes problemas de competencia, la concentración continuada del sector debe mantener vigilantes a consumidores y supervisores. La tendencia es inquietante: en 12 años hemos pasado en España de 62 a 10 bancos. Tras esta nueva oleada de fusiones que parece empezar, ¿cuántos quedaran?, ¿cuatro?, ¿acabará ahí?
La preocupación por el gobierno corporativo y la responsabilidad social del nuevo banco también existe. Cobra más importancia en la nueva CaixaBank, donde el Estado tendría una participación del 16%. ¿Cuántos puestos tendrá el Estado en el consejo de administración? Si los puestos fueran 15, como apunta el proyecto de fusión, le corresponderían al menos dos. Menos sería preocupante. La elección de los llamados consejeros “independientes” debería ser exquisita. Leer en la prensa que CaixaBank y Bankia han “nombrado” ya a “sus” independientes sonroja e inquieta.
En esta fusión falta un poco más de decoro y claridad. Sobre todo, por parte del Gobierno, el FROB y el Banco de España. Los “dueños” de Bankia pasaremos de controlar algo nuestro destino a través de una participación mayoritaria del 62% en un banco modestamente solvente, eficiente y rentable, a disponer de una participación minoritaria en una entidad cuyo futuro no es menos incierto.
A precios actuales el 16% del Estado en la nueva Caixabank valdría unos 2.400 millones. El rescate de Bankia en 2012 implicó la inyección de 24.000 millones de dinero público, de los que la matriz de la entidad, BFA —controlada por el Estado—, ha recuperado hasta ahora algo más de 3.000 millones por ventas de acciones y dividendos, que sin embargo no han sido entregados a las arcas del Estado vía el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria.
Hay preguntas que responder: ¿sigue vigente el compromiso de vender la participación del Estado antes de final de 2021? ¿Qué escenarios se manejan para recuperar todo o parte de la inversión realizada? ¿Es justo el precio acordado de canje? ¿Quién asesoró y aconsejó al Estado en esta operación y en el precio? ¿Y qué dice el informe, si lo hubo? ¿Cuáles serán los principios de responsabilidad social corporativa que guiarán el gobierno de la entidad?
La nueva CaixaBank será una entidad importante en España y Europa, con buenos profesionales en ambas entidades, pero la situación es difícil. Tengo la sensación de que con esta fusión se ha hecho de la necesidad virtud.
Las fusiones no resuelven los problemas de fondo del sistema bancario actual. El sistema financiero es muy complejo y entra en crisis con frecuencia. Rescates, ayudas, costosa regulación y concentraciones bancarias parecen ser el tratamiento hasta ahora, pero no parece funcionar.
Algunos defendemos reformas más radicales, que vayan a la raíz del problema. Una sería la necesidad de un activo seguro y estable como el dinero soberano, al que puedan acceder ciudadanos y empresas, que sirva de ancla al sistema y reduzca la inestabilidad financiera.
En esa línea son de gran importancia dos documentos recientes emitidos por el Parlamento y el Banco Central Europeo. El primero pide al BCE que estudie las ventajas y consecuencias de la emisión de un “euro digital” accesible a ciudadanos y empresas (como los billetes, pero digitales y obviamente garantizados por el banco central). El segundo, el BCE, ha emitido un primer documento sobre el asunto y ha iniciado una consulta pública. El euro digital sería lo que en la jerga se conoce como una CBDC (central bank digital currency, por sus siglas en inglés), nada que ver con las llamadas criptomonedas.
Esperemos que las instituciones públicas y privadas, los medios de comunicación y los ciudadanos participen activamente en el debate abierto sobre la creación de un “euro digital” público. En ese debate y en las decisiones que después se tomen estarán muchas de las soluciones a los problemas recurrentes de nuestro sistema bancario actual. Los próximos meses traerán significativas transformaciones financieras. Este reciente, y recurrente, proceso de fusiones bancarias es un primer episodio de lo que está por venir.
Carlos Arenillas es economista, fue vicepresidente de la CNMV y consejero del Banco de España.
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