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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ver el bosque

Urge una estrategia coordinada que frene la destrucción de la Amazonia

Incendio en una reserva de Novo Progresso (Brasil) a mediados de agosto.
Incendio en una reserva de Novo Progresso (Brasil) a mediados de agosto.CARL DE SOUZA (AFP)

La pandemia de la covid-19 ha eclipsado asuntos de enorme gravedad, como la lucha contra el cambio climático y especialmente un capítulo que va a tener un impacto directo en el oxígeno del planeta, que son los incendios en la selva amazónica y la negativa gestión del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro. Según los datos oficiales, los incendios han crecido en lo que va de año un 13% respecto a 2019 en la mayor selva tropical del mundo, la peor oleada de fuegos en una década. Más al sur, en el Pantanal, el mayor humedal del planeta y uno de los ecosistemas de mayor diversidad, el fuego ha devastado ya una cuarta parte del territorio en la oleada más severa de su historia. Ocho países europeos y más de 200 empresas y ONG de todo el mundo acaban de advertir al Gobierno de Brasil de las consecuencias económicas de lo que está ocurriendo. Y, en un intento de centrar un asunto que ahora mismo está fuera de foco, el propio candidato demócrata, Joe Biden, propuso en el reciente debate presidencial en EE UU un fondo de 20.000 millones para luchar contra la deforestación de la Amazonia. Sus palabras, como cada vez que algún dirigente extranjero se pronuncia, enfadaron a Bolsonaro. La diferencia es que si hace un año las de Emmanuel Macron fueron noticia, esta vez el tema está en segundo plano.

Pero lo cierto es que el mandatario de Brasil luce el peor registro posible ante el mayor desafío planetario: el Gobierno ha disminuido los fondos destinados a la prevención y vigilancia ambiental; la impunidad de los incendios (normalmente provocados por agricultores, mineros o ganaderos que quieren explotar las tierras) ha crecido; los controles contra la deforestación se han reducido, y el Parlamento tiene planes para votar una amplia amnistía de las ocupaciones ilegales. La situación incide además en la salud de los pueblos indígenas, en los que se han registrado mayores problemas respiratorios debido a los incendios, sumando un nuevo riesgo a la expansión del coronavirus.

De un lado, por tanto, se sitúa un Bolsonaro que cuestiona el cambio climático —además de la gravedad de la covid-19, aunque él mismo la haya padecido— y del otro una comunidad internacional ahora concentrada en la lucha contra el virus y la recesión. Pero esta comunidad internacional tiene sus armas y debe actuar: en riesgo está el acuerdo comercial UE-Mercosur, una poderosa palanca en manos de la Unión para que Brasil refuerce su política ambiental; los negocios con los países exigentes con el cambio climático, y la aspiración a ingresar en la OCDE. Todos los actores deben poner en marcha sus estrategias para defender la Amazonia, el pulmón del mundo, de una gestión ciega a la necesidad ambiental. No vaya a ser que la pandemia no nos deje ver el bosque.

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