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Tribuna
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La vuelta al cole será peor de lo que imaginamos

Los contagios irán a peor que a principios de septiembre. Porque aunque los niños estén en burbujas en sus clases, los padres no lo están: la red de transmisiones no está segmentada

Niños subiendo escaleras en un colegio de Madrid.
Niños subiendo escaleras en un colegio de Madrid.Jesús Hellín (Europa Press)

Cuando se hacen números, hay algo que no cuadra en los planes para la reapertura escolar. Sobre todo en los lugares que están comenzando el curso con un nivel de contagios relativamente alto. Piensen, por ejemplo, en el caso de la Comunidad de Madrid, la región de Europa con mayor número de positivos activos por covid-19. Según los datos del Ministerio, la incidencia acumulada en la región es de 650 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días. En algunos distritos, en su mayoría los más pobres del Sur, como en Puente de Vallecas, la incidencia es más del doble: 1240 casos por 100.000, o lo que es lo mismo, una de cada 80 personas (detectadas) porta el virus y puede contagiarlo. Las normas para la reapertura escolar de la Comunidad Autónoma indican que cuando haya un caso positivo en una escuela, el centro debe realizar “un listado de contactos estrechos” (p.18) para que esos contactos dejen de acudir al centro hasta que hayan podido realizar una PCR. Esos “contactos estrechos” para un niño de 10 años pueden ser 3, 5, 7 o 10 niños, según determine el centro. Eso afectará también a los hermanos con los que conviven y a sus respectivas clases. Para los, alrededor de 300.000, niños por debajo de seis años escolarizados en la región ese listado de contactos estrechos es toda la clase de 20 personas, puesto que a esa edad no llevan mascarilla y es imposible controlar sus movimientos.

En algunos colegios de Madrid, como el Francés o el Alemán, que han comenzado unos días antes que los públicos, con más recursos y en barrios con poca incidencia de covid-19, ya hay varias clases que se han ido a casa al acabar la primera semana. En Francia, empezaron hace dos semanas con un nivel de contagios significativamente menor al español al inicio de curso (alrededor de la mitad) y ya han cerrado 2100 clases y 81 escuelas enteras.

Por si eso fuera poco, familias y escuelas se enfrentan a un reto añadido: ¿hay que mandar a cualquier niño que tenga un poco de tos a casa? ¿Cómo sabemos si es o no covid-19? Cuando empiezan las clases y bajan las temperaturas en tiempos normales muchos niños vuelven a casa con síntomas muy parecidos a los de la covid-19, provocados por cualquier otro virus o gripe común.

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Por prudencia, los padres que pueden permitírselo, dejarán al niño en casa hasta hacer una PCR. Con suerte eso significa dos días hasta que pueda atenderles un pediatra, otros dos días hasta que se pueda fijar el test y otros dos días hasta recibir los resultados. Los hospitales ya están teniendo dificultades para hacer tests a tiempo y la demanda irá a más. Eso se traduce en una semana perdida de clase para cada alumno que tenga tos. El año pasado en España decenas de miles de niños pasaron la gripe común.

Ya ven hacia dónde vamos. Ahora volvamos a Vallecas. Tras la brutal crisis de los últimos meses los padres que todavía conservan su negocio o su empleo probablemente no puedan permitirse el lujo de dejar de trabajar ni un solo día. Si el panorama son muchos meses de cierres intermitentes, con los niños en casa semanas enteras, la perspectiva de la vuelta al cole se convierte en una pesadilla.

Hemos hecho unos supuestos básicos para tratar de estimar la cantidad de niños que tras dos semanas de colegio podrían verse afectados por la covid-19. Vallecas (los distritos de Puente de Vallecas y Villa de Vallecas) tiene 335.000 habitantes, y unos 3.700 casos activos, de los cuales alrededor del 10% son menores de edad (basándonos en los datos de contagios por edad del Ministerio). Suponiendo un contagio de unos tres o cuatro niños en cada clase, el resultado tras dos semanas de empezar el curso son unas 100 clases paradas. Esto es, unos 2.000 niños en Vallecas sin cole en solamente dos semanas, o lo que es lo mismo, un millar de familias en la que uno de los padres se verá obligado a dejar de trabajar. Solamente en Vallecas.

Esta es una estimación simple y con mucha incertidumbre: puede ser, por ejemplo, que muchos padres no lleven a sus niños al cole si perciben síntomas o puede ser que una parte de los niños ya hayan pasado la covid-19 y por tanto no se puedan contagiar. También puede ser que los niños estén yendo al colegio y que familias y profes estén mirando hacia otro lado porque no ven otra alternativa posible. Todo eso todavía no lo sabemos, pero necesitamos alguna guía útil para orientarnos.

Aplicando un cálculo similar para el conjunto de España el resultado es bastante desolador: después de un mes de empezar el curso entre 5.000 y 7.000 clases habrán tenido que cerrar y entre 100.000 y 150.000 alumnos habrán tenido que quedarse en casa (por covid-19, sin contar otros contagios con similares síntomas). Eso en un solo mes, imaginen en tres o seis meses.

Es razonable esperar que los contagios irán a peor que a principios de septiembre (no olvidemos que los números que estamos usando son de los últimos 14 días), con el comienzo de las universidades, la vuelta generalizada al trabajo, las aglomeraciones en metros y trenes. Y aunque los niños estén en burbujas o “grupos de convivencia estable” en sus clases, los padres no lo están, de modo que la red de transmisiones no está segmentada.

Dado que hay una probabilidad baja de que alcancemos una inmunidad de grupo (ya sea por contagios o con una vacuna) antes del verano de 2021, la siguiente pregunta es: ¿qué hacemos?, ¿damos por perdidos otra vez varios meses de clases para los niños?, ¿ignoramos los efectos enormes en las desigualdades inmediatas y en el largo plazo que causará la inacción?, ¿miramos hacia otro lado y dejamos que se vayan contagiando niños y familias?, ¿hasta cuándo?

En términos de políticas públicas las cuestiones relevantes son: ¿Cuál es el coste en términos educativos (y económicos) para los niños de perder de nuevo una buena parte del curso escolar? ¿Cuál será el coste para la economía de que cientos de miles de trabajadores (sobre todo mujeres) dejen de asistir otra vez a sus trabajos para poder cuidar de sus hijos? Sea cual sea el escenario, todo parece indicar que el coste de tomar medidas agresivas ahora para mitigar el golpe que vendrá será menor que el de esperar con los brazos cruzados.

Para lugares como Madrid, que parten de un nivel muy elevado de contagio comunitario, las opciones son esencialmente dos: prevenir o curar. Es decir, o se aumenta la capacidad educativa masivamente (habilitando nuevos espacios públicos, transformando polideportivos en aulas, contratando a nuevos profesores masivamente, reduciendo el número de niños por grupo y multiplicando los tests en las escuelas), o creamos una prestación para ayudar a los padres y madres que no puedan trabajar. Prevenir es mejor que curar, pero para eso es necesario actuar rápido. Y ya se ha desperdiciado demasiado tiempo.

Toni Roldán Monés es director de EsadeEcPol y Visiting Professor in Practice en la School of Public Policy de LSE.

Miquel Oliu-Barton es profesor titular de Matemáticas en la Universidad Paris-Dauphine.

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