Personas o robots
Hace algunos días, mientras hacía la compra en el supermercado y me disponía a colocarla en bolsas, observé cómo la cajera me apremiaba con su mirada para que fuese más rápido. Esto ya me ha ocurrido en otras circunstancias. Está claro que la prisa y la precipitación se han instalado en nuestras vidas sin que nadie nos haya pedido permiso. La razón que esgrimen algunos es que cuanto más rápidos seamos en nuestras actividades personales, laborales o sociales la economía mejora, aunque no se diga para qué ni para quién. Este sistema económico y social imperante ha cosificado definitivamente a las personas convirtiéndolas en robots, exigiéndoles en su vida cotidiana, en el trabajo, en toda ocasión, máxima rapidez de actuación y mínima reflexión, pensamiento y deleite de sus vidas.
Horacio Torvisco. Alcobendas (Madrid)
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