_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vacunada

La falta de respeto a víctimas, profesionales de la salud, personal investigador, celadoras, celadores y personas dedicadas a la limpieza hospitalaria es tremebunda

Marta Sanz
Un manifestante durante la protesta contra el uso de mascarillas en Madrid el pasado 16 de agosto.
Un manifestante durante la protesta contra el uso de mascarillas en Madrid el pasado 16 de agosto.David Expósito

¿Recuerdan a una presentadora que puso en duda la conveniencia de trasplantar el hígado de, por ejemplo, un destripador muerto a una persona viva sin historial delictivo, pero con un problema hepático grave? La presentadora sospechaba que, más allá de los poderes filtrantes de la víscera, podían trasplantarle la maldad a un enfermo inocente. No sé si aquella presentadora había visto El ojo, puro terror coreano. En tiempos de incertidumbre, miedo y pandemias galácticas, surge un impulso racional de renovada confianza en el discurso científico, pero a la vez vuelven a prenderse hogueras para quemar a Miguel Servet y a aquellas brujas expertas en hierbas sanadoras más que en aquelarres. Cuando vamos a Roma nuestra plaza preferida es Campo di Fiori, no tanto por las enotecas pijis como por la estatua de Giordano Bruno. Rezamos al santoral científico, sacerdotisas de los retrovirales y epidemiólogos, practicamos la seriefilia con el Doctor House, nuestro hito histórico preferido es el descubrimiento de la penicilina y aprendemos conceptos como “inmunidad de rebaño”. Por eso, nos cabreamos cuando un testigo de Jehová se niega a que transfundan sangre a sus menores, alguien rechaza vacunas y medidas profilácticas, o te dice que el coronavirus es una ficción estratégica para robarte esa libertad de elegir si te compras un chuchuflo de marca X o uno de marca Y; elegir qué especialista de riñón te va a desintegrar la piedra y en qué hospital privado vas a ingresar porque tú lo vales y tienes una pasta gansa; te roban la libertad de pagar los servicios de una profesional del amor que, en tu idílico imaginario liberal, ha elegido libremente la actividad remunerada que desempeña y no es una esclava sexual a la que le han roto el pasaporte, le han dado seis hostias como panes y la amenazan con matar a su familia.

En la manifestación negacionista de Colón una señora escupió a un cámara: era un escupitajo sin riesgo. Individuos libres, que escupen libremente, no quieren ser controlados en asuntos de vigilancia intravenosa por capitalistas filántropos, pero no le ponen objeciones a la cámara del portero automático de su urbanización, ni a las galas de beneficencia que cronifican el funcionamiento perverso de un capitalismo edulcorado con caridades, ni a las empresas farmacéuticas que dificultan a través de organismos de comercio internacional, en aras de la competencia libre, la distribución de genéricos en África. Habría que organizar manifestaciones por un acceso universal a las medicinas. Pero eso los manifestantes de Colón no se lo plantean: sería ir contra la libertad del libre mercado. La libertad del libre mercado de pulgas. La incredulidad respecto a la covid y sus luctuosas consecuencias genera memes: si los y las negacionistas contraen la enfermedad, lo mejor sería cantarles “Sana, sana, culito de rana”. La falta de respeto a víctimas, profesionales de la salud, personal investigador, celadoras, celadores y personas dedicadas a la limpieza hospitalaria es tremebunda. Yo doy gracias por que hubiese sangre para llevar a cabo una transfusión en las operaciones practicadas a mis seres queridos. Y me siento afortunada de no ser una niña somalí que posiblemente morirá de malaria o difteria: mi madre y mi padre me pusieron la trivalente y todos sus recordatorios.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Sobre la firma

Marta Sanz
Es escritora. Desde 1995, fecha de publicación de 'El frío', ha escrito narrativa, poesía y ensayo, y obtenido numerosos premios. Actualmente publica con la editorial Anagrama. Sus dos últimos títulos son 'pequeñas mujeres rojas' y 'Parte de mí'. Colabora con EL PAÍS, Hoy por hoy y da clase en la Escuela de escritores de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_