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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Ralentización

Las peores expectativas de crecimiento exigen una atención pronta y detallada

Manifestación en Benidorm contra las limitaciones impuestas para evitar los contagios de la pandemia.
Manifestación en Benidorm contra las limitaciones impuestas para evitar los contagios de la pandemia.Manuel Lorenzo (EFE)

Las señales de recuperación del crecimiento económico se han debilitado. La mayoría de los indicadores históricos y los de las expectativas de los empresarios han interrumpido su senda de mejora en la práctica totalidad de las economías avanzadas, desde EE UU hasta la eurozona. Los datos que empiezan a conocerse correspondientes a agosto señalan esa menor intensidad que en meses anteriores. Las esperanzas de que los importantes estímulos públicos aportados en algunas economías, como la alemana, pusieran fin al desplome industrial se están diluyendo, quedando lejos los esperanzadores datos de junio. Y aquellas otras como la española, más dependientes de los servicios, tampoco ofrecen mejores expectativas.

El denominador común de todos los ejercicios de anticipación es la falta de confianza, su marcado deterioro en las últimas semanas, de la mano del ascenso de los contagios del virus, de la percepción de que su extensión está lejos de ser controlada, pudiendo requerir confinamientos adicionales, con las consiguientes limitaciones a la actividad económica. Todo esto en un contexto geopolítico poco favorable, como revela la continuidad de las tensiones entre las dos principales economías del mundo y con un clima financiero propenso a la inestabilidad. El aumento del endeudamiento en todo el mundo, no solo el público, obliga a prestar especial atención a los inevitables ascensos de la morosidad empresarial que esa menor demanda traerá consigo. La recuperación en la eurozona se vería muy seriamente condicionada en un contexto de dificultades bancarias.

La posición de la economía española no es precisamente más favorable que el promedio de las avanzadas. Su estructura productiva, más intensiva en servicios directamente afectados por la limitada movilidad y por un censo empresarial dominado por microempresas, ayuda a explicar el mayor impacto de la crisis. La contracción del PIB este año será claramente superior al 10%, y la tasa de paro se mantendrá en la frontera del 20%. La recuperación prevista antes de la emergencia de esas señales ralentizadoras situaba en el entorno del 7% el crecimiento del PIB el año que viene, sin que pueda impedirse que la tasa de desempleo ascienda algo más.

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La normalización de la actividad económica no está a la vuelta de la esquina. Algunos sectores importantes de nuestra economía, como el turístico, están abocados a una profunda transformación por la muy lenta recuperación de la demanda en los próximos años. Como en otros sectores, habrá que adaptar la oferta a las nuevas exigencias que surjan de esta crisis, incluidas las asociadas a la mayor sostenibilidad y a la mayor intensidad tecnológica. Y a una mayor diversificación de la oferta desde ese binomio sol-playa sensible al deterioro medioambiental y a la competencia de otros destinos más baratos.

La aceleración de la transición medioambiental y digital es la dirección marcada por la Comisión Europea como prioritaria en la asignación de los recursos del fondo de recuperación. De su adecuada inversión dependerá que el horizonte a medio plazo de la economía española sea el propio de una economía más moderna y competitiva que el actual. La transición desde la recesión más severa de la historia a la recuperación del crecimiento y del empleo puede constituir una oportunidad. Sería necesario que los agentes políticos fueran conscientes de ello.


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