_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La trampa de Trump

Con una guerra fría en marcha y la consigna de imponer la ley y el orden en las ciudades estadounidenses, el presidente de EE UU tiene ahora todas las piezas de una campaña electoral

Lluís Bassets
El presidente Donald Trump ayer antes de viajar a Texas.
El presidente Donald Trump ayer antes de viajar a Texas.LEAH MILLIS (Reuters)

Se cumplirá esta vez la llamada trampa de Tucídides? El ascenso de una nueva potencia, junto al miedo que provoca en la potencia titular de la hegemonía, conduce casi inexorablemente a la guerra. Tal es la teoría de Graham Allison, el profesor de Harvard que la ha formulado a partir de la Guerra del Peloponeso (siglo V antes de JC), en un estudio histórico que contabiliza 12 casos sobre 16 en los que se ha cumplido.

La regla tiene posibilidades de quedar validada si Trump se mantiene cuatro años más en la presidencia y se incendia alguna de las numerosas zonas de fricción que rodean a China: Taiwán, Corea del Norte, Tíbet y Xinjiang, Hong Kong o el Mar de la China Meridional. Pero de momento basta con observar cuánto ha contribuido el actual presidente a su cumplimiento.

Nada estaba predeterminado hasta el brote epidémico de Wuhan. Trump estaba concentrado, de una parte, en defenderse del impeachment, y de la otra, en la obtención de un acuerdo comercial ventajoso, con la pretensión de recortar su déficit comercial y recuperar puestos de trabajo para Estados Unidos. Lo firmó el 15 de enero, no sin antes prodigarse en sonrojantes halagos personales a Xi Jinping, luego prolongados incluso en forma de elogios a su gestión de la pandemia, al igual que anteriormente se había prodigado en guiños condescendientes con la política china hacia Hong Kong o el internamiento de musulmanes uigures en campos de concentración bajo la acusación de terrorismo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

No fue hasta mucho más tarde, a mitad de marzo, ante la catástrofe que se le echaba encima, cuando se decidió a denunciar el origen chino del virus y la complicidad de la Organización Mundial de la Salud en la mala gestión o en su ocultamiento. No era tan solo un burdo truco electoral, sino también una forma de desviar sus propias responsabilidades. Cuanto estalló la epidemia, la Administración de Trump había desmontado la red de alerta instalada en China, además de recortar la delegación del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y cerrar tres agencias más vinculadas con la salud y la investigación en la capital china.

A pesar una vigilancia tan mermada, la información sobre el brote llegó al Despacho Oval a principios de enero, incluida en el resumen diario preparado por las agencias de inteligencia para el presidente (Presidential Daily Brief). La única dificultad es que el presidente no lee y ni siquiera escucha los resúmenes del resumen que le hacen sus colaboradores. Nadie prestó atención a Wuhan en Washington. El único departamento en contacto con el Gobierno chino era el de Comercio, concentrado en el acuerdo comercial y en evitar que cualquier otro conflicto interfiriera.

Con una guerra fría en marcha y la consigna de imponer la ley y el orden en las ciudades estadounidenses Trump tiene ahora todas las piezas de una campaña electoral. Como la de Richard Nixon en política interior, y al revés que Nixon, el presidente que abrió las puertas de China y firmó la paz con Vietnam, en el exterior.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_