_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Medio siglo

No me atrevo a releerme pero algunos me reprochan:"¡cuánto has cambiado!". Y yo pienso y no respondo: "pues anda que el mundo..."

Fernando Savater
El escritor francés Marcel Proust fotografiado entre 1890-1895  en París.
El escritor francés Marcel Proust fotografiado entre 1890-1895 en París.Rue des Archives

Cuando sometieron a Borges a un cuestionario insulso atribuido a Proust, él se encargó de dinamitar con ingenio el catálogo de obviedades (mi preferida: “P: ¿Qué piensa usted de los viajes espaciales? R: Bueno, todo viaje es espacial, ¿no?”). Cuando le preguntaron por su personaje histórico preferido acabó nombrando a don Quijote (?) pero antes dijo lo importante: “Todos somos históricos, ¿no es cierto?”. Yo me quedé con esa ironía chocante por innegable: la condición histórica no es un privilegio de unos cuantos sino una fatalidad de todos. A veces somos más conscientes de ello. Por ejemplo, constato que hace medio siglo apareció mi primer libro, Nihilismo y acción. Un hecho histórico pero de la intrahistoria, como diría Unamuno, incluso de la intrahistoria minúscula, privada. Conmocionó ingenuamente el alma de un yo que fui, que ya no existe, que recuerdo mal. Lo que no olvido es que aquel yo no quería escribir ese libro ni otro mejor o peor sino ser autor por fin de un libro que me sirviese como certificado de ser escritor. Firmar un libro, confirmar una vocación. Aunque fuese el último, imperceptible y remoto, de la lista soberbia encabezada por Homero, Dante y Shakespeare...

No me atrevo a releerme pero algunos me reprochan: “¡Cuánto has cambiado!”. Y yo pienso y no respondo: “Pues anda que el mundo...”. Ellos se refieren a las opiniones, los encomios o censuras, el cielo y el infierno en que cada autor reparte a los habitantes de su presente. Pero el cambio radical acaecido, ni lo atisban. Cuando empecé, quería cumplir el sueño de mi infancia: justificar con hechos el amor a la lectura. Después aprendí que el amor que cuenta no es a algo, sino a alguien. Tardé casi medio siglo. Luego la perdí.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_