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Columna
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El rebaño perdido

Es muy improbable que alcancemos la inmunidad necesaria antes de un año, así que calma

Javier Sampedro
Un hombre recibe una dosis de la vacuna contra la covid-19 en la primera fase de ensayo clínico.
Un hombre recibe una dosis de la vacuna contra la covid-19 en la primera fase de ensayo clínico.Ted S. Warren (AP)

Hace un par de meses todos hablábamos de la inmunidad de rebaño. Luego se vio que solo el 5% de la población española tenía anticuerpos y nos olvidamos del tema, pero los problemas mal resueltos, o no resueltos en absoluto, siempre acaban volviendo para tocarte la cara. “Solo estamos al comienzo de la pandemia de coronavirus”, decía hace poco en este diario Peter Piot, un mito de la virología de los últimos 40 años y asesor especial sobre el coronavirus de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Piot está seguro de que los 10 millones de casos confirmados en el mundo son solo la mitad de los reales o menos, pero aun así sabe que ni el mundo ni ninguna de sus partes ha alcanzado ni de lejos el umbral de la inmunidad de rebaño: el porcentaje de la población que debe estar inmunizado para yugular la transmisión del virus.

¿Y cuánto es eso? La cifra que más circula por los mentideros científicos es el 60%, lo que parece inalcanzable mientras que no llegue una vacuna eficaz. Si el 60% de la población estuviera inmunizada, el coronavirus que intentara saltar de una persona a otra fracasaría en seis de cada diez intentos y acabaría engrosando las filas de los agentes infecciosos frustrados que el mundo ha conocido. Hay especialistas que creen que el umbral puede ser menor, incluso del 40% o menos, pero aun cuando tuvieran razón seguiríamos estando muy lejos de alcanzar esa cifra de inmunidad. No parece posible que alcancemos el umbral de la inmunidad de rebaño sin una vacuna eficaz y disponible a gran escala. Y para eso queda más de un año, en el mejor de los casos. En el peor, la vacuna no saldrá, como no ha salido la vacuna del sida, que llevamos persiguiendo desde los años ochenta.

Peor aún, todo esto son promedios y por tanto no reflejan las diferencias en la susceptibilidad al virus entre unas personas y otras, o entre distintas poblaciones y estilos de vida. Un reciente artículo en Science de matemáticos suecos y británicos revela hasta qué punto puede esa heterogeneidad afectar a las predicciones sobre el rebaño. Los grupos de personas con un alto índice de contactos muestran un umbral de rebaño muy superior a los de menos contactos. Una persona contagiada infectará a más gente en un edificio residencial que en un pueblo perdido por el campo, más en un espacio cerrado y populoso que en una calle donde solo pase un tipo cada media hora. Sé que parecen cosas de sentido común, y que lo son, pero las normativas no suelen tenerlo. Cortan por lo sano y que pase el siguiente. La conclusión es que el mantra del 60% no capta la diversidad humana. En ciertos entornos se quedará corto, largo en otros.

Si la vacuna va a tardar un año o más, las cifras nos conducen a mantener las medidas de precaución pese a los subidones hormonales del verano, la intensidad poética del otoño, los guisos calientes del invierno, los nuevos subidones hormonales del siguiente verano y esperemos que se acabe ahí. Es muy improbable que la población alcance la inmunidad de rebaño antes de eso, sea por infección o vacuna. Así que calma, que esto va para largo.

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