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Columna
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La impotencia de la derecha

El PP y Vox siguen una estrategia calculada de demolición del Gobierno

Josep Ramoneda
El líder del PP, Pablo Casado, este miércoles en el Congreso de los Diputados.
El líder del PP, Pablo Casado, este miércoles en el Congreso de los Diputados.DANI DUCH/ POOL (Europa Press)

Que la confrontación forma parte del juego de la política es una obviedad. En su centro está la disputa por el poder. Y unos están para conservarlo y otros para conquistarlo. Salimos del confinamiento con una larga tarea de reconstrucción por delante: que pasa por la economía, por supuesto, pero también por recomponernos a nosotros mismos (es en relación con los demás que nos constituimos como sujetos) y por renovar los elementos referenciales de la vida en común. El confinamiento se impuso por decreto ley, pero este método no basta para la reconstrucción, porque esta requiere dejar atrás el miedo y la culpa y recuperar la confianza que permite asumir que no hay vida sin riesgo. ¿Y qué nos encontramos? Una oposición instalada en la bronca permanente sin otra estrategia que sembrar el caos, que encuentra complicidades en algunos aprendices de brujo, por ejemplo, los sectores más ruidosos del independentismo catalán, que piensan que su salvación está en el cuanto peor, mejor.

Hay muchas urgencias sobre la mesa. Y hay que perder miedo a devolver a los ciudadanos los derechos y responsabilidades que se les han restado. Y aquí deberían remar todos. Pero dejémonos de falsas simetrías y equidistancias: son dos partidos, Vox y el PP, los que siguen una estrategia calculada de demolición del Gobierno con el objetivo de que cuando entremos en la fase más dura de la crisis económica se fracture. El griterío con el que se articula esta operación no contiene ni siquiera promesas, simplemente busca la deslegitimación de Sánchez y su coalición. Para ello se necesita un malo de la película: Podemos, que se supone que con su presencia contamina al Gobierno entero.

Pablo Iglesias ha cometido errores y ligerezas, pero los que en aras a la objetividad buscan la simetría entre Podemos y Vox faltan a la más elemental verdad. Unos lo hacen para mantener viva la llama de la confrontación permanente, otros porque tienen una idea de la democracia muy restrictiva, heredada del viejo bipartidismo. Podemos nació de movimientos antisistema forjados en la debacle de la crisis de 2008, que culminó treinta años de nihilismo capitalista. En 2014 tuvo la osadía de presentarse a unas elecciones y en seis años se ha convertido en un partido constitucional que ejerce el poder con todo el respeto a las normas, haciendo posible un Gobierno de izquierdas, que es lo que a algunos les duele. En vez de celebrar la capacidad de integración que ha demostrado en este caso la democracia española, se pretende deslegitimar a Sánchez por gobernar con ellos. Y de este modo tener una coartada para la irresponsable guerra parlamentaria y mediática a la que están sometiendo a un país que sale de una debacle. Si la derecha española no es capaz de echar una mano en una circunstancia extrema como la actual, ¿cuándo lo hará? Triste demostración de impotencia.

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